1 de noviembre de 2014

1560- EL MAESTRAZGO SIN SETAS.

Hace dos semanas os conté lo que yo creía era mi última salida en busca de setas para este año 2014, pero las mujeres ya se sabe... Tiran más dos tetas que dos carretas y ante su persistencia en salir un día más... 
- Pues nada, subiremos, pero te advierto que no encontraremos nada -le dije. 
Y así fue. A medio camino (buen comienzo) nos paró la policía de Tráfico.
- Va usted a 82 Km./hora y un kilómetro más atrás hay una señal de 60. Pero, en fin, si la paga enseguida solo son 50 euros y no pierde puntos. (Vaya suerte la mía...)

El título del post no refleja exactamente la realidad micológica, pero casi. Exploramos uno de los lugares donde mejor se mantiene la humedad y tal como yo suponía, a pesar de no haber hecho viento, ni frío y ser lugar frondoso, protegido de los rayos solares, las setas nuevas brillaron por su ausencia. Las setas son naturaleza y saben perfectamente cuando deben salir y cuando deben dejar de hacerlo. Hasta las vacas se preguntaban qué hacíamos en Mosqueruela, a 24 horas del mes de Noviembre. Está claro que la principal influencia para que salgan setas es la temperatura y la humedad, pero hay algo más. ¡Las horas de luz que ya empiezan a faltar!. Naturalmente si durante esta pasada quincena que no fuimos a buscarlas hubiera vuelto a llover otro gallo hubiera cantado pero no fue así y el bosque, aún manteniendo cierta humedad, no tenía la suficiente para la salida de nuevas setas.


El camino de acceso a nuestro rincón "secreto" seguía enfangado y mientras nos acercábamos llegué incluso a pensar que tal vez pudiéramos encontrar algo, pero me equivoqué. A diez metros del lugar donde suelo parar el coche, hay un pequeño matorral de endrinas y allí mismo suelo encontrar mi primera docena de setas. Como si de un acto religioso se tratara esas primeras setas las recojo siempre que vamos, antes incluso de abrir el maletero. Ayer hice lo mismo, pero no encontré ninguna de ellas. Estaba claro que habíamos perdido el viaje. Así se lo dije a mi mujer que, naturalmente, no quiso creerlo y cogiendo las cestas no adentramos en el pinar...

Como es habitual pronto nos separamos, pues ella va mucho más lenta que yo. De repente una llanega, algo mustia pero perfectamente comestible, después dos níscalos aunque uno de ellos agusanado... En fin, no voy a cansar a los lectores. Cuando nos encontramos de nuevo, apenas media hora después, ella llevaba una docena de llanegas de buen porte y yo la encontrada en primer lugar y una docena de rovellones. A alguien podrá parecerle que para media hora no estaba mal del todo y quedaba mucho tiempo y terreno para buscar, pero nosotros no estamos acostumbrados a esas miserias y simplemente con la mirada ya nos dijimos que no merecía la pena seguir buscando.


Era temprano y la salida del bosque, ya próximos a la carretera, paramos en un punto donde prolifera la llanega blanca y el fredolic, mezcladas con algún níscalo. Echamos un vistazo y encontramos unos puñados de la primera y media docena más de níscalos. Los "fredolic" estaban faltos de agua y no los cogimos. Con lo recogido antes y lo encontrado en este segundo punto llenamos una pequeña cajita frutera que traíamos en el maletero. Por lo menos no volvíamos a casa de vacío. Estaba claro que allí mismo (ahora sí) acababa la temporada 2014. Yo entiendo que es difícil para un verdadero aficionado acabar la temporada encontrando más de 20 kilos, pero hubiéramos hecho bien en no volver... 


Volver fuera de temporada (para esta zona) teniendo la casa llena y sin haber llovido en tres semanas, demuestra que la afición enturbia el cerebro y nubla la mente. Eran casi las dos de la tarde, pero habíamos almorzado bien y no había ganas de comer todavía. Nos fuimos al pueblo y después de hacer unas compras tomamos el camino de regreso. Comimos en un restaurante a mitad de camino, ya pasadas las tres de la tarde. A la llegada a casa, como es nuestra costumbre, lo primero fue limpiar lo encontrado. No terminamos a las once de la noche como otras veces. Esta vez había poco que limpiar. El capricho estaba cumplido y la temporada de setas 2014, ahora sí, estaba finiquitada. O, al menos, eso espero...

RAFAEL FABREGAT 

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