¡Qué bonito saber escribir, claro y conciso!. Estoy encantado con algunos artículos al servicio de los principales diarios de nuestro país. Está claro que la buena pluma es primordial pero, a mi modesto entender, los que no tenemos estudios no tenemos el por qué callarnos. Bien o mal nos vamos expresando y la mayoría lo entienden, que ya es algo. Lo que pasa es que el que sabe dice las mentiras y las verdades sin que nadie le pueda juzgar por ello. El que, como yo, tiene el defecto de decir la verdad por muy dura que sea y sin saber disfrazarla, aunque insignificante, puede tener algún problemilla. Por mucho que el Gobierno se queje, estos insignes periodistas ya apenas se meten con ellos y se explayan en este momento sobre el futuro del mundo tras la debacle del Covid-19 que nadie sabe a ciencia cierta cómo, cuando y de donde ha salido.
Naturalmente los periodistas no hacen otra cosa que contarnos lo que todos sabemos, pero "el cómo" es lo que los hace grandes. Sin embargo la gran incógnita actual es, ¿cómo será la vida a partir de ahora?.
Los que "fabricaron el virus" ya caminan libremente por sus ciudades, mientras nosotros seguimos encerrados en nuestras casas. En occidente el tema de los periódicos de hoy, sigue siendo la incertidumbre sobre lo que vamos a encontrarnos tras el obligado confinamiento al que estamos sometidos. Los que salgan, claro, porque algunos morirán en el camino. Caso de poder acceder a esa "libertad condicionada" que nos espera... ¿Qué vamos a encontrar?. Porque somos muchos los que tenemos claro que ya nada volverá a ser como antes. Nosotros no somos chinos. De momento estamos encerrados en nuestra cárcel particular, afrontando con cierto optimismo el acontecer de cada día y contando el tiempo que resta para poder salir en busca de la ansiada libertad.
Pero, ¿cual es el escenario que nos espera?. No quiero dibujar una imagen de caos económico, pero está claro que muchos retomarán el camino de sus vidas con un trabajo perdido, con una empresa sin clientes, con una exportación paralizada... Todos esperamos que la economía vuelva poco a poco a la normalidad, pero sin duda será de forma muy lenta. Con sueldos sociales pocos planes se pueden hacer y con dinero prestado pocas empresas pueden levantarse con rapidez. De momento que nadie se considere valiente por el solo hecho de resistir detrás de la trinchera de nuestras casas. Valientes, eso sí, son todos aquellos que luchan cada día por salvar a quienes han enfermado por el virus, así como todos aquellos que luchan a su lado por mantener, e incluso crear de la nada, las infraestructuras sanitarias necesarias para ello.
Valientes son aquellos que, con riesgo de su salud y de sus vidas, luchan cada día por producir y hacernos llegar a los que estamos encerrados en nuestras casas, todos los productos de primera necesidad, como si nada aconteciera.
En esta lista interminable y tan solo, a modo de ejemplo, destacar a todos aquellos relacionados con la sanidad, pero también a agricultores, gente del mar, granjeros, camioneros, repartidores y oficios intermedios como panaderos y un larguísimo etcétera. Sin ellos ya todo habría acabado muy malamente. Estamos cansados porque estamos acostumbrados a la libertad, pero se puede aguantar muy bien en casa, si estás pertrechado de víveres, con Wifi, Plus, sobrada cantidad de papel higiénico y el frigorífico lleno de vino y cervezas.
Refugiados que, para que no se nos corte la digestión, alguien evita que veamos la ingente cantidad de ancianos que mueren asfixiados, por la infección pulmonar, sin que la Sanidad española pueda disponer de los respiradores necesarios para mantenerlos con vida. Señalando "alguien", en más de una ocasión, a quien se les conecta y a quienes no, según su edad y amistades...
Incluso con parte del personal sanitario cubierto con bolsas de basura por falta de batas ni mascarillas adecuadas, artículos que cuestan céntimos pero de los que no se ha dispuesto suficientemente durante semanas. Esos son los valientes. Claro que, si tenemos la suerte de salir de esto con vida, la película tendrá una segunda parte... No ha sido un drama quedarnos sin fútbol, ni espectáculos. Tampoco lo ha sido tener los bares y restaurantes cerrados a cal y canto.
Por cierto, ¿qué ha sido de aquellos almuerzos con los compañeros de curro, que siempre considerábamos todos la mejor comida del día?.
Se estima que en el mundo hay encerrados en sus casas 2.000 millones de personas, que se dice pronto, la mayoría en países industrializados y mal llamados occidentales o habitantes del "primer mundo". Nuestro mundo, ese que algunos llaman "primero", está totalmente paralizado pero el problema mayor es que nadie sabe cómo volver a ponerlo en marcha.
Porque no pensará nadie que el día que salgamos de casa todo seguirá como antes... ¿Donde estará en dinero necesario para ello?. Incluso puede suceder que, al salir de nuestro encierro, el virus vuelva a atacar con dureza. Nadie, ni siquiera los más experimentados científicos, saben nada de lo que pueda acontecer. Nosotros estamos ciegos por la ignorancia... y ellos también, a pesar de sus importantes carreras universitarias. Nuestros políticos son incapaces de gestionar la forma en que todo esto pueda retomar su camino, pero nadie puede culparles por ello. Otros estarían igual.
No es cuestión de criticar a los que mandan o a los que quieren mandar. No, no es eso. Se trata de cuales son las directrices más adecuadas para arrancar el motor de la economía que es, al fin y al cabo, lo que ha de darnos la fuerza necesaria para devolvernos nuevamente a nuestra situación anterior. No olvidemos que muchos estarán de luto, otros sin trabajo, otros cargados de deudas y algunos en quiebra total. De eso es de lo que se trata. Dentro de un año, ya con vacunas y medicación, olvidaremos (Dios mediante) este oscuro capítulo de nuestras vidas que permita recuperar nuestra ilusión y nuevas esperanzas. Será entonces y no el día que nos digan que ya podemos salir de casa, cuando nuestro corazón volverá a latir con la fuerza necesaria para volver a ser lo que éramos antes de este desastre mundial. Ánimo a todos, salud y paciencia.
RAFAEL FABREGAT
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