Predicar en el desierto, sermón perdido. No hay mayor sordo que el que no quiere oir. Lamentablemente creo que, cada día que pasa, nos acercamos más al precipicio por el que en breve vamos a despeñarnos los españoles.
Ya sabemos que el rey, nuestro protector sobre el papel, tiene en este momento democrático la sola misión de ser árbitro del partido que estamos jugando. Sin embargo somos muchos a quienes se nos antoja que, aún sabiendo que goza de buena vista, juega a ser ciego al no sacar ninguna tarjeta de las muchas que son merecedores los jugadores. Hemos de pensar que, desde su punto de vista, el colegiado hace lo correcto al guardar silencio ante las evidentes faltas. El sabe que, para ser ameno, el juego tiene que ser flexible. No quiere ser un "tarjetero", pero algo habrá que hacer para que el juego no se convierta en campo de batalla.
Ya sabemos que el comienzo de una cena familiar de Nochebuena, no es el momento más indicado para convertir una intervención que se supone festiva y conciliadora en toda una declaración de golpe de Estado. Aún así, tampoco hay que considerar simple rutina lo que son circunstancias excepcionales día sí y otro también. Los españoles estamos hasta el moño de ver como nos maltratan y como el propio rey aparenta pasar de todo. Lo de los "pelillos a la mar" y seguir con el día a día real y político como si no pasara nada, a los ciudadanos normales y corrientes nos proporciona inseguridad, incertidumbre, desasosiego y bastante irritabilidad. Los políticos van a lo suyo, que es mandar lo máximo posible y arreglar su casa, aún a expensas de descomponer la de los demás, pero que esto lo haga la casa real o que al menos lo aparente... ¡nos tiene bastante intranquilos!.
Los propios políticos, que se llaman a sí mismos constitucionalistas, utilizan al rey y a la Constitución como si fueran simples cartas en un juego de naipes y aquí nadie dice esta boca es mía. ¿A qué esperan para acallar esas voces que no paran de lanzar improperios a la Constitución y a la Corona?. Los españoles hemos de suponer que ante tanto desprecio catalanista el rey estará preocupado, pero demasiado poco se le nota. Su mensaje navideño fue, para el gusto de muchos, demasiado reglamentario, cauto y aséptico. Sabe que hay un cierto número de elementos que están luchando contra la Corona, que son él y toda su familia y, a pesar de ello, se muestra impertérrito, como si no fuera con él y con todos los que nunca jamás aceptarán la ruptura de nuestro país. Bien está que se muestre neutral y pacificador, pero detrás hay 45 millones de españoles sin apoyo moral.
Alabamos la serenidad y cautela del rey a la hora de exhortar a los belicosos al cumplimiento de la Carta Magna pero él sabe, como todos sabemos, que los insurrectos jamás agradecerán su prudencia y que la sola mención de esa comunidad autónoma es ya sobrado motivo para que le lancen todo tipo de improperios. Dicha prudencia es vista por esta gente como simple debilidad y a ella se agarran para ir agrandando día tras día sus pretensiones separatistas. Aún a sabiendas que el número de independentistas es inferior a la mitad de sus habitantes, exhiben sus ideas revolucionarias como un derecho justo e inalienable. ¿Acaso los catalanes que opinan lo contrario, no tienen esos mismos derechos que ellos exigen para sí?. Porque ellos no dudan ni un instante en llamarse democráticos... ¿O es que ignoran que Democracia significa respeto a los que piensan diferente?.
La Sagrada Familia, templo católico sufragado por donaciones y actualmente por las entradas que cobran a los visitantes, tiene la osadía de felicitar la Navidad en seis idiomas, ninguno de ellos el castellano, oficialmente español y lengua materna del 60% de quienes viven en Cataluña. Y el rey y el presidente del Gobierno, ni "mu". Silencio total, no sea cosa que se incomoden los rebeldes minoritarios... ¿Acaso ellos hacen algún sacrificio para no incomodar a los demás?. Nos estamos temiendo lo peor: que nos han capado y no nos hemos dado ni cuenta. No hay otra explicación.
Sus dirigentes roban a manos llenas al pueblo catalán y jueces y fiscales se quedan calladitos hasta que las penas prescriben. Y encima quieren independizarse. Se ve que esto les parece poco y quieren más, es decir, ¡lo quieren todo!. Pues bien, que lo cojan. ¡Todo para ellos!. Si el resto de catalanes están conformes... ¡Porque si no lo están habrá que defenderles!.
RAFAEL FABREGAT
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