24 de junio de 2013

1055- LAS BUENAS COMPAÑÍAS.

Lo de inteligente o tontorrón, es algo que no se aprende en Primaria y tampoco en la Universidad. Uno nace y eso lo lleva encima, como los ojos azules o castaños, como el tener una pierna más larga que la otra, el cuello largo o corto y el culo plano o respingón. Poco o nada se puede hacer contra eso. Está claro que si uno se cultiva puede disimular y mucho el problema pero, cual aceite en el agua, más pronto o más tarde los genes emergen en el momento más inoportuno. Ayudan y mucho (dicen) las buenas compañías. Yo es que no sé lo que es eso. En los pequeños pueblos de las décadas de 1950 y 60 para los pobres no había de eso... Nos criábamos todos entre el fango de nuestras calles y la mierda de nuestras casas. Exceptuando esa docena de casas más ilustres del pueblo, que tampoco se hartaban de patatas hervidas con cebolla o repollo pero que tenían corral aparte, el resto teníamos metidas en nuestras casas el corral del mulo, un par de conejeras y media docena de gallinas sueltas por el patio trasero de la casa.

Indefectiblemente todas las casas tenían el mismo ambientador exceptuando aquellas que, para más inri, tenían alguna cerda y engordaban un par de camadas de cerditos al año. Aquello era vida. No tener necesidad de ducharte, porque todos usábamos el mismo ambientador... Bien es verdad que el carnicero olía a matadero y el que hacía escobas lo hacía a palma enmohecida, pero en todo el pueblo los olores eran prácticamente los mismos. No iguales, pero parecidos. Si queremos afinar en este aspecto hay que decir que, aunque todos putrefactos, cada casa tenía su olor particular. Tan diferente y especial que, con los ojos vendados, hubieras podido adivinar en qué casa estabas
- A ver Pepito, ¿en qué casa estás?
- Mmmm, en la de la tía Carmen.
- Muy bien, ¿y ahora?.
- En casa de Vicente.
Era fácil. La tía Carmen criaba cerdos, la madre de Vicente conejos, la de Antonio cabras... Pero ¡Ah!. Eso acabó y ahora todos olemos a nada.

A la salida del colegio cada cual ayudaba en los trabajos a sus padres, la mayoría en el campo, pues entonces eran pocos los que estudiaban. Los que podían hacerlo tenían un buen trabajo asegurado puesto que, siendo tan poca la gente con estudios, la demanda superaba la oferta. Algo bastante diferente a lo que sucede ahora. Todos con importantes carreras, al ingeniero se le llama Fernando, al médico Vicente y al abogado Tomás. Lo de anteponer el Don ha quedado aparcado en la noche de los tiempos. Sin embargo antes, como ahora, las amistades eran importantes. Especialmente las metidas en política o religión, cuando no las de régimen militar entonces tan boyantes con aquello de la dictadura. Ser amigo del cura del pueblo, del maestro o del cabo de la Guardia Civil era muy importante y eran varias las casas del pueblo que se dedicaban a esto, como trabajo primordial, porque aquello también era un trabajo, a la larga bien recompensado. Codearse con la élite local era un círculo cerrado en el que no todos podían entrar. Hoy, con el acceso libre a la política, todo funciona a codazos pero entonces era a base de lametones de culo, por eso a algunos el aliento les apestaba una barbaridad.

Las buenas compañías siempre fueron importantes y lo seguirán siendo. Lo que sucede es que los tiempos han cambiado bastante y exceptuando los pequeños pueblos, donde todavía se valora lo de ser "hijo de", en las ciudades y pueblos importantes todo eso pasó a la historia. Cada cual va a su bola pero... ¿Seguro que las amistades no importan?. Yo creo que si. Pienso que eso de que las amistades son una ventaja a la hora de conseguir determinadas prebendas ha sido siempre y lo seguirá siendo. En el núcleo rural y en las ciudades. Lo que sucede es que, cada día más, la religión está de capa caída y tampoco el tema militar tiene ya importancia alguna. Valen, eso sí, las amistades políticas. Pero ya no con dos melones o una cesta de fruta. Tampoco con un pollo de corral prácticamente inexistente. Vale el "hoy por tí y mañana por mí". Vale el sobre bajo mano, el jamón de bellota, el fin de semana con hotel y señorita de compañía incluidos y, sobre todo, vale el que se diga "SI a mi propuesta", que mañana seré yo el que diga "SI a la tuya". Es un toma y daca, una guerra de intereses en la que todo vale y todo merece la pena. No hay ayuntamiento pequeño, todos tienen interés para alguien.

Si lo de antes era vergonzoso hoy lo es más todavía. Pero es lícito y muy provechoso. Buscar y encontrar buenas compañias es una dedicación y un arte nada despreciable que no todos son capaces de acometer. Siendo puro teatro, no todos son capaces de llevarlo a cabo con la elegancia que requiere. Se trata de lamer el culo del poderoso, pero sin que éste lo note. Tiene que creer que lo que haces y dices de él es lo que realmente piensas de corazón y que no te mueve ningún interés. Es toda una obra de arte para la cual no todos están capacitados. No importa que tu seas una mierda o un desalmado sin corazón. Eso no tiene relevancia alguna. Se trata de que la gente cuya relación te interesa obtener, piense que para ti ellos son como dioses a los que se adora porque lo valen. Recuerda que la opinión real que tengas de ellos no debe manifestarse y tampoco notarse que tu adoración hacia ellos es pura farsa de conveniencia. Has de representar tu papel y hacerlo bien. Si lo consigues, tendrás abiertas las puertas de su casa y acceso a todo cuanto esa persona pueda hacer por tí. Las buenas compañías, te lo digo yo, siempre interesan.

Si eso es o no importante para tí, solo tú puedes decidirlo. Yo no lo he hecho jamás pero mi consejo es que lo hagas, si puedes. Beneficioso es. Que hay que tener mucha cara y pocos escrúpulos, también. Pero merece la pena. Dice un proverbio chino que la empresa de quien tiene amigos no quiebra jamás. No es una tontería. El proverbio es tan cierto como que mañana será otro día pero, claro, para eso hay que nacer. Como decía al principio de esta entrada, lo de ser guapo, feo, gilipollas o lameculos, no se aprende en el colegio. Para eso, como para muchas otras cosas, hay que nacer. Sin embargo, con un poco de predisposición y algo de aprendizaje la comedia es posible
- Ay chica, que bien te veo. Estás más delgada ¿verdad?.
- ¡Qué me dices...! ¿Tú crees?.
- Ay si. ¿Haces algún régimen?. Y te veo más morena...
- Pues será de ir por la calle pues aún no he pisado la playa.
- Pues estás monísima. Y tu hija, que guapa está...

Decirle eso a una mujer de 50 años cumplidos y 90 kilos de peso es difícil y si tiene una hija fea como un demonio más todavía, pero no es imposible. De hecho esas cosas se dicen en cualquier parte y todos los días del año. Conseguir un trabajo, un aumento de sueldo, entrar en determinado círculo de amistades y hasta hacer negocios de gran calado, suele ir acompañado de esta clase de cosas. Por lo tanto, que no os quepa duda que las buenas compañías son importantes. Se trata simplemente de poder llevar adelante el teatro de la vida. Todos no pueden, pero ellos se lo pierden. Yo me lo perdí, no supe, no pude. Pero cada día que pasa, a medida que me acerco al final del camino, más aprecio el ser yo mismo. Alguien me tachará de desagradecido. Yo no me tengo por tal, pues mi casa siempre fue la primera que abrió la puerta y la última que ha cerrado, pero jamás fuí un lameculos. Unas veces de forma diplomática y otras a bocajarro, pero siempre dije lo que pensaba. Fui auténtico, aún a costa de perder alguna oportunidad. Gracias a Dios no me ha hecho falta nada, pues mi trabajo ha suplido esos favores, que más pronto o más tarde has de devolver. Sin embargo repito que las buenas compañías, aunque falsas, son de gran interés. El mayor de todos ellos es que al que tiene buenas compañías lo protegen... y al que nos las tiene, lo asesinan. ¿Os parece poco?.

RAFAEL FABREGAT

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