23 de mayo de 2010

0081- LA FELICIDAD, EXTRAÑA CUESTION QUIMICA.

Cada día que pasa estoy más convencido de que la felicidad es una cuestión puramente química que nadie puede todavía controlar sin atiborrarse de sustancia, poco recomendables para la salud. Sin embargo, caso de que así fuera, es más que probable que algún día pudiera darse una dosis de felicidad a un paciente determinado, como una más de las terapias aplicables a determinadas problemáticas psíquicas. En la farmacia, incluso podrían vender "caramelos de felicidad" que, sin contraindicaciones, podríamos tomarnos en esos instantes en los que, por diferentes circunstancias, lo vemos todo negro. Ese estado de bienestar al que podríamos llamar felicidad, viene dado en determinados momentos de éxtasis provocado por causas o circunstancias externas, favorables para el indivíduo que las disfruta. Visto así, ¿por qué no puede llegar algún día en el que dosis de felicidad puedan tomarse como hoy se toma un café?.

No tengo estudios ni fundamento alguno para apoyar estos razonamientos, que no son otra cosa más que pensamientos que pasan por mi cabeza. De todas formas creo que, en algunas ocasiones, también los que carecemos de preparación podemos tener ideas.
Solo hay que estar vivo y ser sensible a los hechos y circunstancias que nos envuelven día tras día. Solo hay que relajarse y observar la vida que, desde todos los puntos, nos invita a su examen. Como he dicho en otras ocasiones, un nido en la rama de un árbol o una simple florecilla al borde del camino nos invitan a disfrutar de la vida y a pensar en su grandiosidad. La felicidad y la vida, están en cada uno de los rincones del universo y ante nuestra insignificancia, cabe buscarlas y disfrutarlas en lo más pequeño y especialmente en nosotros mismos. La felicidad ante la consecución de un sueño, como puede ser la compra de una nueva casa, la de un apartamento en la playa, o el cambio del viejo coche por uno nuevo y más grande, etc. dura poco.

Ese tipo de felicidad es tan caro como efímero ya que a los pocos días su disfrute se convierte en pura rutina y salen a la luz los sacrificios que su desembolso conlleva. Hasta para los más ricos, el hecho de serlo se convierte en algo cotidiano, haciéndoles también inviable esa felicidad que nosotros, los más humildes, pensamos que ellos disfrutan de forma permanente. Estoy convencido de que algo hay en el interior de nuestro cerebro que, en determinadas ocasiones y circunstancias, éste libera haciendo que nos invada ese estado de éxtasis llamado felicidad. Lamentablemente son breves momentos, pero éstos podrían prolongarse en el tiempo y en su frecuencia si todos fuéramos un poco mejores. Sin embargo serlo no siempre es una opción, puesto que nuestra forma de ser nos viene dada al nacer. Aún así quiero creer que esos genes que nos vienen dados por nuestros antecesores, tienen la posibilidad de ser "educados". Es ahí cuando padres, familiares, amigos y entorno general, ejercen aún sin pretenderlo, su influencia en la formación final del indivíduo.

Determinadas drogas dan, al parecer, un estado de agradable inconsciencia y anulan la timidez que la mayor parte de las personas sufrimos. Sus efectos dicen transportarte a otro mundo donde puedes, durante un tiempo, ser el rey de la reunión, pero todos sabemos lo efímero de ese bienestar y los resultados posteriores que conlleva. Aparte la multiplicada sensación de mediocridad que te invade al ser consciente de que el momento vivido no es más que un artificial modo de escape y que la realidad de tu vida es la que es, se suma también la destrucción de tu salud y la dependencia que la propia droga crea. A partir de ese momento, ya no puedes ser feliz por tus propios medios. El cerebro ya no crea de forma natural esa sustancia que anteriormente te daba momentos satisfactorios. Eres un dependiente y cuando los efectos del producto, cada vez más débiles, pasan y eres consciente de tu realidad, te sientes mil veces más desgraciado que antes de probarlos.

Pero hablemos de cosas más alegres. Hoy me he levantado feliz, sin droga de ninguna clase. Tras la ducha y aseo de rigor, me he comido un plátano y un yoghourt sin más. No ha llegado el acostumbrado almuerzo en el bar, ni el café cortado que lo adorna al finalizar éste, sin embargo me siento bien sin especial razón para ello.
Bueno... Ahora que lo pienso mejor, si que puede haber una razón para estar un poco más feliz que otro día cualquiera. Nuestros nietos también van cumpliendo años y sus padres nos invitan a celebrarlo. ¿Será eso?.
Seguramente porque, como he dicho anteriormente, la felicidad está en lo pequeño ¡no en lo grande! y es viviendo como se aprenden este tipo de cosas. La vida es bella si quieres verla como el gran regalo que es. No la desperdiciemos en sufrimientos irracionales. Como bien dijo el sabio, cuando un problema tiene solución no debemos sufrir y cuando no la tiene... ¡tampoco!, pues de nada sirve hacerlo...

RAFAEL FABREGAT

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