Hola amigos. Estamos en Lauterbrunnen!, valle suizo actualmente muy turístico y popular. El motivo son sus idílicos paisajes y múltiples fuentes y cascadas propiciadas por el deshielo de las cercanas montañas. Su difícil acceso natural hizo que apenas fuera conocido este enclave montañoso antes del siglo XIII aunque, como es natural, ya tenía dueño. Se trataba de un noble austrohúngaro procedente de Wänderwil que en 1240 vendió el valle al Monasterio de Agustinos de Interlaken. Que la propiedad fuera de los monjes no fue impedimento para que el Señor de Thun poblara la parte alta del valle con gentes de su simpatía y protección, formándose algunas poblaciones que tenían sus propios gobiernos y autonomía sobre el monasterio.
En 1526, tras la Reforma Protestante, Berna adoptó esta nueva fe y fue imponiéndola en el valle de Lauterbrunnen. Dos de las villas y los monjes se rebelaron fallidamente y el Monasterio fue secularizado y convertido en una parroquia protestante. En el siglo XVIII la pobreza de la gente llegó a tal extremo que la mayoría optó por emigrar. A finales del XIX llegaron gran cantidad de turistas aficionados al alpinismo y la fama del valle no paró de crecer hasta el punto de construirse una carretera, una vía férrea y un funicular.
En 1912 se construyó también un tren cremallera que se convirtió en la más alta de Europa. El tren va casi todo su recorrido por el interior de las montañas, el no va más de los amantes de los deportes de invierno. Aquella pequeña aldea de Isenfluh se convirtió en pocos años en la Lauterbrunnen actual, un paraíso invernal a tan solo 72 Km. de la capital Suiza.
Los idílicos paisajes y las innumarables casacadas de hasta 75o metros de altura hacen que aún no siendo deportista, merezca la pena visitar este enclave suizo. El tren cremallera o el teleférico son experiencias que te muestran este nuevo mundo desde sus mejores perspectivas.
Algunos pueblos empiezan a estar tan saturados que han sido cerrados al tráfico y creando una tasa a todos aquellos que acudan en vehículo propio y no pernocten más de una noche. Que nadie se asuste por las posibles dificultades del terreno ya que la extensa red ferroviaria permite ir de una montaña a otra sin esfuerzo alguno. Es un viaje que se debe tomar sin prisas, puesto que el enclave tiene muchísimo para ofrecer. Los costes tampoco son desproporcionados, como se pudiera pensar. El tren, el autobús y algunos funiculares son gratuítos. Los precios en hoteles de lujo son caros, pero hay hostales y albergues a precios muy asequibles, bares a precios módicos y barbacoas gratuitas, Hay que ir... ¡Vale la pena!.
RAFAEL FABREGAT
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