17 de marzo de 2020

2953- CORONAVIRUS, UN NEGOCIO REDONDO.

Lo sé. El título no puede ser más lamentable, pero también cierto.
- ¿Cómo es posible? -se preguntarán algunos.
Pues así, así están las cosas. Claro que esto, es tan grave que escapa a la comprensión de muchos. Que una desgracia sanitaria, a nivel mundial, pueda convertirse en negocio para unos pocos es algo que supera incluso la ficción, pero así se ha dicho en múltiples ocasiones y así es la realidad. La situación no puede ser más grave. Ni yo ni nadie somos capaces de pensar que la pandemia del Coronavirus haya podido ser provocada, pero lo que sí está claro que está beneficiando y no poco a las grandes fortunas. Cuando digo grandes fortunas no me refiero a los 1000 más ricos del mundo, por decir algo, no. Esto supera con creces a esas grandes fortunas y, como se ha dicho antes, entra en el campo de la ciencia ficción, por lo que esas fortunas se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos.

Fíjense en el descalabro bursátil a nivel mundial. Pero no todos pierden. Cualquiera, con una fortuna prodigiosa, podría en este momento hacerse el dueño del mundo con un puñado de euros. Es el momento oportuno. Nada vale ni la mitad de su valor y más barato que se puede poner, pues nadie sabe donde estará en final de esta aventura. Yo soy positivo al respecto y estoy convencido de que dentro de un tiempo, que nadie conoce, nos reiremos de esta Pandemia, hoy sin solución. En tiempos medievales la gente se moría por una simple gripe, pues tampoco había vacunas y ni siquiera una simple pastilla de paracetamol que aliviara las molestias. No es caso de broma, no. Lo que en este momento tenemos encima es lo mismo que sucedía entonces. Una enfermedad, mucho más leve que un cáncer pero cuya importancia reside justamente en eso, en que se transmite muy fácilmente y no tenemos la medicina que puede curarla. No pasa nada. No pasa nada, pero el número de muertos va aumentando día tras día y los hospitales está ya colapsados.

Cualquier otra enfermedad no tiene hoy cabida en un hospital si no es absolutamente necesaria su intervención. De hecho algunos hoteles ya están convirtiéndose en hospitales. Por consiguiente la gente está asustada y con razón. ¿Encerrarse en casa?. ¡Qué inocentes somos!. Encerrarse en casa es la solución política para que no nos infectemos todos a la vez y médicos y enfermeros puedan dar abasto. ¡Que ya falta poco para que se colapse todo!. Esa es la única verdad porque, al menos de momento, solución no la hay y si tarda en descubrirse el remedio la enfermedad atacará a todos y cada uno de nosotros, por muy encerrados que estemos en casa. Al menos la gente mayor y especialmente la enferma por otras causas, caeremos poco a poco como fruta madura. La naturaleza es sabia y este es un mecanismo natural para que todos aquellos que ya lo tengan todo hecho en la vida, nos apartemos y dejemos paso a los jóvenes, que son los que en adelante han de ir cambiando el mundo en el que nos ha tocado nacer. Nacer, crecer, multiplicarse y morir... Es nuestro destino.

Cuando se llega a situaciones como ésta, se da uno cuenta de que nada es y nada vale. Hace unas semanas atrás tener un simple millón de euros era la panacea. Podías tener una buena casa, un buen coche, viajar... Nada de eso vale ahora. Hoy puedes irte con tu millón de euros a un supermercado pero, al igual que cualquier humilde trabajador, no podrás comprar más de seis unidades de un mismo producto. Eso si encuentras lo que buscas. De nada te valdrá patalear. Coches, los que haya en existencias, puesto que las fábricas están cerrando por falta de piezas. Viajar... Nada de nada, pues nuestras fronteras están cerradas y las de los demás países también, especialmente si eres español. El motivo simple y claro es que España es uno de los países del mundo con un porcentaje más elevado de muertos e infectados. De nada te valdrá tener incluso avión privado, puesto que ni te dejarán despegar ni, en caso de hacerlo, te autorizarán el aterrizaje en ningún país del mundo.

Y mientras eso sucede los megarricos están comprando oro y acciones a precio de bote de conserva de tomate. Me refiero naturalmente a la lata, no a su contenido, que si el asunto se alarga en pocos meses valdrá también su peso en oro. En situaciones como ésta la comida es lo primero. Yo, si fuera de los que llenan el carro de la compra a tope, no lo cargaría de papel higiénico, sino de comida no perecedera. Y no soy el único que piensa así, puesto que en mi última incursión al super, en la que compré una docena de huevos y un brick de leche semidesnatada, las estanterías del arroz, la pasta, legumbres y conservas, estaban totalmente vacías. La gente no es tonta y sabe que algunas cosas alimentan mucho y ocupan poco. Eso sin contar con que no se estropean fácilmente.
Parece ser que los discursos sobre la garantía de no desabastecimiento han convencido poco al personal...

RAFAEL FABREGAT

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