20 de abril de 2019

2755- LA IGLESIA Y EL SEXO.

Para la Iglesia Católica el sexo siempre ha sido cuestión importante y por mucho que se hable sobre el número de gays que hay entre sus filas, el de hetereosexuales es sin duda muy superior. Tanto es así que en 1490 el papa Inocencio VIII, a quien se le atribuye la paternidad de Cristóbal Colón, ordenó llevar a cabo el censo de prostitutas de la ciudad de Roma. El censo tuvo un resultado inesperado... Roma, centro del catolicismo mundial, albergaba la nada desdeñable cifra de 6.800 mujeres cortesanas o concubinas. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue que todas ellas estaban dedicadas al servicio del clero romano. Las viejas prostitutas de los bajos fondos, putas por la noche y mendigas durante el día, no fueron ni quisieron ser censadas, al objeto quizás de escapar del control eclesiástico.

En aquellos tiempos de la Edad Media, en los que la Iglesia ejerció más que nunca su poder sobre las comunidades, dictaba incluso al resto de mortales cómo tenían que ser las relaciones sexuales en lo referente a las posiciones a la hora de practicarlas. Al respecto, todo lo que no fuera la posición del "misionero" era pecado. No se aceptaba, bajo ningún pretexto ni siquiera por minusvalía física, que fuera la mujer la que estuviera encima del hombre y tampoco que éste estuviera detrás de la mujer pues, para la Iglesia, eran aberraciones que iban en contra del orden natural de las cosas. Ya no hablemos del sexo oral o anal que, según ellos, era el mayor de los pecados puesto que se ejercía única y exclusivamente por placer y no para procrear, como los puristas entendían que era el único objeto de las relaciones sexuales. 

Cuando la Iglesia conocía de alguien que practicaba sexo en posiciones "desviadas" el castigo podía ser muy severo. Hasta tres años de penitencia para la mujer que se ponía encima del marido y más todavía cuando se practicaba sexo oral o por detrás. Sin embargo el coito anal quedaba fuera de todo castigo (?) quizás por ser la posición más utilizada por el clero, tanto con hombres como con mujeres. El obispo alemán Albertus Magnus, canonizado en 1931 por el papa Pío XI, denominó cinco posiciones sexuales, clasificándolas de mayor a menor según la aceptación que tenían en aquellos tiempos:
- La del misionero,
- De lado,
- Sentados,
- De pie y
- Por detrás.
Magnus decía que la del misionero era la única posición natural, añadiendo que el resto eran moralmente cuestionables pero no mortalmente pecaminosas. Añadió también que, en determinadas situaciones de obesidad extrema o impedimento físico, las cuatro posiciones finales podían ser aceptables e incluso prácticas.

RAFAEL FABREGAT

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