25 de junio de 2013

1056- LA IGLESIA Y EL SEXO.

A mayor sapiencia, más tolerancia.
¿De qué nos extrañamos que el cura de cualquier pueblo se acueste con hombres y mujeres?. ¿Acaso es peor cura por entregarse a los placeres del amor o del sexo?. 
Pues bien, somos muchos los que creemos que no. 
Que un sacerdote practique sexo esporádico o con frecuencia, según se tercie, no lo convierte en un ser aberrante y mucho menos en persona incapacitada para llevar a cabo los servicios religiosos de cualquier iglesia. Solo es menester dejar apartada la incongruencia y la mentira. 
Practicar sexo, con amor o sin él, no fue prohibido por Jesús o, al menos, no figura en ninguna de las enseñanzas que han llegado hasta nosotros. De hecho San Pedro, el más amado de sus apóstoles, era casado como lo eran casi todos los demás. 
El Nuevo Testamento incluso dice que las mujeres presidieron durante los primeros tiempos del cristianismo la "comida eucarística". 
O sea, que todo era váido, excepto hacerle daño a tu prójimo.

Durante la Edad del Gnosticismo (siglos II y III) se llegó a la conclusión de que así como la luz y el espíritu eran buenos, la oscuridad y las cosas materiales eran malas compañeras de la Iglesia. 
En esa época se creía que una persona no puede ser perfecta estando casada. Sin embargo, a pesar de tales pensamientos, la mayoría de sacerdotes eran casados. 
En el Concilio de Elvira del año 306 se proclamó el siguiente decreto 41 que puso las cosas sobre la mesa: "Todo sacerdote que duerma con mujer la noche antes de dar misa, perderá su trabajo". 
Por lo visto, no habiendo misa al día siguiente se podía hacer de todo... Y acostarse con hombres tampoco era pecado. 
En el Concilio de Nicea del año 325 es cuando se decreta que a partir de ese momento los sacerdotes no podrán tener mujer y las mujeres no podrán ser ordenadas, lo que sugiere que hasta entonces podían serlo. 
Y ahora, casi dos milenios después, todo son prohibiciones y recortes. Se ve que los casados aportaron más problemas que beneficios...

El año 385 para poder acceder a la silla de Pedro, el papa San Siricio abandonó a su mujer. Siricio fue el primer obispo de Roma que usó el título de Papa
San Agustín, en el año 401, declaró que: "nada hay tan poderoso para envilecer a un hombre, como las caricias de una mujer"
Se ignora el por qué llegó a tal conclusión pero es de suponer que lo habría probado, por lo que tales opiniones fueron prosperando y en el Concilio de Tours (564) se estableció que todo clérigo que se halle en la cama con una mujer, será excomulgado por un año y reducido a estado laico. 
No dice nada respecto al castigo en caso de hallarse en la cama con otro hombre, motivo por el cual (quizás) haya tanto homosexual entre sus filas, como lo hay en las cárceles del mundo. 
El año 580 el papa Pelagio II promueve una política de no intervención contra sacerdotes casados, siempre y cuando no cedieran sus propiedades a sus mujeres o hijos, lo cual deja claro que lo que se pretendía era no mermar los bienes conseguidos en nombre de la Iglesia.
¡Por el interés te quiero Andrés...! 

En la Francia del siglo VII está demostrado documentalmente que la mayor parte de los sacerdotes estaban casados y en el siglo VIII el papa Bonifacio escribe que en Alemania (casi) ningún obispo o sacerdote son célibes. 
En el Concilio de Aix-la-Chapelle (año 836) se admite abiertamente que en los conventos y monasterios se han practicado abortos e infanticidio, para encubrir las actividades de los clérigos que no practicaban el celibato. Al respecto, el obispo San Ulrico argumenta que, basándose en el sentido común, la única manera de purificar a la Iglesia de sus excesos sería permitiendo que los sacerdotes se casen. En el año 1.045 el papa Bonifacio IX se dispensa a sí mismo y renuncia al papado para casarse y el año 1.095 el papa Urbano II vende a las esposas de los clérigos como esclavas y abandona a los hijos a su suerte. En el siglo XIV el obispo Pelagio se queja de que las mujeres aún siguen ordenándose y que administran la confesión.

En pleno siglo XX...
1.930. Pío XI dice que el sexo es bueno y santo.
1.951. Pío XII ordena sacerdote a un luterano alemán casado.
1.962. Juan XXIII dice que el matrimonio es equivalente a la virginidad.
1.966. Pablo VI ordena mujeres checas para atender a presas comunistas.
1.980. Se ordenan anglicanos y episcopales casados en EEUU.
1.993. Juan Pablo II dice que el celibato no es esencial para el sacerdocio y que no es una ley promulgada por Jesucristo.
Pues claro que no. No menos de 7 papas fueron casados y con hijos. No menos de 11 papas eran hijos de sacerdotes o papas y no menos de 6 papas -del siglo XII y posteriores- tuvieron hijos ilegítimos. Entonces... ¿Para qué tantas mentiras?

















¿Una mujer no puede enaltecer la figura de Cristo igual o mejor que ellos?. 
¿Acaso ellos, que se acuestan cada día con hombres y mujeres, son menos pecadores?. Vivimos tiempos de libertades y por lo tanto, con respecto al sexo, que cada cual haga lo que le venga en gana.  
Que a ellos les guste el sexo es algo natural y que lo practican un hecho probado.

Se sabe también que, al ordenarse, los sacerdotes no hacen voto de celibato y que solo se trata de una promesa realizada al obispo que dirige la ceremonia. Promesa que tampoco sería necesaria puesto que nada tiene que ver sexo con seguir las enseñanzas de Jesucristo. 
Aún después del siglo XII, papas y sacerdotes continuaron casándose y teniendo hijos durante siglos. Un acto de valentía y modernidad sería permitir a los sacerdotes el casarse y que las mujeres pudieran ser candidatas al sacerdocio. 
Son actos voluntarios de fe y servicio a los demás que la Iglesia no debería impedir. 
Después de tantos escándalos sería deseable que el aire puro entrara en los anchos muros de la Iglesia. 
Quizás con mayores libertades volvería esa fe, ahora totalmente perdida, por la incongruencia y la realidad actual.

RAFAEL FABREGAT



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