10 de junio de 2010

0092- CABANES Y SUS ANTIGUAS BARBERIAS.

Volvemos un día más a las "aguas pasadas" que, naturalmente, ya no mueven molino. En este caso especial no lo mueven por la sencilla razón de que Cabanes, hace ya seguramente más de 40 años que no tiene Barbería ninguna. Siempre que lo he comentado a personas de fuera, especialmente a mi peluquero, me suelen preguntar el número de habitantes y al responderles que sobrepasamos los 3.000 se extrañan de que nadie haya tenido interés en cubrir esa posible necesidad.
Naturalmente la gente de Cabanes, en este caso los hombres, nos seguimos afeitando y cortando el pelo con la correspondiente asiduidad, pero las cosas han cambiado mucho. Actualmente el afeitado se lo hace uno mismo diariamente y en casa; en cuanto al corte del cabello, muy pocos buscaron solución fuera del pueblo, puesto que la mayor parte se integraron en las peluquerías de señoras y a otros se lo fue "solucionando" su mujer, como buenamente pudo, aunque mayormente lo primero.

Una vez más resulta paradógico que, cuando nadie tenía un duro, todos los trabajos mencionados fueran realizados por profesionales del sector y ahora, que no se pasan estrecheces (olvidemos por un momento la crisis) resulta que casi todo se lo hace uno mismo en casa.
En mi caso, hasta la adolescencia fui cliente de la barbería de Diego el Boix porque mi padre siempre había ido allí y me encaminó a ir también, pero una vez cumplidos los 14/16 años aquella maquinita del ti-qui, ti-qui, ti-qui-tic y el resultado de una cabeza como un melón, pronto me hizo mirar hacia otras peluquerías más actuales. ¡Cosas de adolescentes!. Si había que realizar un cambio, tenía que ser hacia adelante y poniendo la máxima distancia de por medio, por lo que me pasé a la de Antonio Tejedor, conocido por todos como "Antonio el barbé". Hijo de barbero y peluquero de carrera. Digo lo de la distancia en el terreno profesional ya que, en lo físico, una barbería estaba situada justamente enfrente de la otra.

Hijo de "Eleuterio" (barbero de toda la vida) Antonio se había criado entre los pies de los clientes y comido más pelos que un gato, pero no se conformó con las enseñanzas de su padre y marchó a Castellón a aprender el oficio en todas las facetas acordes con los nuevos tiempos. No solo se trataba del mejor barbero de Cabanes sino que, en su día, fue calificado como el número uno de su promoción. Su corte de cabello a navaja, entonces una novedad, era digno de barbería de capital y para aquellos que nos peinamos con raya, el arreglo final del cabello era con regla y compás. (Es un decir, claro). Total, que allí seguí hasta que, pro problemas de salud, después de casarse decidió marchar a Castellón, representando a una empresa de muebles de cocina y abandonando por tanto la profesión. Para entonces también los demás se habían jubilado o abandonado el negocio por lo que solo la barbería de Ricardo el Barberet quedaba en la población, amén de un par de "listos" que hacían alguna cosa a puerta cerrada. 

Yo, ya escaldado por los resultados sufridos en mi niñez a manos de un barbero "de los de antes", no fui a esta última barbería y busqué solución a mis necesidades en un barbero de Borriol que me recomendó Antonio Tejedor, por haber sido el segundo de su promoción. Pues bien, ¡hasta que se jubiló!. Pero vamos a lo que nos ocupa... Cincuenta años atrás, como he referido anteriormente, a pesar de que el dinero apenas circulaba, los servicios de afeitado y corte de cabello se hacían siempre en la barbería. Cuatro gatos mal contados habían aprendido el arte del afeitado en la mili y tenían navaja y cuatro más empezaban a utilizar las hojitas de Gillethe, que por aquel entonces cortaban poco y afeitarte con ellas era bastante traumático; en cuanto a las maquinillas eléctricas todavía no funcionaban por estos lares. Una buena navaja de barbero valía mucho dinero y, además, eran pocos los que se hubieran atrevido a utilizarla.

Clientes pues no faltaban pero el problema (para los barberos) era que, justamente por la escasez de dinero, la gente solo se afeitaba un día a la semana y no siempre con puntualidad. 
Por esta causa, los barberos se quejaban amargamente de la dificultad que significaba afeitar barbas de ocho días o más y, con buenas maneras, repetían una y otra vez a sus clientes que "per anar ben afeitats deurieu de vindre un parell de vegades per setmana..." Pero... ¡la gente ni caso!.
Tres eran los servicios que se brindaban al cliente:
AFEITADO.............................(cada 3/4 días)
COLLET..................................(cada quincena)
CORTE DE CABELLO...........(cada 2 meses)
Eso era lo que el barbero pregonaba, pero los clientes tardaban más o menos el doble, es decir: Se afeitaban una vez por semana, se arreglaban el cuello una vez al mes y se cortaban el cabello cuatro veces al año, aprovechando las Fiestas de la Localidad.

Sin embargo, para un pueblo de 2.500 habitantes, que son los que entonces tenía Cabanes y con más de media docena de establecimientos de este tipo que entonces había, las barberías siempre estaban llenas. ¿Como se explica esto? La respuesta es sencilla. ¡La gente no se marchaba...! ¿Raro?. Nada de eso.
La barbería era entonces, como el bar, lugar de encuentro y de tertulia y los clientes, en interminables divagaciones sobre el tiempo, la política y el escaso rendimiento de la agricultura, se enzarzaban en discusiones (sin solución) que impedían el abandono del local en mitad de la conversación. Se daba la circunstancia de entrar, con cierto reparo, a una barbería con cinco o seis personas en su interior y sentarte directamente al sillón por estar ya todos servidos. De la misma forma, en más de una ocasión, habría alguien que pasaría de largo ante la gran cantidad de personas que había en la barbería cuando, en realidad, estaban prácticamente todos arreglados. Pero, en fin, vamos a rebobinar un poquito...

Como hemos dicho anteriormente, eran muchas las barberías que había en Cabanes en las décadas de 1.950/60 y vamos pues a recordarlas a continuación:
- Vicent el de Caragol, c/. Teatro, (Teatre)
- Ricardo el Barberet, pl. Generalísimo, (Hostals)
- Pepe el de Tineri, c/. Ramón y Cajal,
- Antonio el de Caragol, c/. Capitán Cortés, (Font)
- Serengue y Diego Boix, pl. Generalísimo, (Hostals)
- Antonio el Barbé i su padre (Eleuterio) pl. Generalísimo, (Hostals)
- Cento Claro(padre) i Vicent (hijo) c/. San Mateo.
Aunque todos los mencionados profesionales contaban con barberías abiertas al público, con sillones de barbero y demás "comodidades" al efecto, solo Pepe el de Tineri y Antonio el Barbé cortaban el pelo a navaja, que era entonces la novedad, previo lavado de la cabeza, que a más de uno le hacía buena falta y que era... ¡el no va más!.
Las dos barberías mencionadas, ambas con mucha clientela joven, solían cerrar muy tarde siendo bastante normal acudir a la barbería después de pasar la velada en el bar lo que suponía llegar hacia las 12 de la noche, o incluso la una de la madrugada, sin que el barbero se inmutara lo más mínimo. A esas horas, naturalmente, las tertulias sobre el tiempo, la política y la agricultura, habían finalizado ya hacía bastante rato. Siendo solo jóvenes los que allí nos encontrábamos, tocaba pues hablar de chicas... De lo "buena" que estaba esta o aquella y del guateque a montar al día siguiente. ¡Para pasártelo bien es más importante la juventud que el dinero!. Aunque el dinero, también ayuda, claro...

RAFAEL FABREGAT

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