SISI EMPERATRIZ, es el título de una película de 1956, protagonizada por la guapísima actriz austriaca Romy Schneider, en el papel de la emperatriz Isabel de Baviera.
En realidad fueron tres películas: Sisí, Sisí Emperatriz y El destino de Sisí.
Poca gente habrá, con 50 o 60 años cumplidos, que no haya visto alguna de las películas citadas pues tuvieron en su día un éxito fuera de lo común. Al menos en el mundo occidental, no creo que hubiera cine que no las proyectara.
Romy Schneider no fue elegida por casualidad. Además de una gran actriz, era muy guapa y ambos requisitos eran inexcusables para desempeñar el papel de la bella aristócrata, nieta, hija y hermana de reyes y emperadores, como también ella llegaría a ser emperatriz de Austria, al casarse con su primo Francisco José I y por extensión reina consorte de Hungría y Bohemia.
Isabel de Baviera era especialmente bella y para plasmar su vida en el celuloide se quiso encontrar a una actriz igualmente bella.
Aunque aristócrata, el padre de Isabel de Baviera (Sisí) era el más pobre de la Casa de Wittlesbach, a pesar de haberse casado con la hija del rey Maximiliano I de Baviera.
Matrimonios que se pactaban para crear alianzas a través de los hijos.
Maximiliano, que así se llamaba también el padre de Sisí, advirtió a su mujer Ludovica que no la amaba y que se casaba por obligación, a pesar de lo cual tuvieron diez hijos, aunque solo sobrevivieron ocho.
Con todas sus hermanas casadas con reyes y emperadores, Ludovica vivía en el campo casi rozando la pobreza, con su esposo e hijos, empeñado su esposo en inculcar en sus vástagos el amor a la naturaleza y único bien que podía darles.
Por su parte Sofía, la hermana mayor de Ludovica, se había casado con el futuro emperador de Austria Francisco Carlos I pero, debido a su escasa salud, éste hubo de abdicar en favor de su hijo primogénito Francisco José...
En Agosto de 1848 Francisco José alcanzó la mayoría de edad convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de Europa. Su madre ya hacía tiempo que le buscaba una mujer digna de su estirpe y Elena, la hija mayor de su hermana Ludovica, fue la elegida. En verano de 1853, cumplidos los 24 años del joven emperador, Elena viajó con su madre y hermana Sisí a conocer a su futuro marido. Sisí que entonces contaba 16 años de edad fue invitada a acompañarlas debido a la tristeza que la embargaba al haber muerto el conde con el que estaba prometida. Tal como estaban entonces las cosas, a Sisí le parecía una tortura emprender aquel viaje que nada tenía que ver con ella, pero finalmente accedió por no contrariar a su madre que, en realidad, buscaba emparejarla con el hermano menor de Francisco José I.
Como es de suponer, el joven emperador estaba muy nervioso con esta visita organizada por su madre. Solo había visto una vez a sus primas y hacia muchos años de ello, tantos que apenas las recordaba.
Sin embargo cuando las vió el flechazo de Cupido caló hondo en Francisco José, pero no por Elena, sino por Sisí.
Su belleza y su espontaneidad infantil le conquistaron de inmediato. Durante toda la visita no pudo apartar sus ojos de la joven y cuando se fueron no tenía ninguna duda de quien sería la elegida para acompañarle al altar. Sin buscarlo, Sisí también caló hondo en el corazón de su tía y futura suegra.
A la mañana siguiente ya todo estaba decidido y cuando la noticia llegó a la casa de Ludovica y ésta le preguntó a Sisí si se veía capaz de amar al emperador, está le respondió sollozando que haría todo lo posible por hacerle feliz.
Ya como emperatriz de Austria, Isabel de Baviera (Sisí) recordó estos momentos como un verdadero tormento. "Una se ve vendida con quince años, prestando un juramento que no entiende y que ya no puede romper".
Durante todo su matrimonio el emperador Francisco José I amó a su esposa con vehemencia y con tanta admiración que inspiró novelas, películas y leyendas, pero ella no llevó nunca bien el asfixiante protocolo de la corte vienesa.
Con toda su infancia en un castillo, alejada de la ciudad y enseñada por su padre del amor a la naturaleza, a la libertad y a la sencillez, ella y sus hermanos acabaron amando ese estilo de vida y despreciando la lujosa y agitada vida de la corte. Amó con locura a su esposo y tuvo una primera hija a los 18 años que murió prontamente. Tuvo dos hijas más y posteriormente a un varón, Rodolfo, que debía ser el heredero de la estirpe.
En 1889, cuando el príncipe Rodolfo tenía 30 años de edad, un complot organizado por los servicios secretos franceses acabó con su vida y Francisco José I se encontró sin heredero para su vasto imperio. Ya con la relación enfriada, Sisí se vistió de negro y abandonó Viena. Pocas veces volvió para visitar a su marido, aunque la correspondencia se mantuvo a lo largo de los años, convirtiendo su relación en platónica y amistosa. Compró un barco al que puso el nombre de Miramar, el mismo de la finca mallorquina de su primo el archiduque Carlos, al que visitaba con frecuencia. El 10 de Septiembre de 1898, cuando paseaba por el lago Leman de Ginebra con una de sus damas de compañía, fue asesinada por un anarquista italiano que, fingiendo tropezar con ella, le clavó un fino estilete en el mismo corazón. Su cuerpo fue trasladado a Viena, siendo sepultada en la Cripta Imperial y no en la isla griega de Corfú donde ella había pedido en su testamento.
RAFAEL FABREGAT
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