16 de febrero de 2015

1662- LAS CATACUMBAS DE SAN JENARO.

Las Catacumbas de San Genaro se encuentran al norte de la ciudad de Nápoles, bajo el subsuelo de la iglesia Madre del Buon Consiglio, desde la que se accede. Es una de las iglesias más recientes de Italia, puesto que fue construida entre 1920 y 1940 a raíz de la coronación por parte del papa Pio X de una pintura de la Virgen que, según la creencia popular, ayudó a controlar una epidemia de cólera aparecida en 1884 y a limpiar el cielo oscurecido por las nubes de cenizas de una erupción volcánica del Vesubio en 1906. Esta iglesia, coincidente con el acceso a las Catacumbas de San Jenaro, se levantó para que los peregrinos pudieran visitar a su Virgen salvadora y al mismo tiempo proteger el acceso a las catacumbas. 


Inicialmente las Catacumbas de San Jenaro eran tres cementerios separados: el de San Gaudioso de Nápoles, el de San Severo y el de San Jenaro, cuyas galerías fueron posteriormente conectadas entre sí. El complejo tiene dos niveles correspondiendo el inferior al siglo III y al siglo IV el más elevado. De todas formas hay claros indicios de que antes ya había un cementerio pre-cristiano. La catacumba inicial era del siglo II, primera adaptada a las creencias cristianas y lugar de reposo de San Agripino, que fue el primer obispo enterrado en dicho lugar. San Agripino vivió a finales del siglo III y fue el sexto obispo de Nápoles. 


Fue a partir de su enterramiento en estas catacumbas cuando el lugar se hizo popular y tanto nobles como plebeyos querían ser enterrados allí, a consecuencia de lo cual pronto hubo de ser construido un segundo nivel que multiplicara su capacidad. Mayor todavía su éxito cuando fue enterrado San Jenaro en el siglo IV y San Gaudioso el Africano en el siglo VI, ambos en el nivel superior. Actualmente el cuerpo de San Jenaro descansa en la Catedral de Nápoles, exactamente en una urna bajo el altar, en la Capilla de Succorpo.


En 1497 se hace traslado de los huesos de San Jenaro a la Catedral y en 1527, tras la guerra entre España y Francia por el dominio de este territorio y la peste que devino por causa de la guerra, se hace voto solemne de construcción de una Real Capilla a la advocación del Santo que se inauguraría más de un siglo después, el 16 de Diciembre de 1646. Tras el altar, dos nichos con puertas de plata custodian el pecho de plata y las ampollas con la sangre del santo. El busto de San Jenaro, también de plata, había sido donado dos siglos antes por el rey Carlos II de Anjou, exactamente en 1305. En la cabeza del busto se conservan los huesos del cráneo del santo.


Sobre la importancia de las Catacumbas de San Jenaro, debe recalcarse una vez más que su éxito no se debe al titular, sino a San Agripino, que fue la primera figura importante en ser enterrada en dicho lugar y la que abrió el camino al éxito de esta necrópolis. El cuerpo de San Jenaro no llegó allí hasta dos siglos después, cuando las citadas catacumbas ya hacía muchos años que eran lugar de descanso de toda la élite eclesiástica y política del lugar. 
Hasta el siglo XI todos los obispos de Nápoles fueron enterrados en estas catacumbas. Múltiples saqueos llevados a cabo a partir del siglo XIII y XVIII aconsejaron el traslado de los enterramientos a un cementerio exterior. 


Son muchos los milagros que se atribuyen a San Jenaro y que le situaron como patrón de la ciudad de Nápoles. Aparte de las curaciones y otros favores que se le atribuyen a su intercesión, uno de los milagros más llamativos es que, desde hace aproximadamente cuatrocientos años, tres veces al año la sangre contenida dentro de la reliquia del santo se licua de forma inexplicable. El día del Santo (19 Septiembre), la fecha de traslación de sus restos a la catedral (sábado anterior al primer domingo de Mayo) y el aniversario de su protección de los efectos del Vesubio (16 de Diciembre) uno de los sacerdotes pone la reliquia sobre el altar, enfrente de la urna que contiene la cabeza de San Jenaro y comienza el acto de licuefacción. La reliquia es una masa oscura, que se supone es la sangre de San Jenaro contenida dentro de un recipiente de cristal sostenido sobre un soporte de plata. Los fieles llenan la iglesia. En medio del fervor silencioso de la multitud, un sacerdote agita el relicario y la masa oscura y seca adherida al fondo del frasco, se desprende, se vuelve líquida y de color rojo. 


Todo transcurre a la vista de los fieles. Estudiado y valorado el "milagro" por expertos, han afirmado no tener explicación para esta misteriosa transformación. La Iglesia afirma favorecer la investigación de este hecho, pero solamente es de forma superficial. No permite acceder al contenido de la ampolla ni proporciona parte de ella para su examen. La Iglesia dice ignorar el motivo de la licuación de la sangre de San Genaro y se muestra dispuesta a cualquier tipo de investigación que demuestre las causas de este aparente milagro, pero sin romper la ampolla que la contiene. Sin duda alguna el contenido de la citada ampolla no es la sangre de San Jenaro, ni la de ningún otro mortal. Simplemente no es sangre. Basta ya de tanta mentira y manipulación. Los tiempos de los "milagros" terminaron cuando acabó la ignorancia...*

RAFAEL FABREGAT

(*).- Los sinvergüenzas no son otra cosa que gente sabia, adelantada a su tiempo, que abusa de la ignorancia de los demás. Hoy se sabe perfectamente que hay sustancias que se solidifican en reposo y que vuelven a licuarse cuando se agitan, una propiedad que se llama tixotropía. El Hidróxido de Hierro, Cloruro de Hierro, Carbonato de Calcio y agua destilada, mezclada y colada podría ser el equivalente perfecto para realizar el "milagro" de San Jenaro. La técnica no es nueva, puesto que ya la descubrió el químico belga Van Helmont (1577-1644). Casualmente el mismo tiempo que está llevándose a cabo el famoso "milagro". 

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