25 de junio de 2010

0102- ANTIGUAS PESCADERIAS DE CABANES.

Nada había fácil en la década de los años 50. Ningún oficio era rentable en un época sin dinero y el de pescadero no era pues la excepción.
En Cabanes, un pueblo agrícola de unos 2.000 habitantes, ni siquiera había local de venta abierto al público para este menester.
Las primeras pescaderas cabanenses que recuerdo eran "Les Panes", Laura y Consuelo. Dos hermanas solteras que vivían en el número 4 de la Avenida de José Andino, hoy Avgda. del Maestrat. Ambas hermanas trabajaban haciendo manojos de palma en el taller de escobas de mi padre pero una de ellas, normalmente Consuelo, tres días por semana (martes, jueves y sábado) no venía por la mañana puesto que ejercían también la profesión de pescaderas. Como he dicho antes, no tenían local abierto al público puesto que el pescado se vendía por la calle. La tarde anterior por medio del "ordinario", seguramente "Herminio el de Sanantoni", les traían el pescado solicitado y a la mañana del día siguiente cargaban las cajas sobre un carrito de mano y salían a la calle pregonando la mercancía a grito pelado.
- Dones... sardina fresca! -era uno de sus gritos habituales.

Las voces, a los máximos decibelios posibles para su cascada garganta, llegaban al interior de las casas entonces todas abiertas y las interesadas salían secándose las manos en el mandil dispuestas, al menos, a ver la mercancía y saber el precio. En esta operación se aprovechaba para hacer la primera tertulia de la jornada por lo que, las que no tenían intención de comprar, salían igualmente al portal. También los gatos del barrio salían presurosos a recibir la visita de la pescadera, cuya voz les era familiar, a la vez que una nube de moscas los envolvía a todos.
- Xica... avuí qué portes? -preguntaban.
- De tot, fresc i barato -respondía Consuelo.
- Este matí les galeres encara sorollaven -recalcaba como buena vendedora.


Naturalmente no podía ser cierto, puesto que el pescado era del día anterior, pero eso nadie podía comprobarlo.
- A vore xiques, que vos pose? -preguntaba Consuelo .
- Ficam una "mitaeta" (125 gr.) de boqueró i mig kilo de sardina. -decía una de las vecinas.
- A mí posam quatre sorells i mig kilo de "musclos" -decía otra.
Consuelo pesaba con la pequeña balanza de platos el pescado y procedía al cobro.
- 3,25 ptas. la una i 3,50 ptas. l'altra. I un grapat de galeres, a cadascuna, ¡de regal!.
Esa era invariablemente la forma de despedida, cuando la compra superaba las tres pesetas. La "galera", hoy tan apreciada, era un "bicho feo y espinoso" que nadie quería y que tan solo se utilizaba para aumentar el sabor del caldo. Por lo tanto no solía venderse y únicamente se utilizaba de regalo, para promocionar la venta del resto de productos.


Las clientas se metían en sus casas al tiempo que, cien metros más allá, otras esperaban que "La Pana" y el carrito con las cajas de pescado llegaran a su altura.
- Dones... Peix fresc! encara es mou! -gritaba animada Consuelo por las primeras ventas.
Consuelo y su carrito arrancaban hacia el siguiente punto de venta y no quedaban atrás las moscas, a pesar de los manotazos que frecuentemente lanzaba la interesada para que no se posaran sobre el pescado. También los gatos la acompañaban un buen trecho, hasta que los del otro vecindario reclamaban su derecho territorial.
Al finalizar el recorrido, Consuelo guardaba en la casa las cajas vacías y el pescado sobrante, si lo había, lo metía en un capazo y al hacerse de noche iba a tirarlo al interior de unas espectaculares zarzas que había cerca de la "Bassa nova", junto a una pared de la finca de la familia Dotres. En una ocasión nosotros, sus compañeros de trabajo en el taller de escobas, le comentamos la posibilidad de sacar un dinero adicional vendiendo esas sobras a menor precio, pero ella era astuta...
- És més rentable tirar-lo que donar-lo barato -nos respondió.
¡Tenía razón, pues nadie comparaba pescado dos días seguidos!.

También por aquellos años Bernardo, hermano de María y Pepita (les Bernardes) y cuñado de "Pepe el de Lluiset" iba, con un cajón sobre el portamaletas de una vieja moto, pregonando su mercancía por las calles de la localidad y al atardecer abría los bajos de su casa en la "Placeta de la Farola" (hoy de la Constitució) donde atendía a una exigua clientela. El tal Bernardo no gozaba de buena aceptación entre los vecinos y el negocio apenas si duró poco más de un año.
Cerró Bernardo y al unísono se estableció "el Barracut" y Consuelo, su mujer, que abrieron al público pescadería en la calle de San Antonio. El marido, ya con un viejo coche, traía el pescado directamente desde la lonja del grao de Castellón y, al atardecer, vendía en su casa el producto. La novedad de una pescadería fija en el pueblo, atrajo cierta clientela y "Les Panes" vieron mermado su negocio. El local, una simple entrada de hormigón en los bajos de su casa, daba sensación de limpieza y muchos lo apreciaban. Al menos no había gatos a la vista ni moscas por doquier, como ocurría con la venta ambulante.

Sin embargo, a la mañana siguiente también la mujer "del Barracut" cargaba las sobras sobre un carrito de mano y salía a la calle pregonando la mercancía a precio rebajado, lo que molestaba y mucho la venta de "Les Panes" que solían cruzarse por las calles vendiendo el mismo producto a precio superior. Siéndoles imposible competir, "Les Panes" traspasaron el negocio a "les Facundes", mujer e hija de "Rito el del Calvari". Éstas adoptaron el mismo sistema que "el Barracut" y abrieron pescadería en "el Raconet" del carrer del Planiol (Ramón y Cajal), frente al Bar Cabanes o Café de Roc, hoy supermercado Spar, vendiendo los sobrantes a la mañana siguiente con el consabido carrito y dando gritos por las calles, con la ineludible compañía de gatos y moscas.

Poco tiempo duró aquello, puesto que instalaron una cámara frigorífica y el sobrante se vendía al siguiente día sin más problemática. Más céntrico y con mejores instalaciones este local mermó las ventas de Consuelo la del Barracut hasta el punto de hacer presagiar su cierre. Las desavenencias del matrimonio hicieron el resto, provocando el cierre definitivo y la separación de la pareja que incluso marcharon del pueblo quedando sin competencia María Teresa, que seguiría el negocio con la colaboración de su marido (Manolo el de Conillet) que cada mañana le traía el pescado fresco del Grao a su mujer, para satisfacción de la clientela.
También instalaría después unas cámaras de congelación para complementar su oferta con productos ultracongelados y precocinados.

El negocio marchó sobre ruedas durante muchos años, yo diría que hasta que se cansó. Llegó el boom de la construcción y Manolo, empresario en sociedad con su hermano Fernando, marido de María Pilar la de Babiloni, ganaría probablemente suficiente y se decidió el traspaso del sacrificado negocio a "María la Madura". María en principio continuó el negocio en el mismo local pero prontamente, teniendo casa en la calle del Calvario, muy cerca del Bar Tony, trasladó allí todos los aparatos buscando la forma de evitar un arrendamiento que no le era necesario pagar. Allí quedó establecido definitivamente el negocio y allí se ha jubilado esta última pescadera de Cabanes que, posteriormente, lo traspasó a una tal Dori, procedente del propio Grao de Castellón y que justamente con el nombre de "Pescadería Dori" regenta el negocio en ese mismo local.


Veremos hasta cuando puesto que también ahora, ante la crisis económica y una gran competencia en todos los frentes, las cosas son más complicadas cada día que pasa. En este momento solo queda una tienda de comestibles en Cabanes, pero hay tres supermercados y los tres tienen de todo. Uno de ellos es la Cooperativa Agrícola de Cabanes, que ha convertido la antigua Bodega Vitivinícola en un importante supermercado y que ha incluído, además de fruta y verdura de todas clases, la venta de pan, carne y pescado. Esta visto y comprobado que...
¡Nada, nada es para siempre!.

RAFAEL FABREGAT

4 comentarios:

  1. Caro Sig. Rafael, mo chiamo Luciano vivo in Italia Venezia, il suo blog mi e piaciuto moltissimo desidero farle i miei complimenti spero che lei capisca la mia lingua, le auguro buona vita.

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  2. Amigo Luciano, lamento no saber escribir en italiano, aunque lo entiendo perfectamente. En mi negocio de distribución, mi principal proveedor es de Pádova, justamente donde tu vives. Te agradezco tus amables palabras, que encuentro un poco extrañas puesto que justamente esta entrada que comentas es muy local, ya que habla de las cosas que pasaban en mi pueblo 50 años atrás aunque, seguramente en tu tierra también pasaría algo parecido. Un abrazo.

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  3. Rafael:

    Con todos mis respetos, quiero puntualizar que la "mitaeta" eran o son 62.5 gramos;
    para denominar los 125 gramos estaba la "mitja cuarta".
    Mi abuela era pescatera en Borriana en la decada de los cincuenta y la vi pesar muchisimas "mitaetes"

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