12 de abril de 2017

2393- LA LEY DEL KANUN.

Al sureste de Europa, un continente que tenemos catalogado como líder de la modernidad, se aplican todavía leyes ancestrales de lo más arcaico y estremecedor, cuya aplicación ha costado miles de vidas a lo largo de los tiempos. Se trata de una bellísima región del norte de Albania, en plenas "Montañas Encantadas" de los Balcanes, un rincón olvidado y todavía más pobre que el resto del país, ya de por sí arruinado 
económicamente. Tierras y gentes supervivientes de la opresión otomana y del régimen Socialista Soviético. Lo curioso es que, en pleno siglo XXI, estas gentes sigan rigiéndose por la Ley del Kanun, una ley establecida allá por el siglo XIV por los héroes de la resistencia contra los turcos y que ya ha costado la vida a varios cientos de personas. 

La vida en esa región es dura y muy poco gratificante pero poco a poco va despertando a la normalidad gracias al turismo rural y al senderismo que busca en sus hermosos valles una belleza cada vez más escasa. Es de esperar que ese mismo turismo, cada vez más numeroso, ponga fin a esta brutal forma de hacer justicia en estos parajes. La ley del Kanun no es otra cosa que un conjunto de normas de origen turco, transmitidas generación tras generación y que se basa en la máxima del "ojo por ojo". Cualquier problema que surja entre vecinos, por determinada propiedad de tierras, ganado, etc. siempre se ha pagado con sangre. Sin embargo existe la costumbre de que la venganza no pueda llevarse a cabo dentro del hogar, lo que hace que algunas personas no puedan salir de casa de por vida.

Este miedo a la muerte, a manos de sus enemigos, hace que algunos miembros se inclinen incluso por el suicidio a fin de escapar del encierro en el que deberían vivir a perpetuidad. El artículo 125 de la Ley del Kanun establece que la venganza de sangre debe aplicarse a los varones de la familia y sin distinción de edad, lo que implica la posible ejecución de bebés. Por supuesto la venganza contra el asesino es a su vez la muerte de algún varón de su familia, lo que lleva a una venganza sin fin. El honor de la familia mancillada no se recupera hasta que mueren todos los varones de la familia causante del mal. Esta misma ley tiene también normas muy estrictas para las mujeres casadas, ya que les impide votar, llevar pantalones, comprar o vender, fumar, llevar reloj e incluso entrar en ciertos edificios públicos como bares o tabernas. 

En el caso de la mujer el adulterio puede ser castigado con la muerte. Esto ha llevado a muchas mujeres a acogerse a una de las normas del Kanun, que es la de convertirse en "vírgenes juradas" lo que las convierte en hombres por medio del voto de la castidad, pudiendo actuar como ellos y teniendo sus mismos derechos. La virgen jurada renuncia a tener relaciones sexuales y al matrimonio, tomando el papel de hombre en la familia. Este juramento lo hace ante los ancianos de la comunidad, llevando pantalones y armas, a partir de cuyo momento es tratada como un hombre más. Esta medida se lleva principalmente a cabo para evitar un matrimonio no deseado, sin faltar a la palabra dada. Esta práctica es la única forma institucional de cambio de género en Europa y aunque está prácticamente erradicada, al norte de Albania todavía viven algunas de ellas.

Ante la falta de un jefe de familia, una hija soltera tomaba esta posición a fin de entrar en el consejo de la comunidad y no quedar totalmente desprotegidos. Las "vírgenes juradas" tenían derecho a heredar y podían estar entre los hombres e incluso tener sitio en el consejo, aunque sin derecho a voto. De todas formas la sola presencia en el consejo ya daba el suficiente estatus como para poder defender sus derechos. Las dos fotos anteriores nos enseñan a otras tantas "vírgenes juradas" que acreditan su condición de mujeres, pero vistiéndose y comportándose como hombres. El problema mayor era que esta adquisición de obligaciones y derechos masculinos comportaban también la obligación a continuar las venganzas de sangre de sus familias ya que, de acuerdo con la Ley del Kanun, habían dejado de ser mujeres...

RAFAEL FABREGAT

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