Se trata de los niños Rohingyas, una comunidad birmana cuya historia se remonta al siglo VII, fecha en que los árabes musulmanes se asentaron en la zona. Su existencia siempre ha sido lastimosa en un país oficialmente budista pero, desde Marzo de 2011, la junta militar que había gobernado desde 1962 fue disuelta e instaurado un Gobierno Civil. Alguien podría pensar que este hecho podría contener algún tipo de mejoras para las clases más desfavorecidas, pero nada más lejos de la realidad ya que el nuevo gobierno lo encabeza el ex-general Thein Sein, un antiguo cartero alistado en el ejército birmano que aprovechó la guerra para medrar y enriquecerse.
Ascendido al poder en 1992 y siguiendo la tradición de anteriores gobiernos militares, ha dinamitado las esperanzas democráticas y se ha convertido en el déspota más cruel, destituyendo y encarcelando a los miembros más moderados.
A quienes le acusan de dictador responde que lo que el está implantando es una "Democracia disciplinada".
El déspota tiene ya 77 años cumplidos pero, desde su punto de vista, tiene toda una vida por delante que hay que aprovechar en "limpiar" el país hasta sus cimientos.
En las últimas elecciones ha impedido la participación de los partidos opositores y ha aprobado una nueva Constitución claramente favorable a mantenerle en el cargo de por vida.
A todo esto cerca de medio millón de niños rohingyas, incluidos los de herencia bengalí establecidos desde hace siglos en el país y todos aquellos que ingresaron en los últimos años, viven en el estado de Rakhine (antigua Arakan) al oeste de Birmania, mientras sus padres fueron masacrados o pudieron escapar hacia Bangladésh. Desde el ascenso de Thein Sein al poder en 1992 a estas gentes las "acusan" de ser ciudadanos de Bangladesh y por lo tanto apátridas sin derecho alguno a las ayudas birmanas.
Después de siglos viviendo los rohingyas en Birmania, el empobrecido vecino (Bangladésh) tampoco les acepta alegando que ya acogió en su momento a más de medio millón de ellos (sus familiares) y que ya no pueden albergar más. Investigadores internacionales cargan contra el gobierno de Bangladesh por no dar ayuda a estos niños que piden su asistencia temporal, olvidando que es Birmania quien ha creado el problema, al exterminar a sus mayores de forma dictatorial y a perseguir a los fugitivos.
Sea como sea los niños y niñas rohingyas siguen atrapados en el mayor campo de refugiados del mundo, formando una minoría étnica sin Estado.
En 2017 unas 910.000 personas escaparon de la violencia de Myanmar cruzando la frontera de Bangladesh.
Más de la mitad eran niños que siguen necesitando ayuda, alimentos, agua y atención médica. Ya no digamos los que quedaron atrapados aquí, escondidos, sin comida, sin educación, siempre expectantes por si un día vienen a por ellos, como ya hicieran en 2017. Muchos de ellos huérfanos, olvidados de Dios, sin comida y con los pies permanentemente metidos en el fango.
RAFAEL FABREGAT
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