25 de marzo de 2019

2741- HOY ES LUNES, GRACIAS A DIOS.

Vale, vale. Ya sé que esto tiene mala prensa, sobre todo entre los jóvenes que posiblemente son número importante de mis lectores, pero gracias a Dios ya es lunes. Yo también fui joven y los lunes me gustaban poco o nada, pero las cosas cambian. Ahora ya estoy jubilado y, desde mi perspectiva actual, los días de fiesta son más aburridos que los laborales. ¿Cómo es posible? -se preguntarán ustedes. Pues muy fácil. Para mi los días laborales empiezan llevando a mis nietos al colegio. Después caminar 1,5 Km. para almorzar con una de mis hijas en el restaurante del polígono industrial y, con un poquito de suerte, tener que ayudar a preparar algún pedido pendiente. Al mediodía regreso a la casa, nuevamente a pie. La primera parte del día se pasa volando. Tras la comida, siesta y un par de horas frente al ordenador para escribir cualquier noticia del día o chorrada que se me ocurra. 

A media tarde una cerveza (si se puede con tapa) y tele hasta la hora de cenar. Tras la cena siempre una película de estreno en el Plus, salvo que haya partido de fútbol, y con eso ya llegamos a las doce de la noche. Simple, ¿verdad?. Pues sí. Simple pero sin aburrirte ni un minuto. 
Estando ocupado las horas vuelan. Ya próximo a la jubilación, estaba francamente preocupado al pensar que los días serían interminables y no se me ocurría qué tendría qué hacer para ocupar tanto tiempo libre, ya que los bancos de viejos no me atraen. Ahora resulta que lo tengo totalmente ocupado. Casi que me faltan horas. El único problema, que no es tal, es que las semanas pasan volando y los meses también.

Recuerdo una de las primeras veces que el célebre monologuista Moncho Borrajo, fue a actuar al Paralelo de la ciudad condal. Este señor fue primero de la historia en muchas cosas y también en lo concerniente a empezar su actuación antes de abrirse el telón. Yo estaba con mi mujer en Barcelona visitando a mis clientes y por la noche, tras la cena, se nos ocurrió ir a ver la actuación de este señor. A nuestra llegada al famoso teatro del Paralelo estaba Moncho Borrajo, disfrazado de acomodador a la antigua usanza, y ejerciendo su papel a la perfección sin que muchos de los asistentes se dieran cuenta de quien era en realidad. Yo reconozco que nunca he sido propenso a dar propina alguna por este servicio, pues se supone es uno más de los empleados de la sala y tendrá su sueldo correspondiente.

Viendo que el acomodador era el propio Moncho Borrajo, nos dejamos llevar y al dejarnos en nuestra correspondiente butaca le di una moneda de cien pesetas. No es fácil de explicar toda la que allí se armó, lanzando gritos de júbilo y mostrando la moneda a los espectadores que ya ocupaban la mitad de la platea. Entendí que nadie antes le había dado propina y si se la dieron sería de escasa cuantía. Como buen acomodador, las cien pesetas no me las devolvió, pero durante su actuación nombró varias veces el hecho de la propina y hasta incluso reclamó nuestra ayuda para hacer uno de sus números. En determinado momento bajó del escenario y se dirigió a nosotros, que estábamos en tercera fila, entregándonos un diccionario para mi mujer y una linterna para mi. El número consistía en desarrollar todo un monólogo en base a la palabra que el espectador elegía.

La gracia, que repetía en todas sus actuaciones, consistía en que mientras la espectadora elegía la palabra del diccionario, el marido le iluminaba las hojas del libro con la linterna. Bien, pues gracias a la propina, ese día nos tocó a nosotros ese papel. Todo esto lo he comentado porque también yo, cuando no tengo noticia fresca que comentar en mi Blog, como es el caso de hoy, me limito a elegir una palabra o tema al azar y lo desarrollo escribiendo lo que se me ocurre respecto al mismo. ¿Así de fácil?. Pues bueno, no siempre fácil puesto que algunas veces resulta farragoso escribir de una cosa que no habías pensado escribir, pero normalmente suelo sacarlo a flote, desarrollando los pros y contras de ese determinado tema. Escribir me gusta y, ya que esa actividad es para emplear mi tiempo, no importa lo que cueste si el resultado es satisfactorio... En resumen, el fin de semana está muy bien pero, bienvenido sea también el lunes.

RAFAEL FABREGAT

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