Por muchos años que pasen jamás estará todo dicho sobre egiptología. Tantos milenios de historia dan para mucho. Cuando no es una cosa es otra. Hallazgos, descubrimientos e investigaciones, han permitido y permitirán que las novedades sobre la civilización egipcia nunca esté completada.
Tal como hiciera Howard Carter, cuando descubrió en 1922 la tumba de Tutankamón, otros egiptólogos han podido posar sus ojos en Madrid sobre imágenes jamás vistas hasta ahora. Cuando Carter asomó su cabeza en el hueco de la tumba del faraón, vio las maravillas que habían estado escondidas a la vista de los humanos durante más de 32 siglos, pero lo que vieron los especialistas en la primavera del pasado año también tenía su mérito.
En la Clínica Quirón de Madrid se les practicó un TAC a cuatro momias, tres egipcias y una guanche. La más importante de ellas era sin embargo la de Nespamedu, sacerdote del dios Inhotep y médico del faraón. Naturalmente ya no había cura para él, pero sí mucha curiosidad sobre los secretos que su figura pudiera aportar a la ciencia.
Hay que ver, lo que hay que ver...
En pleno siglo XXI y desde el Museo Nacional de Madrid, la momia de Nespamedu acudía a Urgencias de la Clínica Quirón a hacerse un TAC.
Una escapada perfecta para personaje tan especial. Puerta de Alcalá, Cibeles y Gran Vía, para salir de la capital en dirección al hospital. Un día histórico, sin duda.
Los médicos del Quirón esperaban a su colega con respeto y curiosidad.
La perfección de las imágenes permitieron recomponer la imagen exacta que el sacerdote tenía en el momento de su muerte. Un momento de la era Ptolemaica y por lo tanto con mucho más de veintitrés siglos de antigüedad.
No hubo necesidad de desenvolver la momia para conocer la historia nutricional del personaje, ni los amuletos adheridos al cuerpo bajo el vendaje. Un proceso de momificación solo al alcance de los más poderosos.
Primero la extracción de las vísceras, guardadas en los vasos canopos. Cuarenta días en sal mineral de natrón, para deshidratar los tejidos del muerto. Al cumplirse el día número 70 se le ponía la máscara de Anubis y se le introducía en el ataúd.
Hubo que hacer algunos esfuerzos para contrastar las débiles imágenes de algunos amuletos detectados bajo las vendas del cuerpo de Nespamedu, debido a que eran de una especie de cartón... Símbolos de eternidad y de poder, así como unas sandalias para caminar por el Más Allá. También de los ojos de Horus, el dios sanador.
Soñando con alcanzar la inmortalidad, Nespamedu ordenó que le embalsamaran con un rito solo reservado a los grandes personajes.
Efectivamente logró ser inmortal, pues todavía en el año 2018 d.C. estamos hablando de él.
RAFAEL FABREGAT
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