6 de septiembre de 2011

0482- LAS PERLAS NEGRAS DE TAHITÍ.

Comprar al productor siempre garantiza el mejor precio, pero no la calidad. Si tenemos en cuenta que el precio debe ir acorde con la calidad que adquirimos, solo podremos decir que la compra es buena si la calidad recibida es superior proporcionalmente al precio pagado. Personalmente creo que es más barato comprar unos buenos zapatos que dos pares mediocres por el mismo precio, especialmente si te lastiman los pies y no hay forma de aprovecharlos. Lo mismo ocurre con frutas y verduras que demasiadas veces se compran porque parecen baratas y después resultan estar pasadas, golpeadas, verdes o agusanadas y la mitad hay que tirarlas a la basura. Esas son sin duda las más caras.

Pero sin embargo mi intención en el día de hoy no era hablar de zapatos y menos todavía de frutas y verduras. Mi idea era hacerlo -ojo al dato- ¡de perlas!. Indudablemente, si fuera mujer, antes de comprarme piedras yo compraría perlas. No me pregunten por qué, no sabría responderles. Quizás porque me parecen muy elegantes. Aunque el dinero no me sobra, a mi mujer se lo dije mil veces...
- ¡Cómprate un collar de perlas!. 
Durante décadas, ella ni caso. Ahora, unos años atrás, por fin se lo compró o me permitió que se lo comprara, que viene a ser lo mismo. Desde siempre, me ha dado la impresión de que una mujer gana mucho con un buen collar de perlas. Claro que para eso han de ser auténticas. 

El tamaño, como en todo, siempre importa pero la calidad importa mucho más. La de la foto evidentemente no es mi mujer, pero en su juventud no andó tan lejos. Yo, ni ahora ni nunca fui Paul Newman ó Brat Pitt. En fin...

Puestos a ello y ante la gratuidad del viaje, pueden irse unos días de vacaciones. Lo de la gratuidad viene a cuento del posible ahorro de comprar en origen. ¿A donde?. Pues hombre, si las queremos negras, naturales y al mejor precio posible, debemos ir a Tahití. Las lagunas polinesias son un buen lugar para encontrar productores que, a escala familiar, cultivan la "Pinctada margaritífera". Lo que pasa es que la mayoría están copados por almacenistas de joyería que se hacen cargo de toda la producción. Hay otros lugares donde se produce este tipo de perlas, pero si queremos lo mejor no podemos apartarnos mucho de la zona, no sea cosa que nos las den tintadas artificialmente. Podemos, eso sí, acercarnos al archipiélago de Tuamoto. 

A una hora de vuelo desde Tahití tenemos este maravilloso archipiélago también dedicado al cultivo de las perlas negras y, quizá por ser menos conocido, se pueden encontrar mejores precios. Los menos exigentes pueden encontrar perlas a partir de 5/10 euros la unidad.
El proceso, como todos saben, es la implantación de un núcleo (6 mm.) en el interior de la ostra que ésta recubre con una capa tras otra de nácar, a fin de aliviar el malestar que el cuerpo extraño le produce. Colgar las ostras en ristras y sumergirlas en la laguna cuanto más tiempo mejor es el segundo paso. Normalmente el aumento de nácar suele ser alrededor de un milímetro anual pero las primeras capas, al ser más pequeñas, cuestan algo menos. 

Pasado un año y medio ya pueden cosecharse perlas de un diámetro de 8 mm. que es el mínimo comercial.
De todas formas su perfección esférica, el color y un tamaño de 12/14 mm. es ya muy interesante. El problema de los pequeños productores es que hay que comer y no pueden esperar los 6/8 años que se precisan para sacar esos ejemplares que realmente valen dinero, pero para eso están los almacenistas. Ellos adelantan el dinero al productor y compran todo a 30 euros la unidad. En ese "todo" están las perlas que valen mil y también la basura. Hay que tener en cuenta que un 25% de las ostras injertadas mueren y otro 25% expulsan el núcleo. La primera selección es el tamaño y eliminación de lo no comercial.

Del 50% de las ostras que llevan la perla hasta el final, solo cinco son perfectamente esféricas y por lo tanto de valor elevado, aunque para ello aún falta saber el diámetro y determinar la calidad del nácar que lleva, así como el color del mismo. 
La segunda selección ya es por forma y color. Las no esféricas también pueden tener un alto valor si la forma es perfectamente simétrica, estando especialmente buscadas para colgantes las de forma de pera o gota. 
Las perlas de calidad y tamaño excelente pueden costarle al turista 1.000 euros o más, pero esa misma perla vale 3.000 euros en cualquier ciudad europea. 
Ya no digamos lo que podría valer una perla de esas características si fuera salvaje... No ya por la rareza de saber que solo una de cada 15.000 perlas se genera de forma natural, sino porque al carecer de implante artificial es prácticamente maciza.

Aún faltan otras selecciones que determinan el valor de una perla. El oriente o brillo, defectos superficiales o imperfecciones, disminuyen su valor. A menos imperfecciones mayor precio, aunque justamente por esas imperfecciones, cada perla es única.
Cuanto más grande es la perla, más difícil resulta que no tenga imperfecciones puesto que el crecimiento pocas veces es perfectamente simétrico cuando se llega a los 12 mm. o más. En fin, visto lo visto, no me extraña que mercadillos y manteros senegaleses se harten de vender collares de "perlas" (de plástico o cera) a 10 euros la unidad. Los joyeros se quejan amargamente de que ya casi nadie lleva joyas auténticas y casi todo lo que se ve por la calle es bisutería barata. La gente se arregla poco y, además, tiene miedo de exponer sus joyas.

RAFAEL FABREGAT

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