1 de julio de 2014

1430- LA TUMBA DEL REY HERODES.

Popularmente se llama "El Herodyon". Se trata de una montaña artificial, en cuya cima Herodes el Grande construyó un palacio-fortaleza en el que festejar sus triunfos y encontrar el descanso eterno a su muerte. La construcción quedaba terminada el 20 a.C. sin que se sepa con seguridad el tiempo que tardó en construirse. Era el mismo lugar en que derrotó a los asmoneos de Jerusalen. La montaña, un cono casi perfecto de 300 metros de altura sobre el nivel del desierto, se creía hasta ahora una de las obras más colosales de todos los tiempos. 

Sin embargo la complejidad de la obra, que nadie pone en duda, no incluía la fabricación artificial de la montaña, como se había pensado, sino que más bien lo que se hizo posiblemente fue lo contrario, excavar su forma alargada, añadiendo lo que faltara para redondearla y aplanar el resto para darle su imagen de cono perfecto y solitario. Arduo trabajo, pero muy inferior al que hubiera supuesto construir la montaña de nueva planta. Su emplazamiento está en la actual Cisjordania, 12 Km. al sur de Jerusalén. Al pie del cerro se construyeron suntuosos edificios para el rey, familia, amigos y visitantes; incluso un teatro cuyo palco era anexo a las dependencias reales. Herodes no necesitaba salir de palacio para asistir a las representaciones. 


Toda la llanura alrededor de la montaña fue cubierta de edificios formando una ciudad, cuyos habitantes eran figuras relevantes del reino. Herodes prefería esta ciudad a Jerusalén. Herodes construyó en lo alto de su montaña un pequeño pero suntuoso palacio, rodeado además de una gran fortaleza que lo defendiera de sus enemigos. Dos muros concéntricos con espacio de 2,5 metros entre ellos y altos muros de 30 metros de altura, con cinco pisos elevados y dos de ellos subterráneos. Cuatro grandes torres emergían hacia lo alto custodiando la fortaleza y el palacio del rey. Una de ellas, la oriental era considerablemente más alta que las otras tres, sobre sólida base de piedra y 18 metros de diámetro. 

En su interior varios pisos y buen número de lujosas habitaciones, probablemente para albergar a los miembros de la comitiva real. Las tres torres restantes tenían un diámetro inferior y servían como almacenes y residencia de la guardia real y tropa. Toda la montaña estaba forrada de grandes piedras. A la puerta principal de la fortaleza se llegaba por medio de una escalinata cubierta que ascendía en línea recta desde la base. La parte oriental del palacio interior del castillo era un jardín de 41x18 metros con pórticos en tres de sus lados y columnas con capiteles corintios. Por compleja que fuera su construcción hubo una dificultad mayor que salvar, cual era suministrar de forma constante un agua que apenas caía del cielo. 

Para ello Herodes mandó construir ocho algibes a una profundidad extraordinaria, más abajo si cabe de la base de la montaña y uno en la parte superior, lugar al que los criados la elevaban con no pocos esfuerzos por escaleras y pasadizos excavados en la roca. Ni una sola gota que cayera en todo el perímetro de la montaña se desperdiciaba pues diferentes canalizaciones la llevaban a las cisternas. No se descarta que excepcionalmente las cisternas inferiores pudieran llenarse de la canalización que abastecía el Herodyon Inferior, agua que se traía mediante un acueducto desde los manantiales de Artas. A pesar de todos los esfuerzos llevados a cabo, el esplendor del Herodyon fue efímero pues esta obra excepcional sería conquistada por los romanos pocos años después. 


Bajo el castillo-palacio cientos de metros de pasadizos, túneles y escaleras, milagrosamente intactos, llevan a las diferentes cisternas y servirían de protección en caso de asalto. En uno de esos corredores secretos mandó Herodes construir la tumba para sí mismo, pero no se supo el lugar exacto hasta Mayo de 2007. El nuevo monte Herodyon sería el túmulo funerario perfecto para un hombre de su alcurnia. Para hallar los restos del mausoleo de Herodes los arqueólogos tuvieron que trabajar durante muchos años puesto que en principio se le buscó en el Bajo Herodyon. Finalmente Herodes cambió de parecer y quiso ser enterrado en la ladera de su montaña. Aparte la tumba propiamente dicha construyó una gran avenida de 350 metros de largo por 30 metros de ancho. 


Una escalinata de 6,50 metros de ancho ocupaba el tramo final de la avenida hasta el mausoleo, originalmente de 25 metros de altura pero derruido 20 siglos atrás. El hallazgo de esta escalinata propició el descubrimiento de su tumba. Para llegar a ella hubo que excavar gran cantidad de estructuras bizantinas e incluso una iglesia. Un presentimiento invadió a los arqueólogos y no se equivocaron, era la escalera que conducía el cortejo fúnebre hasta la tumba del rey. Aunque el mausoleo había sido destruido muchos siglos atrás, el hallazgo de su sarcófago, también totalmente destrozado, no deja lugar a dudas sobre su autenticidad. Se supone que la tumba de Herodes ya fue profanada y destruida en aquella primera revuelta de los judíos sucedida entre los años 66 y 71 de nuestra era. 


Así lo contó el historiador Flavio Josefo en su día y así lo avalan las excavaciones llevadas a cabo. El año 4 a.C., ya mucho tiempo sufriendo una horrible enfermedad incurable, Herodes atravesó el Jordán en busca de las aguas termales de Calirroe que le aliviaran sus terribles dolores. En el lago Asfaltitis, en realidad el mar Muerto, se sumergió el rey como le aconsejaron sus médicos pero no obtuvo beneficio alguno. Sabiéndose morir y que todos los judíos le odiaban, quiso que llorasen por él y para conseguirlo mandó encerrar a todos los notables de Jericó en el hipódromo con la orden explícita de que en el momento en que él expirase los acribillaran a flechazos y así lloraran las familias por su muerte. Las órdenes no se cumplieron y Herodes murió allí, en Jericó, siendo trasladado al mausoleo construido en Herodyon.


El año 71 fue Herodyon fue reconquistada y destruida por los romanos de Lucilio Baso y su Legio X Fretensis. Herodyon, Masada y Maqueronte fueron los tres últimos reductos de la resistencia judía. Todo el complejo fue destruído y por tanto abandonado aunque todavía se recuperó en parte unas décadas después, siendo usado en una segunda revuelta judía. Tras ésta segunda derrota Herodyon fue abandonado durante cuatro siglos y ocupado nuevamente por los monjes de San Jerónimo en el siglo V que construyeron varias iglesias. Herodyon fue una gran caja de sorpresas pero, después de 50 años de excavaciones, las principales están ya al descubierto.

RAFAEL FABREGAT

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