Pues sí amigos, un verdadero escándalo. ¡Ya tocaba!. A mi llegada a casa y en plena ducha, advertí un dolor en el espinazo del que no dije nada a mi mujer para no preocuparla. Hice bien pues pasó pronto, no era otra cosa más que cansancio. No cansancio por la caminata de la búsqueda de setas, sino por las decenas de veces que tuve que agacharme a recoger los preciados níscalos, la seta por excelencia. Desde mi punto de vista no debería ser así, puesto que hay otras muchas clases de setas mejores que ésta, pero está claro que ninguna tan popular y conocida por todos como el níscalo o rovellón. Así está la cosa en un año en que, al menos en el Maestrazgo que es donde nosotros vamos a buscar, las lluvias han sido escasas y tampoco generales.
De la docena (larga) de sitios excelentes en los que vamos a buscar, solo en dos hay una cierta humedad que yo califico de escasa. El resto está seco. Con esta de ayer hemos ido tres veces a buscar... El primer día encontramos unos tres kilos de distintas variedades y verificamos la humedad de todos nuestros puntos de búsqueda que, repito, solo estaba bien en dos de ellos; el segundo día dos cestas y algo más en los dos lugares con humedad, pues realmente se trataba de una cesta y una caja de plástico; ayer... Ayer fue mágico, algo que (si no estoy equivocado) hacía ya tres años que no sucedía. Ante la escasez habitual tenía en mente ir a los dos lugares de la vez anterior, pero no pudo ser... Llegados al primer punto y aunque eran las 9 y media y el sol estaba en lo alto, constatamos que en ese lugar no había ido nadie a buscar.(?)
Eso es lo mejor que le puede suceder a un buscador de setas; el mismo punto en el que la semana anterior habíamos recogido la primera cesta, también sin competencia. Todavía con un pie dentro del coche ya vimos los primeros ejemplares. La búsqueda se convirtió en una fiesta por la gran cantidad de ejemplares, que no por su tamaño. Doscientas veces y me quedo muy corto, tuvimos que agacharnos para recoger las dos cestas que llevamos y la caja frutera de plástico. Todo lleno, le dije a mi mujer...
- Y ahora, ¿qué hacemos? -le pregunté.
- Tendremos que marcharnos a casa -me respondió ella.
- ¿Y la comida? -le pregunté yo.
Y es que apenas eran las doce y nosotros tenemos costumbre de comer en alguno de los restaurantes de la zona...
Queriendo hacer algo más de tiempo apostamos a ver quien sería el primero en llenar la copa de su sombrero pero claro, con este plan, aquello apenas supuso diez minutos más... Curiosa circunstancia. El monte repleto de rovellones y nosotros sin poder seguir buscando, a pesar de sobrarnos el tiempo. No había otra posibilidad y "resignados" marchamos hacia Mosqueruela contentos y felices. Sin prisa fuimos a comprar pan y algunas otras viandas y a poco más de la una del mediodía llegamos al restaurante cuyo comedor todavía estaba cerrado. Tras la comida nos despedimos hasta el siguiente fin de semana, a sabiendas de lo que allí dejábamos y las altas posibilidades de que no los coja nadie. No podemos ir antes puesto que las hijas trabajan y nosotros somos los encargados de llevar a las nietas al colegio y de recogerlas por la tarde.
Y para postre, el sábado tenemos boda. Yo es que solo tampoco quiero ir y menos a un lugar donde no suele ir nadie. Ya tengo una edad y te caes o te da un patatús y allí te quedas tirado. No pasa nada. A pesar de las setas que dimos a algunos amigos al llegar a casa, el congelador lo tenemos ya casi a tope. El problema es que
De la docena (larga) de sitios excelentes en los que vamos a buscar, solo en dos hay una cierta humedad que yo califico de escasa. El resto está seco. Con esta de ayer hemos ido tres veces a buscar... El primer día encontramos unos tres kilos de distintas variedades y verificamos la humedad de todos nuestros puntos de búsqueda que, repito, solo estaba bien en dos de ellos; el segundo día dos cestas y algo más en los dos lugares con humedad, pues realmente se trataba de una cesta y una caja de plástico; ayer... Ayer fue mágico, algo que (si no estoy equivocado) hacía ya tres años que no sucedía. Ante la escasez habitual tenía en mente ir a los dos lugares de la vez anterior, pero no pudo ser... Llegados al primer punto y aunque eran las 9 y media y el sol estaba en lo alto, constatamos que en ese lugar no había ido nadie a buscar.(?)
Eso es lo mejor que le puede suceder a un buscador de setas; el mismo punto en el que la semana anterior habíamos recogido la primera cesta, también sin competencia. Todavía con un pie dentro del coche ya vimos los primeros ejemplares. La búsqueda se convirtió en una fiesta por la gran cantidad de ejemplares, que no por su tamaño. Doscientas veces y me quedo muy corto, tuvimos que agacharnos para recoger las dos cestas que llevamos y la caja frutera de plástico. Todo lleno, le dije a mi mujer...
- Y ahora, ¿qué hacemos? -le pregunté.
- Tendremos que marcharnos a casa -me respondió ella.
- ¿Y la comida? -le pregunté yo.
Y es que apenas eran las doce y nosotros tenemos costumbre de comer en alguno de los restaurantes de la zona...
Queriendo hacer algo más de tiempo apostamos a ver quien sería el primero en llenar la copa de su sombrero pero claro, con este plan, aquello apenas supuso diez minutos más... Curiosa circunstancia. El monte repleto de rovellones y nosotros sin poder seguir buscando, a pesar de sobrarnos el tiempo. No había otra posibilidad y "resignados" marchamos hacia Mosqueruela contentos y felices. Sin prisa fuimos a comprar pan y algunas otras viandas y a poco más de la una del mediodía llegamos al restaurante cuyo comedor todavía estaba cerrado. Tras la comida nos despedimos hasta el siguiente fin de semana, a sabiendas de lo que allí dejábamos y las altas posibilidades de que no los coja nadie. No podemos ir antes puesto que las hijas trabajan y nosotros somos los encargados de llevar a las nietas al colegio y de recogerlas por la tarde.
Y para postre, el sábado tenemos boda. Yo es que solo tampoco quiero ir y menos a un lugar donde no suele ir nadie. Ya tengo una edad y te caes o te da un patatús y allí te quedas tirado. No pasa nada. A pesar de las setas que dimos a algunos amigos al llegar a casa, el congelador lo tenemos ya casi a tope. El problema es que
estamos jugando con la suerte. El día menos pensado recala por allí cualquier buscador despistado y se acabó lo que se daba. El problema no son los rovellones que recoge sino que, si te detectan el "paraíso", ya no te los quitas de encima en todos los años venideros. Bien es verdad que, como he dicho antes, conocemos otro sitio de iguales características y también de escasos o nulos visitantes, pero... A la hora de llenar la cesta, la falta de competencia es fundamental. En fin, es lo que hay. Si vamos la próxima semana, ya os contaré...
RAFAEL FABREGAT
RAFAEL FABREGAT
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