15 de diciembre de 2017

2543- DOS CHISTES DOS.

PROBLEMAS DE TALLA.
Hacía ya mucho tiempo que Manolo Canales sufría de unos insoportables dolores de cabeza que le tenían totalmente desquiciado. Una mañana, paseando por el parque, encontró a su amigo Coldo y le contó el problema que tenía.
- Tranquilo -le dijo su amigo- Yo te daré la dirección de un doctor que seguro te quitará esos molestos dolores. Toma, ahí está la dirección y el teléfono.
Apenás llegó a su casa Manolo llamó para pedir cita y viendo que se trataba de un caso tan penoso accedieron a visitarle aquella misma tarde. 
Tras examinarlo el doctor le dio su opinión...
- Mire usted. Es imposible averiguar la causa de esos dolores pero, si son tan insoportables como usted me cuenta, tengo una solución para eliminarlos de forma definitiva... ¡La castración!.
- Pero... ¡oiga! -se quejó Canales- ¡Cómo se atreve!. ¿Dejarme cortar los... así como así?.
- Haga lo que quiera -dijo el doctor- Yo solo le digo que con esa operación ya no le dolería más la cabeza. Ahora usted decide lo que estime más conveniente. Piénselo.
Manolo marchó a su casa y cada día el dolor era más insoportable, por lo que una semana después vuelve a la consulta y acepta la castración.
La operación fue relativamente sencilla. Le cortaron lo que le colgaba y aquella misma noche ya descansaba en su casa, con un bienestar que hacía mucho tiempo que no podía disfrutar. Tan bien se encontraba que a la mañana siguiente decide dar un breve paseo y casualmente vuelve a encontrarse con su viejo amigo Coldo.
- ¿Qué tal Manolo, cómo te fue?
- Oye chico -le dice- ¡Mano de santo, ya no me duele la cabeza en absoluto. Me ha vuelto la ilusión por vivir. Mira, voy a hacerme un traje nuevo. Por cierto. ¿No conocerás algún sastre...?
- Claro que sí. Sé de uno muy famoso que detecta las necesidades de cada cliente sin que tengas que decirle nada. Un fuera de serie...
Allá se fue Manolo, tras despedirse de su amigo.
- Pase, pase usted. Si quiere un traje de la talla 40 se lo hago esta misma semana.
- A ver, a ver... ¿Cómo sabe que uso la talla 40 sin decírselo? -pregunta Manolo.
- Yo, aunque esté mal el decirlo, con una mirada tengo bastante -responde el sastre.
- Le puedo decir la talla del pantalón, de la camisa y hasta de los calzoncillos...
Manolo no sale de su asombro. 
- Para que vea usted... Pantalón cintura 38 y largo 36. Camisa cuello 38 y largo 35. Zapatos del 42. Y los calzoncillos de la talla 39. ¿Qué le ha parecido?.
- ¡Impresionante! -responde Manolo- Pero no lo ha acertado todo. Se ha equivocado en la talla de los calzoncillos ya que yo uso la talla 36.
- Se equivoca amigo -responde el sastre- Si usted se encuentra a gusto es porque son de la talla 39. Si usara calzoncillos de la talla 36 le apretarían los testículos y le producirían unos dolores de cabeza tan insoportables, que no se lo puede ni imaginar. ¡Y yo lo veo tranquilo y feliz...!



FALTA DE USO.
- Cariño -dice la mujer- este fin de semana iremos al pueblo a visitar a mis padres. Iremos y volveremos el mismo día, puesto que la economía no está para gastos. Espero que tengas el coche a punto. ¿Arreglaste aquel ruidito?.
- Esto... ¡Sí, sí. El coche está perfecto!. 
El sábado a primera hora el matrimonio marcha hasta el pueblo y visitan a los viejos que están muy contentos de verles. Tras la comida y una larga sobremesa el matrimonio sale otra vez hacia la capital pero el vehículo se estropea y tienen que coger habitación en un hotel de carretera, mientras les reparan la avería.
- Buenas. Quisiéramos una habitación que sea muy económica.
- Tenemos una que solo cuesta 30 euros -responde el recepcionista.
- Perfecto. Nos la quedamos.
A la mañana siguiente van a pagar la cuenta y resulta que asciende a 3.530 euros.
- Aquí hay un error -le dicen al recepcionista- ¿No eran 30 euros?.
- Sí señor. Pero hay otros 1000 euros por la piscina, 1000 por el gimnasio, otros 500 por la sala de juegos, 500 más por el cine en cartelera especial y otros 500 de bebidas.
- Pero... ¡oiga!. Que nosotros no hemos usado nada de eso. Es más, ni siquiera sabíamos que el hotel contaba con esos servicios.
- Lo siento caballero -responde el recepcionista- pero esos servicios estaban ahí, a su entera disposición. Mire, fïjese el tamaño de la piscina, la cantidad de máquinas que hay en el gimnasio, el piano-bar con todas las bebidas a su disposición. El hotel no hace descuentos por falta de uso.
- ¡Está bien! -dice el cliente agotado- ¡Ahí tiene usted un euro y estamos en paz!.
- ¿Cómo que estamos en paz? ¿Y los 3.529 euros que faltan?.
- Es lo que yo cobro a quienes tienen relaciones sexuales con mi mujer...
- ¡Oiga que aquí, ni yo ni ninguno de los empleados hemos tocado a su mujer!.
- Ya, ya. Pero ese no es mi problema. Ella ahí estaba, a su entera disposición... 

RAFAEL FABREGAT

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