Ya estoy aquí de nuevo. A darle la tabarra a todo aquel que quiera leer y se haya olvidado de comprar el periódico. Diez días, que se dice pronto, nos ha vendido el IMSERSO a los jubilados, por el módico precio de 253 euros, en hotel de ¿cuatro estrellas? a pensión completa en el Gran Hotel del Coto, Matalascañas (Huelva).
Bueno lo de las cuatro estrellas es un decir porque, aunque el Hotel es enorme (466 habitaciones), a los vejetes nos colocaron en un ala del complejo hotelero, seguramente la primera que se construyó (1988) y por lo tanto con alicatados corrientes en el baño y toda la habitación con el piso de cerámica de tercera categoría. Los jardines y piscina (vacía) no son, al parecer, propiedad del hotel y tampoco la zona de aparcamiento. La comida "flojita" y el vino peor. En resumen, un desastre que se vende como lo que no es. Aparcamiento, Jardines y Piscinas que le valieron para conseguir la cuarta estrella están en terrenos públicos y en litigio, con orden judicial de desalojo. Todo lo demás medianamente bien. Lo demás se refiere a las excursiones que naturalmente pagamos aparte.
El viaje de ida fue un desastre contra el que nada se puede reclamar. El vuelo desde Valencia, con destino Sevilla, estaba previsto (Salidas) para las 7,30 de la tarde pero parece ser que el avión tenía una seria avería. Pensando que se podría resolver el problema, se aplazó su despegue para las 10 de la noche. A esa hora, viendo que el asunto se alargaría más tiempo, nos dieron un vale para que cenáramos en los bares que hay en la zona de embarque y aplazaron la salida para las 11,00 h. PM.
¡Mala señal! -me dije. ¡Cuando esta gente te invita...!
A las 11,30h. algunos vejetes ya empezaron a ponerse nerviosos, dando voces más que justificadas. Llegó la Guardia Civil que, aunque muy respetuosa, intentó calmar los ánimos asegurando que se estaba trabajando para solucionar nuestro viaje a Sevilla. Pero el tiempo pasaba y tras 9 horas en el aeropuerto de Valencia (18,00 - 24,00 h.) no conocíamos la solución. Por fin, a las 00,05 h. nos trasladaron en varios autobuses lanzadera (coloquialmente "jardineras") hasta un superjet Boeing 767 Privilege Style para vuelos transoceánicos que nos hizo olvidar rápidamente el retraso.
- "Señores pasajeros, les habla el capitán. Sabemos de su larga espera que intentaremos remediar en lo posible. Todo agasajos y hasta agua gratis.(!) Perfectamente atendidos por media docena de azafatas, en poco más de 45 minutos ya habíamos aterrizado en Sevilla. Claro que, era la 1,00 de la madrugada...
Del aeropuerto de Sevilla salimos a las 02,00 h, hacia Matalascañas. Llegada al Hotel a las 03,30 horas de la madrugada. Nos esperaba una cena fría a la que algunos renunciamos pero, tras las obligadas gestiones de entrada al hotel y entrega de llaves, accedimos a nuestra habitación a las 4,00 AM. Toda una odisea. Afortunadamente para el día siguiente solo estaba prevista la charla referente a las diferentes excursiones optativas y no había que madrugar. Realizamos la reserva de lo elegido y salimos a dar un paseo por la playa, estos días vacía, por el mal tiempo y porque estábamos fuera de temporada. Vano intento además, pues hacía un vientecillo bastante frío. El día siguiente no fue mejor, pues se mantuvo el viento y cayeron algunos chubascos intermitentes. Aún así cogemos el bus y nos trasladamos al centro de la macro urbanización. Primer contacto con la tan famosa (y pequeña) gamba blanca de Huelva.
La primera excursión fue a Palos de la Frontera para visitar el convento franciscano de La Rábida, todavía ocupado por cuatro monjes de la orden. Interesante ver los históricos lugares en los que Cristóbal Colón organizó el viaje a las Américas, con el apoyo de los monjes que habitaban el monasterio en aquel momento. Documentos y cartas de aquellos tiempos, firmados por el insigne descubridor. Visita incluso a una de las celdas que se mantiene exactamente igual que aquella en la que descansó Colón antes de embarcar hacia lo desconocido.
Tras esta curiosa visita nos acercamos al muelle donde están expuestas las réplicas de las naves Pinta, Niña y Santa María en medida exacta a las que llevaron a Colón al Nuevo Mundo.
Con motivo del V centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, el papa Juan Pablo II visitó el Rocío y Palos de la Frontera. En el Monumento a los descubridores visitamos el Museo y Muelle de las Carabellas, donde nos proyectaron también un audiovisual que recrea con gran realismo la aventura que vivieron las tres naves y sus sacrificados aventureros. Para dar mayor realismo, alrededor del muelle donde se ubican las carabelas se muestra un barrio medieval y sus elementos característicos.
Aquello era solo el comienzo. Al día siguiente visita a la ciudad de Huelva, ermita de su patrona la Virgen de la Cinta, Barrio de los ingleses y Parroquia de la Inmaculada con sus pasos (5) preparados para la Semana Santa. La ciudad y sus cofradías estaba en plena ebullición preparando los lugares donde se colocan las sillas para aquellos privilegiados que puedan pagarlas al "módico" precio de 150 euros. Los palcos oscilan entre los 600 a 1000 euros. Todo un negocio alrededor de la Semana Santa. Por eso lloran todos cuando llueve...
Visita al día siguiente a Punta Umbría y "Ruta del Pescaíto". Un timo como una catedral puesto que no hay nada que ver y poco y malo que comer. Del vino no quiero ni hablar... No es día de pescado pero el restaurante que tiene contratado "Mundo Senior" tiene material de días anteriores. Para dar de comer a 120 comensales a la vez, lo fríen de antemano y lo calientan a nuestra llegada. Solo así se puede dar de comer a más de cien comensales a la vez. Un plato para cuatro personas. ¿Poco?. Pues sobró la mitad. Poco apetito o mala comida. Eso sí, no faltó la oferta de piezas de mojama, a voz en grito y a precios iguales o superiores a los que puedes encontrar en cualquier supermercado. Hay que exprimir la cartera de los vejetes...
Al día siguiente Bollullos y Niebla. Visita a la bodega Oliveros que nos "regala" a cada viajero un estuche con dos botellas de vino joven. Dicen ser los inventores del "vino de naranja". Mosto de uva Pedro Ximenez macerado con piel de naranjas amargas, que compras aparte a 7 € la botella. Parecido precio para la botella de Vermut y lo mismo para una botellita de 100 cl. de vinagre viejo en spray. La pidas o no la vendedora, que tiene más cara que espalda, te mete una botellita de vinagre dentro cada una de las cajas con las especialidades que pidas.
Ante tanta caradura, uno piensa que la invisible botellita de vinagre va de regalo, pero te cobra los citados 7 euros adicionales. Total: cuatro botellas para los hijos: 53 euros porque, claro, dentro van las cuatro botellitas de vinagre. Y eso día sí y otro también. Buen negocio.
Lo de Niebla ya fue muy diferente. Interesante pueblo perfectamente amurallado con su Castillo de los Guzmanes e iglesia mozárabe, antes visigoda, que fue sede episcopal. Intramuros antigua sinagoga y actualmente capilla de San Martin con campanario de doble espadaña.
Más al interior de la población iglesia de Santa María de la Granada, gótico-mudéjar, columnas romanas y trazas de mezquita árabe.
A la entrada pila bautismal visigoda donada por un ganadero cuya familia estuvo utilizándola históricamente como abrevadero para el ganado.
En el altar mayor, ambones visigodos y sillón episcopal de piedra, también visigodo.
El colmo de la curiosidad es contemplar su confesionario de piedra y ladrillo blanco. en abierto.
En cuanto al Castillo de los Guzmanes, no merece otra mención especial salvo el ser morada de la familia de Alfonso Pérez de Guzmán, fundador de la Casa de Medina Sidonia. Al servicio del rey Alfonso X el Sabio, éste lo casó con María Alfonso Coronel, una rica mujer que aportaría una inmensa dote matrimonial. A la muerte del rey, Guzmán el Bueno, siguió prestando sus servicios al hijo y heredero Sancho IV ampliando sus ya muchas propiedades en su lucha contra los moros. En 1294 el nuevo rey Sancho IV encargó a Guzmán la defensa de Tarifa, amenazada por su hermano el infante Juan apoyado por las tropas nazaritas. Según la leyenda los musulmanes sitiaron la ciudad y apresando al hijo de Guzmán amenazaron a éste con matar a su hijo si no rendía la plaza. Guzmán respondió desde lo alto de la torre lanzando su cuchillo gritando: Matadle con este, pues más vale honra sin hijo que hijo sin honra. A la muerte de este noble militar la Casa de los Guzmán era el linaje más importante de la nobleza andaluza.
Faltaba el plato fuerte del viaje a Huelva. Sí amigos. Quedaba por llevar a cabo la visita a la aldea del Rocío y muy especialmente a su Virgen, la "Blanca Paloma". El final del camino para sus miles de peregrinos en el domingo de Pentecostés. Una aldea con cientos de casas que acogen más de cien hermandades y miles de amigos de cualquier parte de Andalucía, pero también del resto de España y parte del extranjero. Apenas bajar del autobús nos subieron en carretas con dos pares de caballos cada una mostrándonos buena parte de la inmensa aldea. La marisma y sus muchos caballos salvajes. Patos y flamencos hurgando en el agua...
Dos paradas con rebujito y final del recorrido en la puerta de la iglesia que alberga a la Virgen. Bellísimo retablo dorado y más bella todavía la Virgen del Rocío que lo preside.
Ciertamente hubiera sido un gran "pecado" saltarse esta obligada visita a esta Virgen capaz de reunir a sus pies más de un millón de personas en la fiesta que culmina el peregrinar de tanta gente que la adora.
Como es costumbre encendimos velas para todos nuestros familiares y amigos, marchando después a tomar unas gambas de Huelva a la plancha, acompañadas de unas cervezas bien frías, pues la carne es débil.
El último capítulo fue una excelente comida en uno de los restaurantes de la aldea rociera, a cuyos postres un grupo de artistas flamencos nos deleitaron con cantes y bailes flamencos, especialmente sevillanas, acabando su actuación con la "Salve Rociera" a cuyo cante nos sumamos todos los presentes, con más voluntad que poderío.
El día siguiente era de regreso y había que madrugar. Esta vez el avión nos embarcó dentro del horario previsto y a la hora de comer estábamos en casa. Más bien, en el restaurante al que previamente habíamos encargado mesa con hijos y nietos. Bien está lo que bien acaba...
RAFAEL FABREGAT
(Dedicado a Julio y Cristina)
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