29 de diciembre de 2017

2549- VIVIR DOS VECES.

Nadie quiere morirse, pero nadie quiere volver a nacer. Así lo afirman todos a quienes les preguntes. Morir no, pero volver a nacer... ¡Tampoco!.
- ¡Quita, quita!. -te dicen- Con una ya he tenido bastante...
Es lo que pasa. Quien más quien menos ha tenido más de un desengaño. Con padres, hermanos, amigos, novias, esposas... Pensar que, a pesar de la experiencia adquirida, estos percances pudieran repetirse hace que los deseos por tener otra vida dan más pereza que deseos por "disfrutar" esa nueva oportunidad. No, no, Ya está bien. Tal como se ha dicho antes, la respuesta más repetida es que con una vida ya hemos tenido bastante. Extraño que no queramos morir, pero tampoco repetir. 

Por extraño que nos parezca, es lo que hay. Especialmente cuando preguntas a sujetos de una cierta edad. Exceptuando a las mujeres y cuatro más desenvueltos, la mayoría de la gente es tímida por naturaleza, al menos frente a desconocidos. Adquirir el desparpajo del que gozan los caraduras cuesta media vida, esa primera vida que por la juventud que uno tiene en esa etapa podría ser la más feliz y provechosa. Al que estás empezando a moverte como pez en el agua te has plantado en la cuarentena y ¿a donde vas con 40 tacos a tus espaldas...? 
- Estoy cansado, no me apetece, me duele la cabeza, tengo un compromiso anterior, lo siento pero no puedo, ya nos veremos... Pero es una simple crisis existencial. El tiempo pasa inexorable y llegan los cincuenta sin apenas darte cuenta. En ese momento llegan de verdad, los dolores de cabeza, el cansancio, la falta de ganas de todo. En fin, el caos existencial. El saberte de vuelta de todo. ¡Coño, esto... ya está!

Dicen que, a partir de los cincuenta, todos los cambios que experimenta el ser humano son a peor. Yo no sería tan pesimista. Siempre digo que la vida empieza a los cuarenta. Mayor solidez laboral y económica, los niños criados y las emociones amatorias estabilizadas. En los temas de salud, los cuarenta años son un momento de plenitud para el cuerpo humano. Si hay algún problemilla aflora y es corregido sin mayor dificultad y la mayoría ni eso. Que algunos sufran una crisis de ansiedad por cumplir los cuarenta, no tiene justificación alguna y ni siquiera a los cincuenta hay problema alguno, siempre que la salud acompañe. Quienes ya hemos pasado por ahí sabemos que es una buena edad para cualquier cosa y el mejor momento para hacer frente a cualquier situación. Nada pues de agobios. A los sesenta ya es otra cosa...

Con los sesenta bajan las ganas de todo, exceptuando las de comer. Los que no se jubilan de forma anticipada, no saben la suerte que tienen. Con esas ansias, de no se sabe qué, llegan a la jubilación (actualmente a los 67 años) sin darse cuenta y como chiquillos que esperan las vacaciones de verano. Es cuando, ya jubilados y con la paga en el bolsillo, se dan cuenta de su error. La vida es mucho mejor mientras trabajas, especialmente porque eres más joven y tu mente está ocupada en algo. Si que son verdad los viajes a bajo precio del IMSERSO, pero las excursiones posteriores hay que pagarlas y son caras y de escaso interés. Para las buenas y baratas ya te fallan las fuerzas. Comidas malas y mucho autobús, sin que nadie entone canción alguna... La mejor etapa del ser humano es, con diferencia, entre los cuarenta y los sesenta.

Tras los sesenta falta una última etapa, naturalmente la peor. 
Tras los saludos de rigor, me decía un amigo que me encontré estos días de fiesta...
- Cuando llegas a los setenta se notan cosas... ¡Yo ya las he notado!.
Coño con los amigos... ¡Que para los setenta solo me falta uno!. Ese día mejor hubiera sido que me encontrara con el diablo. ¿Como que voy a notar cosas? ¡Que ganas de asustar a la gente!. Esas cosas hace ya muchos años que las he notado. Con decir que ya me da pereza ir a buscar setas, ¡que es lo que más me ha gustado en esta vida...! Vaya tonterías que dicen algunos. Decir que cuando se cumplen los setenta años se notan cosas... ¡Como si hubiera descubierto las Américas...! Pues claro que se notan cosas, pero no son las que tienes, sino las que faltan. Sobre todo las fuerzas.
¡Ay Señor...! ¿Vivir dos veces?. ¡Quita, quita...! ¿Para qué?. ¡Con una ya vamos bien servidos...!

RAFAEL FABREGAT

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