8 de mayo de 2011

0352- LA MODERNA ESCLAVITUD.

Desde tiempos muy remotos y por diferentes causas como el simple avasallamiento, derechos de conquista, o forma de purgar las condenas, ha venido utilizándose la mano de obra ajena como forma de esclavitud. Aún hoy, en pleno siglo XXI, la explotación infantil, laboral y sexual, es práctica demasiado habitual en cualquier parte del mundo y especialmente en el continente asiático. Ya mucho antes de nuestra era, las culturas asiáticas y especialmente en el actualmente llamado oriente medio, la falta de pago de determinadas deudas era condenada por los jueces de la época mediante trabajos para el acreedor hasta la total extinción de la deuda contraída. 

Del siglo V a.C. al I d.C. fue uno de los momentos de máxima implantación de la esclavitud en la Antigua Roma, proveniente de la proliferación de sus conquistas territoriales. 
En siglos posteriores también la condena a galeras era una forma de esclavitud puesto que se precisaba de mano de obra para impulsar los barcos de guerra.
Sin embargo la esclavitud masiva más conocida, fue la llevada a cabo por los colonizadores del Nuevo Mundo que, deseando explotar al máximo aquellas tierras y no disponiendo de la mano de obra suficiente por haberse diezmado la población por guerras y enfermedades, acarrearon del continente africano cantidades ingentes de negros, que eran literalmente cazados como si de fieras salvajes se tratara y vendidos en tierras americanas al mejor postor. 
La foto adjunta recrea el Mercado de esclavos mediante un óleo del francés Gérôme en el que se determinaba el valor de la "mercancía" según diferentes particularidades. 
Primeramente fueron los españoles y los portugueses, a finales del siglo XV, pero durante el siglo siguiente se sumaron a la conquista americana los ingleses seguidos por Holanda, Dinamarca y Francia.

En los siglos siguientes al descubrimiento de América y hasta su abolición a mediados del XIX, se estima que llegaron vivos al continente entre 10 y 12 millones de esclavos negros procedentes de África. Sin embargo los diferentes historiadores que han estudiado el fenómeno calculan que esa cifra es tan solo un quinto de los que fueron arrebatados al continente africano, ya que muchos de ellos morían en su captura, traslado a puerto y durante la travesía.
Los esclavos negros llegaron por primera vez a España durante el dominio árabe de la península ibérica, traídos por comerciantes norteafricanos que comerciaban con esclavos subsaharianos. A partir de la colonización portuguesa de las costas africanas en el siglo XVI, se llevó a cabo el comercio de todos los bienes de los territorios de Sudán, Guinea y Congo y entre ellos los esclavos que los mismos comerciantes autóctonos les proporcionaban.

Posteriormente y con motivo de la necesidad de mano de obra en el continente americano, fueron los españoles quienes llevaron a cabo la primera importación de negros africanos puesto que las leyes del momento impedían que los indios americanos fueran tratados como esclavos. Estos envíos iniciales fueron utilizados como sirvientes particulares y en las plantaciones de caña de azúcar caribeñas. Al extenderse, fue llamado "el Comercio triangular" y era la base de producción de las colonias americanas. En definitiva era el camino que recorrían los barcos negreros europeos que, cargados en las costas africanas, se dirigían hacia los mercados del nuevo continente. Lo que había empezado como una forma puntual de suplir la mano de obra autóctona en el Caribe por parte de los españoles, con la llegada masiva de colonizadores europeos que se extendieron por todo el continente americano, los modales se embrutecieron y dieron paso al término de esclavitud en toda la extensión de la palabra.

Los negros eran considerados seres inferiores lo que motivaba que, en muchos casos, fueran tratados como animales y consiguientemente sin derecho alguno. Incluso se debatía sobre la posibilidad de que tuvieran o no alma, cosa que no ocurrió con los indios americanos a los cuales sí se les dio esta distinción y motivo por el cual no podían ser esclavizados.
A los esclavos de tala o jornaleros se les explotaba hasta la extenuación y muerte puesto que era más rentable reponerlos que mejorar sus condiciones de vida para que perdurasen. Lo que hoy nos parecen atrocidades, en aquella época era visto como un asunto comercial, sin mayor importancia que si se tratara de "animales de carga". 
El principal mercado de esclavos del continente africano fue establecido en la isla de Gorée, frente a las costas de Senegal y allí se aprovisionaban los barcos con destino a Estados Unidos, el Caribe y Brasil. Tanto el historiador Frosard como el jesuíta Momens, concluyen que la codicia europea arrancó al continente africano un mínimo de 60 millones de personas entre hombres, mujeres y niños. 

Los esclavos eran adquiridos principalmente por los grandes terratenientes, pero también por comerciantes que los alquilaban como mano de obra eventual.
La "mercancía" adquirida solía clasificarse en tres grupos, según la tarea para la que iban a ser destinados:
Doméstico (criado), de tala (agricultura particular) y jornalero. Este último grupo era sin duda el que tenía menores posibilidades de supervivencia, puesto que apenas podían permitirse el más mínimo descanso, al ser alquilados para todo tipo de trabajos, siempre duros y de larga jornada, a cambio de un jornal que cobraba su dueño y señor. Los historiadores suelen coincidir en que, tras su compra-venta, la merma anual de esclavos era del 10% debido a las enfermedades, el maltrato y la sobreexplotación.
Cabría pensar que son cosas del pasado, pero no es así. En pleno siglo XXI, la esclavitud no está eliminada puesto que en todos los países del planeta siguen existiendo focos de esclavitud, operando principalmente en el negocio de la prostitución. 
A título de ejemplo, en las calles de las ciudades españolas y también en las carreteras, miles de jóvenes mujeres africanas o procedentes de países del Este ofrecen sus servicios sexuales a los viandantes en lo que se considera una mafiosa explotación de la mujer y que, a pesar de las muchas detenciones practicadas, las autoridades españolas se ven incapaces de erradicar. 

La mayoría de esas mujeres han venido engañadas por grupos mafiosos, que les han prestado el dinero para el viaje y prometido un trabajo decente con el que ayudar a los familiares que quedan en sus países. Ante la mentira laboral y la imposibilidad de devolver lo prestado, son amenazadas y no pueden volver a sus países de origen. La mayoría no tienen contrato ni papeles, por lo que han de seguir trabajando en la calle para pagar la deuda y poder comer. De todas formas lo que inicialmente es obligatorio, en algunas ocasiones se convierte en vocacional ya que muchas de ellas prefieren trabajar de prostitutas a limpiar casas o cuidar ancianos, trabajos duros y muchísimo peor pagados. Mientras tanto el debate moralista sigue estando presente, entre la opción de abolir la prostitución o legalizarla...

RAFAEL FABREGAT

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