12 de octubre de 2020

3030- DESEOS CUMPLIDOS.

Este es, con diferencia, el año que más hemos tardado en recoger las patatas que nos vende un productor de Mosqueruela desde hace más de 20 años. Fue este pasado sábado, día 10 de Octubre. Solemos recogerlas cuando subimos a buscar robellones pero, como este año no había, no teníamos ninguna prisa. Cada vez que llamaba al productor de tan exquisitos tubérculos, siempre me decía que no había un solo robellón. 
- Ni para medicina -decía él- apenas han caído cuatro gotas y con el viento el monte se ha secado inmediatamente. Y yo aquí esperando a tener mejores noticias, hasta que me digo que, con la fiesta del Pilar encima, no era cuestión de esperar más. Nos hemos levantado tarde y hemos almorzado tranquilamente en casa. Sobre las 11h. pasábamos por Vilafranca del Cid y diez minutos más tarde llegábamos al cruce de Mosqueruela. 

Mi mujer queda sorprendida al ver que cojo la dirección a Cantavieja pero es que, como vamos con una hora de adelanto sobre lo previsto, mis añoranzas micológicas hacen que me apetezca parar para comprobar el terreno. 
Es pues en Cantavieja donde tomamos la dirección Mosqueruela. Tiempo perdido -pienso- pero son 55 años subiendo y muchos los recuerdos de jornadas épicas que invitan a pasear un ratito por lugares que tantas alegrías nos han dado. El monte da pena verlo. Tal como ya me había dicho mi proveedor, hasta la yerba está amarilla ante la falta de humedad. No importa, el tiempo es lo que sobra y en un viaje de casi 250 Km. dar un rodeo de 10 Km. no significa gran cosa. El coche rueda alegre por la pista que une ambos pueblos del Maestrazgo turolense. 

En esta zona es a mitad de camino donde solemos buscar y cuando faltan un par de kilómetros para llegar al punto deseado observo como cambia el terreno.
- Aquí el monte está verde -le digo a mi mujer- y tenemos algo más de 30 minutos para ver si podemos encontrar algo para cenar.
Treinta minutos es muy poco tiempo pero, como vamos a un lugar concreto, no hay que buscar. Si hay setas lo veremos enseguida. Lo importante es cumplir el deseo de estar un ratito por el monte. 
Llegados al punto previsto yo encuentro tres o cuatro robellones apenas bajar del coche y dos mi mujer. Nos ponemos a buscar por las inmediaciones, sin ni siquiera llevar cesta ni navaja, y en esos treinta minutos cogemos algo más de un kilo. No podemos estar un segundo más pues nos están esperando y apenas faltan quince minutos para la hora de la cita, así que subimos al coche y salimos pitando. El agricultor nos esperaba con los cinco sacos de patatas que había guardado para nosotros. Le pagamos y nos despedimos hasta el año siguiente. Queríamos comer allí pero, sin mesas en el Hotel Montenieve, marchamos hacia Cabanes, donde llegamos a las 3 de la tarde. Por muy lleno que esté, en el Hotel-Rte. Navarrete siempre hay una mesa para nosotros... 

RAFAEL FABREGAT

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