Pues bien da la impresión que es justamente esa "publicidad" encubierta la que, gracias a estas medidas forzosas, más votos va a sumar a los independentistas. Eso sin contar la burla que están haciendo al Gobierno y a todos los españoles. Ayer amarillos, hoy blancos, ahora pongo los blancos sobre los amarillos pero sin quitarlos y sumo a lo anterior la supuesta cara de los catalanes con la boca tapada mediante un trazo rojo... En fin, todo un sainete que ha acabado con la obligatoriedad de eliminarlo todo por medio de las fuerzas policiales autonómicas, allí llamada "Mossos de Escuadra". Bien, de momento ya está todo eso quitado, pero ¿todo este montaje de incumplimientos quita o añade votos a su causa?. Mucho nos tememos que los añade, haciendo cada día más grande el sentimiento independentista de que España les roba el dinero y la libertad.
No es necesario que esto sea verdad, para que una buena parte del pueblo catalán así lo crea. También el pueblo español y quizás también nuestro Gobierno actual, les tachará de actores infantilistas, pero mucho nos tememos que toda esta parodia tiene sin duda un fin largamente premeditado. En el Gobierno central pueden ser listos, pero los catalanes no les van a la zaga y da la impresión que toda esta parodia tiene un doble fin. Reivindicar la libertad de sus políticos y, de paso, sumar votos a su causa. Hasta ahora el movimiento independentista catalán no ha parado de sumar y cualquier elemento propagandista les viene bien para seguir sumándolos. Si hay lazos suman, pero si el Gobierno les obliga a quitarlos suman todavía más. Poco importa que el presidente anterior tuviera cara de tonto y el actual presidente todavía más.
Todas sus actuaciones de lazos, viñetas y pancartas parecen una cosa pero son varias, principalmente orientadas a aumentar la fuerza de su causa. El caso es que el Gobierno parece no enterarse del trasfondo que tienen todas sus actuaciones. Simplemente ocurre que a los españoles nos han tomado por "el pito del sereno" y muchos todavía no se han enterado. Nadie que conozca a los catalanes puede creerse que todos sus infantilismos se producen por incapacidad o falta de seriedad. Sin duda saben perfectamente lo que hacen y el por qué lo hacen. Eso sin contar la total falta de respeto al Gobierno central. Obligado por la Junta Electoral a quitar los lazos de los edificios públicos, la última de Torras ha sido conminar a sus votantes a poner lazos en sus ventanas y balcones. Extraviado el sentido de la realidad, el final se ve difícil y a muy largo plazo. El desafío y traición al Estado ha llegado a cotas que ni los mismos organizadores podían prever cinco años atrás.
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Con toda esa amalgama de contrasentidos, el llamado "procès" está pasando del ámbito político al clínico mental, abocando a la Comunidad Catalana a un fenómeno social y cultural altamente preocupante. Menos mal que cuentan con buenos centros psiquiátricos en la misma comunidad. Gran número de catalanes, que nunca habían pensado en tales reivindicaciones, están en este momento convencidos de su realidad. No ven en sus dirigentes al parásito con ganas de alcanzar cotas más altas de poder sino que, cegados por sus consignas, se someten al desvarío visionario de un mundo mejor fuera del Estado que, según ellos, no hace más que robarles el fruto de su trabajo. A este paso mucho nos tememos que, o les inhabilitan o serán los separatistas quienes decidan el próximo gobierno español y sus actuaciones.
RAFAEL FABREGAT
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