18 de agosto de 2018

2646- CEMENTERIOS.

Por extraño que a muchos les parezca, los cementerios tienen una clientela más o menos asidua. Si por una u otra causa he tenido que ir al cementerio, jamás me he encontrado solo. Allí siempre hay alguien y la mayor parte de las veces suelen ser las mismas personas, sin contar alguna viuda reciente. Yo lo entiendo a medias. El cementerio tiene ese halo de misterio y recuerdos de tiempos pasados. En un pequeño pueblo como el mío y especialmente si ya tienes una edad avanzada, muchos de los difuntos que allí reposan han sido gente con la que has coincidido en muchas ocasiones, siendo inevitable recordar esos momentos y muchos otros de tu juventud. No son una ni dos, sino cientos las lápidas de gente conocida que te recuerdan lo temporal y breve de nuestra existencia.


Ahora ya no suele tan común, pero antiguamente era muy frecuente el grabar algún epitafio o reseña de las aficiones del difunto. También fúnebres frases recordando esa misma fragilidad de la vida:
"Como tu me ves, yo me he visto. 
Como yo me veo, tu te verás".
Bastante común pero no por ello menos cierto y espeluznante. Gracias a esas fotos y a esos epitafios, por mucho que la mayoría de nosotros solo vayamos una o ninguna vez al año, los cementerios no son un almacén de cadáveres, sino algo interesante. Nada de miedo, sino lugar de reflexión y recuerdo de los seres queridos que ya marcharon de este mundo miserable. En un mundo tan ajetreado como el actual, el cementerio no solo es un lugar de paz y recogimiento, sino de amor dormido y de arte. 


En mi pueblo no hay tumbas. Todo son nichos y tierra pública donde yacen un buen número de personas sin reseña alguna. En tiempos lejanos esa tierra albergaba gente desconocida o miserable que no podía siquiera adquirir los derechos de un nicho. En la actualidad algunas personas, muy pocas, aún en el caso se ser ricos y a pesar de que sigue impidiéndose levantar una tumba e incluso una mínima reseña del lugar en el que reposan, piden que se deposite su cuerpo en ese único lugar de tierra que hay en el cementerio. Quizás para no gastar. Por el contrario, aún tratándose de nichos, hay lápidas que son carísimas, toda una obra de arte y dignas por tanto del estatus social al que pertenecieron esos difuntos en vida.


Personalmente me gusta el arte pero, en dicho lugar, me atraen más los epitafios. Por cierto... En muchas de esas lápidas no suele nunca estar quien allí dice o, si verdaderamente está el titular, casi nunca está solo. Demasiado altos los precios de los nichos, lo cual hace que sean bien aprovechados y que en buena parte de ellos esté enterrado el padre, el hijo y el... En fin, es lo que hay. Se dice que para conocer un pueblo solo hay que ir al mercado y al cementerio. En el primero se critica y en el segundo se alaba a quien antes se criticó. En las ciudades, imponentes tumbas hablan alto y claro de quienes fueron sus inquilinos. Hasta se llevan a cabo visitas guiadas para curiosos de la historia local e incluso provincial o nacional. Eso no pasa en mi pueblo pero siguen acudiendo, al menos los domingos, un cierto número invariable de personajes. 

RAFAEL FABREGAT

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