5 de julio de 2018

2627- MIGUEL GILA. (1919-2001)

Madrileño y huérfano de padre, tuvo que ponerse a trabajar con 13 años. Estuvo, entre otras cosas, como aprendiz en unos talleres de chapa y pintura pero al estallar la Guerra Civil Española, como militante de las Juventudes Socialistas y con solo 17 años, en Julio de 1936 se enroló voluntario en el 5º Regimiento de Líster.
Miguel Gila fue sin duda un gran humorista y mejor persona. Un mago del humor que supo aprovechar las desgracias vividas en aquella guerra fraticida para convertirlas en chistes. Gracias a sus parodias consiguió que con él se rieran tanto los amigos como los enemigos, tanto los vencedores como los vencidos. En 1995, ya cansado de recorrer todos los escenarios sudamericanos y los españoles, con un éxito rotundo, contó por primera vez que "fue fusilado mal". Una más de sus realidades y de sus parodias. 


Patriota como el que más, con tan solo 17 años y mintiendo sobre su edad, en 1936 consiguió alistarse en el regimiento de La Pasionaria. En Diciembre de 1938, ya completamente derrotados, los 14 supervivientes de su Regimiento vagaban por los campos cordobeses, agotados, sin municiones y sin nada que llevarse a la boca. Allí fueron capturados por las tropas franquistas del 13º Batallón del general Yagüe. Gila, como todos los demás, estaba agotado, lleno de piojos y muerto de hambre y sed. Viéndola como una liberación, ya no temían a la muerte. En pleno invierno y lloviendo, les habían quitado abrigos y mantas y les habían ordenado sentarse en medio del barro, mientras un grupo asaltaba la casa del campo que ocupaban vencedores y vencidos.


Buscando el favor de los asaltantes la dueña, una mujer de unos 30 años, salió de la casa exclamando: 
- ¡Viva Franco!. Pero no le sirvió de nada pues la violaron sin piedad alguna y robaron animales y todo cuanto encontraron. Son las cosas que suceden en las guerras, tanto en un bando como en otro. Después llevaron a los prisioneros a un descampado y junto a un pequeño terraplén, un grupo de moros borrachos formó un piquete de ejecución para liquidar a los apresados, entre los que se contaba Miguel Gila. Sin embargo el vino encontrado en un tonel del caserío había hecho ya su efecto y no hubo formalidades, ni siquiera formación alguna. Los moros agruparon a los detenidos y con la escasa luz del atardecer dispararon sobre el grupo de prisioneros, volviendo rápidamente al caserío para seguir bebiendo cerca del fuego, donde estaban asando las gallinas robadas.


- Por mi cara corría la sangre de mis compañeros, apilados unos encima de otros, -contaba Gila- mientras yo quedé allí tendido, haciéndome el muerto toda la noche, mientras los captores comían y bebían.
Al amanecer, cuando ya los enemigos se alejaban por el horizonte, Gila se incorporó y buscó posibles supervivientes. Solo el cabo Villegas seguía con vida, aunque con una pierna destrozada por el impacto de una bala. Le hizo un torniquete y cargó con él, iniciando camino al pueblo más próximo que distaba 18 Km. de la finca en la que se encontraban. Al llegar entraron en la primera casa, que resultó estar ocupada por legionarios, pero éstos odiaban a los moros y les dieron comida y agua, rogándoles que marcharan para no verse involucrados. El cabo Villegas perdió la pierna pero sobrevivió mientras Miguel, ya recuperado, decidió unirse a una fila de detenidos, pasando cinco meses en un campo de prisioneros. 


Más tarde fue trasladado a la cárcel madrileña de Yeserías, donde permanecería cerca de otro año más. Finalmente en la cárcel de Torrijos, donde coincidiría con el gran poeta Miguel Hernández. Allí encerrado empezó a dibujar sus primeras viñetas, instalando su humor allí donde pasó tanto sufrimiento. Los cuatro años siguientes hizo el Servicio Militar obligatorio, ya escribiendo sus chistes en diferentes publicaciones gráficas. En 1951 subió por primera vez a un escenario, en lo que sería uno de los primeros monólogos de todos los tiempos, siempre teniendo la guerra como tema principal. Ya popular y aunque Franco conocía sus afinidades políticas, a mediados de la década de 1950 fue invitado por el general porque a Carmen Polo, su mujer, le divertían mucho sus "ocurrencias".  


Minutos antes de ser capturado aquella noche de 1938, Miguel Gila había roto en mil pedazos su carnet de las Juventudes Socialistas y esa fue una de las claves de su éxito puesto que con ese gesto convirtió en humor lo que hasta entonces solo había sido sufrimiento. Con él las dos Españas aprendieron a reírse juntas. Tras un exilio de 18 años en Argentina, en 1985 Miguel Gila regresó definitivamente a España y se convirtió en el referente del humor nacional. Teatros y cadenas de televisión se disputaban sus actuaciones, siempre con el tema de la guerra como punto central. Un humor entrañable que no hablaba de vencedores ni vencidos, sino que era una comedia campechana de situaciones que buscaban la hilaridad del público deseoso de olvidar tiempos pasados y penurias presentes. Que descanse en paz el humorista más grande de todos los tiempos.

RAFAEL FABREGAT

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