24 de febrero de 2015

1671- VIVIR EN DICTADURA.

El Gobierno Dictatorial, aunque se llame comunista, siempre es de derechas y en todos los casos roza el fascismo, cuando no lo abraza de forma inequívoca. Dictadura y fascismo es algo consustancial, una misma cosa. Es el poder concentrado en una misma persona o grupo que, amparado en la victoria de un golpe de estado, revolución o alzamiento armado, derroca a una monarquía o república legalmente constituida y lo toma para sí, por la fuerza. Es en definitiva un gobierno sin reconocimiento jurídico, de hechos consumados y generalmente armado o apoyado por una parte importante del ejército.

Justamente por todo ello y muy especialmente porque no hay división de poderes establecidos de forma democrática, se le llama Dictadura. No hay justicia social, ni presencia, ni consentimiento de los gobernados, ni en la toma de poder ni en ninguna de las leyes propugnadas a partir de esa violenta toma de posesión. Más bien al contrario se gobierna habiendo derogado previamente todas las leyes anteriores que regían en el país en cuestión. Por eso justamente ninguna dictadura puede llamarse de izquierdas. Es imposible puesto que, siempre fascistas, ninguna dictadura permite opinar al pueblo ni permite la oposición.

Como se ha dicho antes, la dictadura llega generalmente tras un golpe de estado, que no siempre tiene que ser de índole militar al 100%. También puede ser una coalición cívico-militar, pero siempre amparada por una parte importante de las fuerzas armadas. Sucede porque esa parte de la sociedad no está conforme con una determinada situación. Desde el punto de vista del dictador, su acción siempre es fiel reflejo de una situación extraordinaria y altamente negativa que él quiere corregir, buscando el bien del país y el suyo propio. No ha existido jamás ningún dictador que haya gobernado de forma altruista. 

Posteriormente se apela a esta situación teóricamente negativa para legitimar leyes y actuaciones represivas, contra las personas y pensamientos a combatir, así como para fijar la duración de esa dictadura que generalmente suele ser vitalicia, pudiendo incluso pretenderse en algunos casos nombrar sucesor. El dictador suele rodearse de una aureola de sacrificio y entrega al país que en la práctica gobierna de forma arbitraria. En muchos casos, casi siempre, incluso suele buscarse la connivencia de la iglesia para justificar los desmanes especialmente ocasionados hacia los opositores, siempre faltos de fe.

Generalmente las dictaduras suelen ser totalitarias, es decir, centran el poder en una sola persona, o en un grupo muy reducido de ellas que rinden total pleitesía al dictador. Se busca el apoyo de las masas, pero no hay inconveniente en someterlas si no se consigue convencerlas. La represión por el miedo es habitual, aunque no siempre efectiva. Cuando la implantación del miedo fracasa, el segundo paso es aislar a quienes opinan en contrario, a fin de impedir que encuentren adeptos a su causa y se agrave el problema. Para el dictador la Democracia es una lacra social a combatir y si es posible a erradicar.

Para el pueblo, Democracia significa libertad de pensamiento y de expresión. El problema es que esa libertad no siempre impide actuaciones desastrosas e injustas. Impide, eso sí, que éstas se eternicen. Ya es mucho, aunque no bastante. En los cuatro años que dura normalmente una legislatura, a muchos puede costarles la salud y hasta la vida. Pero claro, ¿qué más podemos hacer?. Que el pueblo tenga el poder suficiente para poner y quitar gobernantes es a lo máximo que se puede aspirar desde la paz. En principio puede parecer poco, pero muchos antes que nosotros hubieran dado parte de su vida por conseguir ese derecho.

Como es lógico al dictador le repugna la Democracia, a la que culpa de todos los males de la sociedad. 
En todas las cosas de la vida y del mundo, el término medio suele ser el más adecuado para una convivencia sana y duradera. ¡Son tantas las piedras que hay en el camino!. 
Nada es blanco o negro. Hay muchos tonos intermedios que hay que buscar para dar satisfacción a la mayoría. No a todos, claro, ya que los dictadores no pueden aceptar en modo alguno los colores intermedios. 
El dictador lo tiene claro. Solo existe una verdad y un camino. Pero su verdad no es cierta y su camino no lleva a la justicia ni a la paz...

RAFAEL FABREGAT

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