8 de julio de 2016

2143- LA GUERRA MÁS RIDÍCULA.

La Batalla de Karambeses ha pasado a la Historia, como la más absurda jamás imaginada. Tuvo lugar durante la guerra Ruso-Turca (1787-1792). Tan absurda y ridícula que resulta de todo punto increíble, pero en este mundo pocas cosas son imposibles. Todo sucedió la neblinosa tarde del 17 Septiembre de 1788...


Ese día, ya más de un año después del inicio de la guerra, un ejército austriaco compuesto por más de 100.000 hombres se dirigía hacia la ciudad de Karambeses, actualmente rumana, para acampar y dar descanso a las tropas antes de la invasión. En aquel ejército muy pocos hablaban la lengua alemana del emperador, puesto que estaba formado por gentes sometidas en anteriores batallas, principalmente italianos, croatas, serbios, húngaros y rumanos. La caballería de húsares iba en vanguardia explorando el terreno para limpiarlo de posibles enemigos, pero no encontraron a un solo turco. En su lugar apareció, eso sí, un campamento de gitanos que vendían aguardiente y los soldados les compraron unos cuantos barriles para celebrar la falta de enemigos mientras esperaban la llegada de sus compañeros.


Unas horas después llegaban las primeras avanzadillas que solicitaron el correspondiente trago de aguardiente pero los húsares, ya borrachos, se negaron a darles a probar la bebida y ante la insistencia de los recién llegados se optó por construir una barricada simbólica alrededor de los barriles de licor. Suguió una agria disputa entre ambos bandos que culminó con un disparo al aire. Ahí empezó todo. Creyendo que el disparo provenía de algún francotirador turco los rumanos empezaron a gritar: ¡turcos, turcos, turcos...! Los húsares salieron corriendo al tiempo que la infantería se desbandaba. Intentando poner orden, los austriacos entraron en escena al grito de ¡Alto, Alto...! pero los soldados entendieron ¡Alá, Alá...! (el grito de guerra otomano) y el caos aumentó más si cabe.


En ese preciso momento llegaban al lugar otros grupos de tropas austriacas que, desde la distancia, solo divisaban al grupo de húsares dando vueltas alrededor de un campamanto envuelto en el caos y la incertidumbre. Parecía claro que se trataba de un ataque por sorpresa de la caballería turca. Sable en mano, su capitán dio la orden de carga contra lo que pensaba eran sus encarnizados enemigos. Desde lo lejos aquella carga también fue divisada por la artillería que creyendo que eran turcos abrió fuego contra los jinetes. En el fragor de la lucha, pequeñas bandas de soldados disparaban contra todo lo que se movía. Tras varias horas de combate, los supervivientes fueron dispersándose y escapando poco a poco del campo de batalla. Finalmente, el silencio... Cuando los turcos llegaron dos días después a Karanbeses encontraron 9.000 cadáveres.
- ¿Que ha pasado aquí? -se preguntaron.

RAFAEL FABREGAT

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