25 de abril de 2019

2759- LA ESCUELA DE LOS 50 y 60.

El tema está muy manido, pero vale la pena recordarlo. En primer lugar demos señalar que estábamos en época franquista y por lo tanto bajo el imperio de la Iglesia Católica. Es más, en el medio rural, bajo el yugo de los caciques de turno y con todos los lameculos al acecho. Así eran las cosas. Las primeras autoridades locales podían hacer poco para detectar los despropósitos de los "destripaterrones"; no llegaban a todo y es ahí donde los lameculos entraban en liza. Ellos se encargaban de verlo y saberlo todo, para después informar a la autoridad de cuales eran los "garbanzos negros" de cada barrio. ¿Les parece siniestro...? Pues se quedan cortos. Sí, se quedan cortos porque según qué reputaciones iban acompañadas de maltrato escolar para los hijos y retención de la Cartilla de Racionamiento para los padres. 

Nos referimos a diferentes alimentos remitidos por los EEUU, a cambio de instalar sus Bases Militares en territorio español. En cuanto a las voluntades no eran todas auténticas, sino mirando el interés de relajar el estómago, pero a todos nos gusta que también nos laman la entrepierna. Así estaban las cosas y así había de subsistir una familia, todos agricultores, que no fuese afín al Movimiento o a la Iglesia. Naturalmente los hijos de un bando u otro no recibían en la escuela el mismo trato, ya que a los "azules" se les dispensaba cualquier falta, mientras a los "rojos" se les castigaba por cualquier nimiedad. La enseñanza era poca, tanto para unos como para otros. Antes de acceder a la clase había que formar en el patio y cantar los himnos de rigor: el Cara al sol, Viva España, etc. al más puro estilo militar.

Mientras cantábamos a la bandera roja y gualda, en fechas especiales también a las de Falange y Requetés, subía hacia el mástil en el que ondeaba durante todo el día. Ya en clase, al igual que sucede con los albañiles, la primera hora era para preparar el terreno de las materias a tratar. Los hijos de afines a la causa ocupaban naturalmente los primeros pupitres, seguidos de los lameculos, mientras que los últimos estaban destinados a los hijos de republicanos declarados o sospechosos de serlo, en fin, retoños de la gente de izquierdas, de la que convenía mantener cierta distancia. El resultado no es que siempre fuera favorable a los primeros, puesto que el que es cazurro, así se queda aunque lo sienten en primera fila. Las clases tampoco eran demasiado grandes y la voz del maestro se oía perfectamente aún en las últimas filas. 

A media mañana nos daban a todos un vaso de leche en polvo, llena de grumos, obsequiada por EEUU. Por la tarde mantequilla o un trocito de queso "de bola", por obra y gracia del mismo patrocinador. Con eso llegabas a las 11,00, hora del recreo para los niños y del cigarrito para los maestros. Los juegos de niños y niñas en el patio del colegio eran naturalmente distintos. Las niñas, más comedidas, a la "comba" o a la "bandereta" y los niños, bastante más bestias, a las carreras, saltar unos encima de otros y a la lucha con varas, simulando espadas. A las 11,45 h, regreso a las aulas y a las doce en punto, independientemente de la materia que se estuviera dando en ese momento, quedaba todo paralizado a fin de entonar el "ángelus" y rezos pertinentes. Así un día y otro también, como ni no hubiera un mañana. 

Si por la mañana la enseñanza era poco productiva, menos aún lo era por la tarde que siempre se destinaba al dibujo o a la lectura de algún libro de "interés nacional". Como es lógico, siempre literatura histórica sobre héroes que salvaron a la Iglesia o hazañas bélicas en las trincheras del bando nacional. Algunas tardes charla del párroco en el llamado comedor, pero en el que no se servían comidas. También era allí donde nos reuníamos todos los alumnos en Mayo para rezar y celebrar el Mes de María. Por lo menos allí estábamos a salvo de los pescozones de nuestro maestro. A las cinco en punto de la tarde el sonido de un pito nos informaba que las clases habían finalizado. Era hora de marchar a casa para recoger la merienda y jugar extramuros a indios y vaqueros, ¡como estaba mandado...!

RAFAEL FABREGAT

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