22 de julio de 2014

1453- FAROS DEL MUNDO.

El origen de los Faros es antiguo, tanto como lo fueron los primeros intentos humanos de navegación. Los miedos iniciales hicieron que el hombre no perdiera de vista las costas y se dejara guiar por los accidentes naturales del paisaje, pero por la noche esos referentes no se vislumbraban y fue necesario reemplazarlos por señales luminosas que avisaran de la proximidad de la costa y sus peligros. Por muy rudimentaria que fuese una simple hoguera, el primer faro quedaba inventado. Se dice, pero no hay constancia de ello, que las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) eran faros, de los primeros de la Historia, simples hogueras a uno y otro lado del estrecho. Avisaban del final del Mare Nostrum y de la proximidad (14,4 Km.) entre continentes africano y europeo. Pronto se vio que el mar era el camino más fácil y rápido para conectar con otros pueblos y para favorecer el intercambio cultural y de mercancías. 


Los cortos viajes se mostraron insuficientes y los comerciantes se aventuraron cada vez más, buscando nuevos pueblos donde ofertar sus mercancías y donde pertrecharse de materias primas. Las distancias recorridas eran cada día más largas y se hacía necesario moverse también durante la noche. Es en ese momento cuando los faros se hicieron más necesarios que nunca. Como se ha dicho anteriormente, los primeros "faros" fueron grandes hogueras situadas en puntos elevados que prontamente fueron sustituidos por construcciones que permitieran su instalación en puntos llanos de la costa. Aquellas estructuras artificiales hacían innecesaria una costa montañosa y permitían igualmente la visibilidad de los navegantes. Aún cuando el fuego seguía siendo el único sistema de aviso nocturno, pronto se vería necesaria la colocación de una superficie reflectora que ampliase la luminosidad y permitiese su detección a mayor distancia. Estas mejoras en la señalización nocturna significaron la necesidad de gente que atendiera el mantenimiento del fuego y la limpieza de los reflectores. 


La importancia de los faros fue tanta que los más famosos historiadores de la Grecia clásica los nombra en sus más notables obras y la gente del mar les rendía culto. La isla Pharos (Egipto) acogía la "torre lumínica" más famosa de todos los tiempos: el Faro de Alejandría, motivo por el cual la palabra "faro" se utiliza históricamente para designar a este tipo de instalaciones de aviso nocturno. Lo construyó el arquitecto Sóstrases de Cnido el año 279 a.C. por orden de rey Tolomeo II de Egipto.  De todas formas ya antes de construirse el Faro de Alejandría las "torres de fuego" estaban extendidas por todas las costas mediterráneas, tanto en las europeas como en las africanas y asiáticas. 


Ya los libios y kutitas del siglo VIII a.C. utilizaban estos fuegos para poder navegar durante la noche. El faro más famoso, perfectamente restaurado, es el Faro de Hércules (s. I d.C.) y está en La Coruña (Hispania). 
En cuanto al faro más antiguo del que se conserva referencia escrita es el de Sigea (650 a.C.) en la costa occidental del mar Egeo. La tabla ilíaca de los primeros emperadores ya cita el faro de Sigea. Los faros de aquellos tiempos eran torres cuadradas de varios pisos en disminución, coronados por una galería circular. La deficiente construcción de la mayoría de ellos, en adobe y materiales de escasa calidad, junto a los diferentes terremotos ocurridos en décadas posteriores, fueron acabando con todos ellos a excepción del de Hispania, hecho con piedra de sillería. 

Se cree que también el "Coloso de Rodas" era un faro. Una figura masculina forrada de bronce y de gran altura, con una mano levantada sujetando una copa. Se supone que el cuerpo del coloso estaba hueco y una empinada escalera permitía el acceso a esa copa donde se encendía el fuego que avisaba a los navegantes del peligro. Todo un reto de estabilidad que, naturalmente, no duraría demasiado tiempo. Sin embargo hay evidencias de que no estaba a la entrada del puerto como figura en dibujos y grabados, sino en el cerro situado tras la ciudad. El autor del proyecto fue Cares de Lindo, que se suicidó al agotársele el presupuesto cuando la construcción estaba por la mitad. Lo finalizó un tal Lachus en el 280 a.C. aunque 55 años después (225 a.C.) fue derribado por un terremoto. No es necesario recordar que la buena iluminación costera se inicia en la era moderna, por el invento de la electricidad y la fabricación de aparatos ópticos que multiplicaban sobremanera la potencia lumínica. Nuevos adelantos y fuentes de energía dieron a los faros la respuesta necesaria para una circulación marítima más rápida y compleja. 


Antiguo faro convertido en hotel romántico.
El fuego de leña original había sido sustituido primeramente por el aceite y después por la brea o alquitrán. También grandes lámparas de sebo con mechas que apenas humeaban. Aparecieron en el XVIII lámparas giratorias, metálicas en su parte posterior y bruñidas para lanzar la luz a mayor distancia. Después llegó el gas azul y finalmente la electricidad. Con ella llegaron los automatismos y pronto la presencia de los fareros dejó de ser necesaria. Algunos faros siguen encendidos, más por nostalgia que por necesidad. La navegación por GPS los ha hecho innecesarios. Es la modernidad, los nuevos tiempos, la innovación constante del ser humano... 

RAFAEL FABREGAT


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