La grandeza de Dios o la pequeñez humana que, para algunos, tanto monta, monta tanto. Yo algunas veces edito chistes en mi apartado de HUMOR, que naturalmente no son míos, y siempre que hagan alguna referencia a Dios se arma la marimorena. Quiero decirles a esas personas que no tienen motivo alguno para ello pues nunca jamás, a mi entender, se ha visto ofendida la figura de Dios. Son simplemente chistes, para hacer sonreír a los muchos lectores inteligentes que tiene este Blog. Lo que sucede es que para algunas mentes puritanas, más bien cerradas, el solo hecho de nombrar a Dios ya es algo de mal gusto. Yo les diría a esas personas tan cortas de miras que se abstuvieran de leer todo chiste que tenga alguna referencia a este tema y (sobre todo) que tengan caridad con el prójimo y se abstengan de comentar de forma negativa.
Dicho esto, la verdadera razón de esta entrada al Blog es llamar la atención justamente sobre la grandeza del Universo que para los creyentes es lo mismo que hablar de Dios. Vuelvo a hacer hincapié en el hecho de que no es necesario creer en Dios para darnos cuenta de la inmensidad del Universo. Claro que a la mayor parte de la gente, cuando se da cuenta de esa inmensidad celestial, forzosamente le viene a la mente la palabra Dios. Decir Dios es en este caso darle nombre a lo que no lo tiene porque, cuando los científicos nos cuentan (y a la vista está) que lo que vemos en el cielo y lo que hay mucho más allá de donde alcanza nuestra vista es una inmensidad de proporciones desconocidas, resulta casi obligado pronunciar el nombre de Dios. Quizás Dios no tenga nada que ver en todo esto, pero así nos lo enseñaron de pequeños y es lo que decimos cuando no sabemos qué decir.
Me pregunto yo qué pensarán, si es que piensan, las bacterias que puedan estar dentro de nuestro cuerpo o en cualquier otro modo de vida para ellas. Es sin duda su universo, su medio de vida, un lugar infinito desde su punto de vista. Está claro que ese medio en el que viven los microbios no es infinito, lo que sucede es que ellos no ven más allá y el simple cuerpo de un humano o de cualquier animal ya es para ellos el Infinito. Teniendo en cuenta las dimensiones del mundo conocido y que más allá de esas distancias el Universo sigue y sigue... La prepotente humanidad no llega siquiera a la suela del zapato del más insignificante microbio o bacteria. No somos absolutamente nada. Es verdad que tenemos capacidad para alterar el medio en el que vivimos, pero poco más que eso.
¿Quien nos dice que no seamos también pequeños microbios dentro de un medio mayor?. ¿Que incluso haya seres de tamaños inmensos y que la ambición humana no sea otra cosa más que el egoísmo de simples animalillos, una plaga quizás, que en cualquier momento seres superiores puedan extinguir a poco que nos salgamos del tiesto. ¡Ay amigos!. Una cosa tengo clara, a mi corto entender, o somos lo más grande del Universo o realmente no somos nada.
Dicho esto queda claro y patente que creer en Dios no es mala cosa. Los creyentes son los seres más afortunados que hay sobre la faz de la Tierra ya que, aunque no sepan absolutamente nada, son los únicos que tienen explicación para todo. Es una envidia sana, pero me dan envidia al fin y al cabo. ¡Qué suerte la suya!.
RAFAEL FABREGAT
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