Lamentablemente la esclavitud (maldita palabra) no acabó a mediados del siglo XIX como muchos creen y como incluso el sufrido papel nos cuenta en muchos libros y documentos. A mediados del siglo XX mucha gente de color todavía no podía entrar libremente en algunos locales de ocio ni usar todos los medios de transporte públicos. Incluso los niños de color tenían vetado su ingreso en determinadas escuelas que se suponían públicas y libres. Pero esta breve entrada al Blog no es hoy para hablar de ese tipo de esclavitud racial que, ya en el siglo XXI, suponemos definitivamente erradicada. Esta entrada quiere ser una más de las voces que denuncian la esclavitud laboral, todavía activa a nivel mundial. Esta gente, tratada como animales, no solo trabaja en sótanos sin ver la luz solar en aquellas tierras orientales que se suponen ya altamente avanzadas.
Muchos de aquellos, que intentaron escapar de sus míseras vidas en aquellas tierras que les vieron nacer, ven repetidas aquí aquellas mismas atrocidades. Ahora están en España o en cualquier otro país europeo, pero siguiendo su vida de esclavitud, trabajando 18 horas diarias en talleres clandestinos, también sin ver la luz del sol y sin otro descanso que no sean las 6 horas para dormir y 30 minutos para cada una de sus comidas. Y lo que es peor: muchas veces son niños que deberían estar en colegios y no trabajando.
También en las cárceles orientales se fomenta esa misma esclavitud al obligar a los presos a trabajar para poder conseguir un mínimo suplemento de comida o bienestar. Nosotros mismos fomentamos esa esclavitud cada vez que compramos esos artículos baratos, normalmente vendidos en mercadillos o el llamado "Top manta" que el transporte internacional de contenedores reparte a lo largo del mundo.
¿Tan difícil es para las autoridades prohibir ese tipo de importaciones?.
Pues sí amigos. Lamentablemente es imposible porque las propias empresas occidentales son propietarias o clientes de su producción más destacada. Artículos a los que les añaden sus códigos y marca propia. No hace tanto tiempo, pobre de mi, pensaba que ese tipo de historias desaparecerían con la llegada de la modernidad. Que algún día no muy lejano serían erradicadas a nivel mundial. Creí que, con lo adelantado que está ya nuestro mundo, este tipo de cosas desaparecería para no regresar jamás. Pero no. Veo con pesar que esta lacra forma parte de la humanidad, de nuestra forma de ser. La ambición y los abusos de poder, existieron siempre y seguirán existiendo, por muchos que sean los logros humanos a nivel tecnológico. Nada puede hacerse para evitarlo, justamente porque los miserables que lo fomentan, siempre están cerca del poder o dentro del mismo. Gigantes con pies de barro.
RAFAEL FABREGAT
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