23 de enero de 2014

1239- Y AL SABIO, LE LLAMARON LOCO.

REEDICIÓN.
Justo Gallego Martínez nació el 20 de Septiembre de 1.925 en Mejorada del Campo (Madrid). Tiene pues 88 años cumplidos. 
Mejorada es una antigua aldea de Alcalá de Henares posteriormente independizada, que sufrió una gran transformación en la década de 1970 al construirse en su término municipal nuevos barrios que dieron cobijo a las miles de familias que acudían a Madrid en busca de trabajo. En la actualidad supera los 23.000 habitantes. 
Por extraño que nos parezca, el monumento más visitado no es ninguna de sus iglesias, ni los impresionantes equipamientos de que dispone este municipio. Lo que ha hecho famoso a este pueblo, provocando la masiva llegada de visitantes, es "la catedral de Justo", resultado de la voluntad y dedicación de uno solo de sus vecinos. 
El esforzado Justo Gallego, que ha dedicado dos tercios de su vida a convertir un sueño en realidad: construir una catedral en su pueblo natal, sin conocimientos de arquitectura y sin experiencia alguna en albañilería.

Monasterio de Santa María de la Huerta.
Atraído por una vocación tardía, a los 27 años, este personaje ingresó en el monasterio cisterciense de Santa María de la Huerta, situado en la localidad del mismo nombre y provincia de Soria. Un monasterio que había nacido románico (1162) con el patrocinio de Alfonso VII, rey de Castilla y León, pero que fue cambiando al gótico bajo los auspicios de Alfonso VIII de Castilla y otros muchos mecenas que le siguieron. 
La imagen que vemos hoy es producto de la renovación llevada a cabo en el siglo XVI con ayudas y beneficios de Carlos I y Felipe II. También en el siglo XVIII se llevaron a cabo algunos cambios clasicistas. 
A día de hoy, de aquel primitivo monasterio románico del siglo XII solo se conserva la iglesia, incluso con alguna modificación posterior.

El 12 de Octubre de 1.963 y tras su expulsión del convento por la tuberculosis que padecía (vaya con la caridad de los monjes cistercienses) Justo Gallego volvió a su pueblo natal y empezó a construir una catedral que dedica a la Virgen del Pilar, como agradecimiento por la curación de su enfermedad. 
Como pueden ver en el cartel que esta misma persona tiene expuesta a la entrada del edificio en construcción (clicar sobre la foto) tan magna obra está realizada sobre terrenos heredados de sus padres, con materiales reciclados y ayuda esporádica de alguno de sus sobrinos.
La obra lleva en marcha más de 50 años y está financiada por la venta de otros terrenos familiares, la colaboración de algún amigo y la voluntad de los visitantes. 
No hay plano alguno, ni permisos, ni experiencia en la construcción. 
La educación básica de Justo Gallego quedó interrumpida por la Guerra Civil y nunca pudo retomarla. Su única y escasa experiencia es la de agricultor. 

Sus 8.000 m2. construidos, 28 cúpulas y 2000 vidrieras hablan de la grandiosidad de una obra, que solo él ha visto en su mente. 
Las torres, actualmente de 30 m., quiere Justo que alcancen a los 60 m. de altura. 
En base a sus explicaciones, un amigo suyo ha realizado un dibujo de lo que sería el edifico terminado. 
Algo inimaginable para una persona sin estudios, pero ahí está él, con 88 años cumplidos y medio siglo trabajando por ver su sueño convertido en realidad.

- Este chico está loco -decían los vecinos de la localidad. 
Hoy, perplejos ante tan grandiosa obra, todos se preguntan cómo un solo hombre y sin apenas medios pudo llegar tan lejos. 
Es verdad que 50 años dan para mucho, pero un hombre solo hace un camino. Solo el empeño, la fe y el amor a Dios pudo llevar a este hombre a desarrollar tal proeza. 
Sus manos son su maquinaria y unos libros sobre castillos y catedrales el bagaje con el que dar forma a lo que llevaba en su imaginación. 



Su ilusión es tanta que, ante una nueva idea que poner en práctica, muchos días se ha levantado a las cuatro de la madrugada. 
Antes, cuando hemos señalado sus escasas fuentes de financiación, hemos olvidado señalar algunas cadenas de TV que han visitado a dicho personaje y su extraordinaria obra. Hemos de suponer que Justo habrá sabido aprovechar tales visitas para sacar ayudas para convertir su sueño en realidad. Bien está que haya pedido ayuda, pues ciertamente la necesitaba. 

Aunque no haya empleados y nóminas que pagar, son muchos los trabajos, en altura, que precisan ayuda e incluso maquinaria para llevarlos a cabo... y todo vale dinero. 
El material principalmente empleado son ladrillos de una fábrica local, rechazados por su forma irregular. 
Pero hay que traerlos a pie de obra, buscar el cemento y la arena con que unirlos, el hierro y madera para los diferentes encofrados de arcos y pilares de medidas diversas, etc., etc.




Decir que Justo Gallego ha realizado una proeza digna del más clamoroso récord Guinness, es quedarnos cortos. 

¿Puede un hombre con 88 años seguir a pie de obra?. Pues sí, puede, porque allí está.
Naturalmente por poco tiempo, pero allí estará mientras Dios le de fuerzas para ello. 
Después... ¿Qué pasará cuando Justo marche a mejor vida?. Pues seguramente todo será derribado, en aras a evitar algún accidente que cueste la vida a alguno de los miles de curiosos (y algún chatarrero) que por allí deambularían un día sí y otro también. Es el triste sino que aguarda a la obra de un hombre que, como tantos otros, no supo afrontar sus propias limitaciones. 
De todas formas las ilusiones de Justo no habrán sido en vano, pues la felicidad alcanzada en estos años de duro trabajo bien mereció el esfuerzo.


¿Para qué sirve lo alcanzado una vez marchamos de este mundo?. Absolutamente para nada. Tan solo cuenta la satisfacción propia. Nada trajimos al llegar y nada llevaremos en nuestro último viaje. 
Este hombre ha sido y es feliz en su presente. Lo que se haga con "su catedral" cuando muera, poco daño puede hacerle. Tenía una ilusión y trabajó para cumplirla. 
El hecho de no ver rematado su sueño tampoco puede en modo alguno frustrarle. Ninguna obra de tal envergaduda fue rematada por el arquitecto inicial y menos aún por aquel que la proyectó en su imaginación. Durante todos estos años Justo ha sido feliz y al fin y al cabo, eso es lo que cuenta. 

RAFAEL FABREGAT

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