6 de abril de 2015

1716- LA CONDENA DEL RÍO GYNDES.

El historiador griego Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.C.) nos cuenta en su obra "Historiae" hechos y anécdotas sucedidos en tiempos antiguos y con mayor conocimiento de causa también aquellos que le fueron contemporáneos. Sin embargo tan completa obra no fue editada hasta el sigo III a.C. y se dividió en nueve libros, uno por cada una de las musas. La obra narra la Historia Antigua basándose en fuentes escritas y orales que muchas veces no pudo contrastar, pero Heródoto fue escritor honrado y siendo consciente de esa realidad quiso dejar constancia de ello. "Me veo en el deber de referir lo que se me cuenta, pero no a creérmelo todo a rajatabla y esta afirmación es aplicable a toda mi obra".

El presente post se refiere a una de esas anécdotas que Heródoto refiere en su obra y más concretamente la que figura en el libro 1º, páginas 95 a la 216, sobre la historia de Ciro II el Grande, rey aqueménida de los persas desde el año 559 a.C. hasta su muerte en el 529 a.C. 
Ciro era hijo de Cambises I de Anshan y de Mandana de Media. Conquistó Media, Lidia y Babilonia, extendiendo sus conquistas desde el mar Mediterráneo hasta la cordillera del Hindu Kush al noroeste de Pakistán, creando el mayor Imperio conocido hasta entonces. 
Pero no vayamos tan deprisa... Hacia el año 540 a.C. asegurada Anatolia, Ciro II dirigía sus ejércitos a la conquista de Babilonia, entonces en manos del rey Nabonido, de la dinastía de los Caldeos... 
Divididas sus vastas tropas en diferentes lugares del territorio, la Batalla de Opis determinó la victoria de los persas en el otoño del año 539 a.C. 

Sus generales entraron victoriosos en la capital de la Baja Mesopotamia el 12 de Octubre del año 539 a.C., aunque el rey Ciro II llegó algunas semanas más tarde. No sabemos exactamente el motivo del retraso en la llegada del rey a su objetivo, pero bien pudo ser el que se narra a continuación y que forma parte de las diferentes leyendas de este gran emperador persa-aqueménida, al que se le atribuye el "Cilindro de Ciro", primera declaración de los Derechos Humanos de la Historia y que fue enterrado bajo las murallas de Babilonia como conmemoración de su conquista. 

Unas semanas antes Ciro II avanzaba al frente de uno de sus ejércitos en dirección a Babilonia cuando se dio cuenta que el río Gyndes, con toda seguridad el que actualmente se conoce como Diyala y que corre entre Irán e Iraq hasta desembocar en el Tigris, cortaba el paso a sus tropas. Se aprestaron a construir almadías con las que poder cruzarlo pero, estando en esos preparativos, uno de sus caballos sagrados se lanzó al agua e intentó hacerlo a nado pero en uno de los muchos remolinos el caballo se ahogó y fue arrastrado por las aguas. Enfurecido por la estima que tenía al animal y por lo que él entendía como desafío a su poder, maldijo al río y lo condenó a oficialmente a muerte.
Tras ello lo maldijo con estas palabras: "Vas a quedar tan pobre y desvalido que hasta las mujeres podrán cruzarlo, sin que el agua les llegue a las rodillas"

Acto seguido dio las ordenes oportunas para que se trazasen con cuerdas decenas de acequias a cada lado del río y que se pusieran a cavar. Más de dos meses duró la empresa pero al final de la misma la práctica totalidad de las aguas del Gyndes corría por los canales y no por el lecho del río que quedó reducido a un arroyo insignificante. Satisfecho por la proeza lograda el rey Ciro y su ejército siguieron camino hacia Babilonia, ya conquistada días atrás por sus generales. Claro que con el tiempo las aguas volvieron a su cauce y el Gyndes, actualmente río Diyala, recuperó las tierras que le pertenecían. Ciro II encontró la muerte en batalla contra la tribu de los Masagetas, de la reina Tomiris, al norte de su reino. Llevado su cuerpo a Pasargada su tumba fue construida en el llano pero se cree que sus restos nunca entraron en ella.

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario