PARA ESCRIBIR SOLO HAY DOS REGLAS, TENER ALGO QUE DECIR Y QUE TE DEJEN DECIRLO. (Rafael F. Condill)
16 de septiembre de 2010
0158- ¿INVERTIR PARA PERDER DINERO...? ¡NO, GRACIAS!.
Pero... ¡Donde hemos ido a parar!. Si invertir, aparte de arriesgado, no tiene interés alguno... ¡mal vamos!
Menos mal que yo, ni tengo ni dejo de tener. Porque si tuviera, o no tuviera, estaría cagadito de miedo. ¡Ahora, ni fu, ni fa!. Hombre, vamos a ver... Yo sufro por los que vienen detrás, pero bueno... los que vienen detrás, y son como tienen que ser, lo tienen bastante bien montado y los que no lo tienen que espabilen, que a nosotros nadie nos ha regalado nada.
Cuando muchas familias de Cabanes tuvieron la suerte (o la desgracia, vete tu a saber) de vender algunas de sus fincas a Marina d'Or, un gran porcentaje de ellas, pretendiendo reservar su patrimonio para el futuro, permutaron buena parte de ese capital metálico ó rústico en inmobiliario. Con esta operación dejaron de ser propietarios de fincas, con cosechas y prácticamente sin impuestos, para pasar a ser propietarios de apartamentos, con muchas cargas, elevados impuestos y sin cosechas. Por si esto fuera poco resulta que, los apartamentos que costaron cinco, ahora valen tres (y bajando). ¡Pero coño!, (con perdón) ¿esto qué es? -se dirán más de cuatro. ¿Para esto estuve yo tan contento y tantas noches sin dormir?. Pero esperen, esperen..., ¡que aún quedan más capítulos de esta película de miedo!.
¡Ahora vayamos a los que no vendieron...! A los que "dejaron pasar el tren" porque vender sus tierras a ¡diez veces! lo que valían, les pareció poco. Aquellos que pensaron que, si el programa se desarrollaba según lo planeado, sus tierras podrían valer mucho más de lo que se ofertaba. Pues bien, el resultado está a la vista: siguen siendo propietarios de sus fincas, prácticamente yermas por falta de rentabilidad y pagando contribuciones de no se sabe qué categoría.
¡Requetecoño!, (requeteperdón). ¡Éramos pocos y parió la abuela!.
Por si cualquiera de los "problemas" antes referidos no les parecen suficiente castaña, vayamos ahora a los que renunciando, o sin renunciar, a la propiedad de sus fincas, se hicieron "socios" del susodicho promotor... ¡Qué manda huevos y coraje!.
¿Qué tienen esos ahora? Pero bueno... bueno... y bueno!. ¿Alguien cree que le puede interesar ser socio de semejantes... socios?.
En el año 1.927, José Cuevas Bellés, hijo y vecino del pueblo de Cabanes, gran persona y de buena familia además, fundó la gran compañía Autos Mediterráneo, S.A. Gente honrada, trabajadora como el que más pero que, ante la falta de liquidez suficiente, tuvo que emitir acciones que le permitieran reunir el capital suficiente para montar un negocio de esa envergadura.
Hijos del pueblo de Cabanes, con tienda de tejidos y vivienda en la Plaça dels Hotals nº1, esquina a la calle San Vicente, todos les estimaban y unas más pudientes y otras menos, fueron muchas las familias del pueblo que, creyendo en la
rentabilidad y buena inversión que supondría el colocar en esa Compañía sus ahorros, los cedieron gustosamente esperando recibir en poco tiempo pingües beneficios. Bien, como todos sabemos, la compañía no ha podido funcionar mejor pero, también sabemos todos que, los beneficios no existen en ninguna empresa que ambiciona una expansión permanente. Más claro agua.
Su flota actual supera las 120 unidades, de las cuales 30 son autobuses urbanos, dando trabajo a 160 conductores. Aquellos pobres desgraciados que con sus ahorros (quitándose el pan de la boca) ayudaron a crear la compañía, supongo que hace tiempo que recuperarían el valor de sus acciones (si el socio mayoritario les dio la oportunidad, que tengo entendido que sí) pero... ¡A qué precio y con qué rentabilidad!.
Es que, ¡lo que no puede ser, es imposible!. Si eso es lo que ocurre cuando te asocias con gente seria y honrada de tu mismo pueblo... ¿qué futuro les espera a quienes se asociaron con Marina d'Or...? ¡Un negocio que, por muy honrados que fueran sus dirigentes, está configurado a otra escala!. Una reunión anual, con cena o sin cena y poco más. ¡Eso si no aprueban alguna ampliación de capital y, además de las fincas, tienes que aportar dinero, que podría ser!.
En fin, volvamos al asunto... Lo que quiero decir es que en el momento presente las cosas no son, ni mucho menos, como eran cuarenta años atrás.
Cuando mi mujer y yo empezamos nuestra vida en común..., las cosas eran más normales... ¡y duraderas!
La gente mayor, que había vivido una guerra y mucha miseria, también tenía miedo de todo pero un miedo diferente al de hoy. No era miedo, si no falta de coraje, que no es lo mismo. Falta de coraje a emprender aventuras (para ellos) de elevado coste e incierto final. Sin embargo las cosas no estaban como ahora. Está claro que la salud nadie la tiene garantizada y tampoco el éxito en una empresa de camino desconocido, pero para aquellos que no nos hemos metido nunca en aventuras de resultado dudoso, el no tener miedo al futuro y embarcarte en la aventura de buscar un dinero que no tienes, para crearte unas perspectivas de trabajo, desde mi punto de vista yo no lo veía como una aventura, o al menos era una aventura controlada, no como ahora que no sabes lo que puede suceder mañana.
Entonces las cosas eran blancas o negras y los cambios eran escasos y lentos. Ahora no es igual. Lo que hoy es blanco mañana puede ser negro. ¡Así!, por las buenas, porque lo diga un sinvergüenza que vive a 15.000 Km. de donde tú estás. ¡Por favor hombre, por favor...!
Yo, que soy de la opinión que valen más cuatro en mano que ciento volando, hace unos años, buscando tener el día de mañana una pequeña (o grande) alegría, le hice a mi mujer un Plan de Pensiones. Como ya no éramos niños y tampoco nos hacía falta para comer, cada mes aportaba una cifra bastante importante e incluso, al objeto de desgravar en el I.R.P.F., también hice alguna aportación extraordinaria (no muy pequeña) a final de año.
Demasiado tarde vi venir el toro... Aunque ya diez años sin ingresar un solo céntimo, llegué a reunir una cifra de aportaciones bastante interesante.
De aquellas aportaciones, no solo no he cobrado un solo céntimo de interés, sino que en el momento de sacar el capital por jubilación, había perdido más de medio millón de pesetas.
- T'ha agradat el socarrat?
Dos veces me he metido en mi vida donde no me llamaban y dos palos me he llevado. El único problema es que la vida es demasiado corta y si para aprender hay que recibir palos... resulta que para aprender a no recibirlos, te pasas la vida recibiéndolos. (?)
Bueno, pues nada. Es lo que hay y nada podemos hacer por cambiarlo. El mundo da muchas vueltas y en cada época toca una cosa... ¡Ahora toca esto!. De todas formas todos estos cambios sin sentido alguno, afortunadamente, no son cataclismos de la naturaleza que no se puedan remediar.
No, esto son cataclismos provocados por el hombre y pronto o tarde también por el hombre serán controlados. ¿Cuando?... ¡pues no se sabe!. Lo que si se sabe es que ninguna situación, ni buena ni mala, es para siempre. ¿Por qué todos los países de nuestro entorno más cercano avanzan y nosotros seguimos estancados?
Pues bueno, yo no soy nadie para decir que sea porque manda éste, o porque no manda aquel... De todas formas, ¡que mande uno u otro es importantísimo para que las cosas vayan de una forma o de otra!. Aún así, yo pienso que no despegamos porque en su momento subimos demasiado deprisa y en diez años hicimos lo que, a una marcha normal, debería de haber costado veinte. De hecho los países que progresaron más lentamente, tienen menos problemas, claro está. Ahora, por culpa de nuestras prisas, estamos condenados a sufrir un parón que bien puede durar diez años... ¡aquellos diez años que en su momento ganamos a una velocidad vertiginosa!. Lo lamento por aquellos que, a pesar de lo rápido que iba todo, siguieron viajando a pie..., aunque supongo que esos apenas se verán ahora afectados.
Reiniciando el tema, la época de diez años malos, que en teoría nos esperan, no es como las matemáticas, una ciencia exacta y su duración real dependerá (y mucho) de nuestros gobernantes, de esos a los que Ud. y yo elegimos cada cuatro años. Si tenemos suerte de elegir un gobierno sensato y capaz, veremos reducido el suplicio de los diez años a seis; por el contrario si tenemos la desgracia de dar a nuestro país gobiernos vagos o ineficaces el problema durará catorce. Como puede verse el asunto tiene miga y en este tema, aunque arriesguemos el bienestar de una parte importante de nuestras vidas, no podemos quejarnos. ¡Tendremos lo que nos mereceremos!. De hecho ya lo tenemos, es decir, tenemos lo que nosotros mismos hemos elegido. Que nadie se lo tome a guasa, esto no es el ligue de una noche de verano. No son chicos guapos con cuerpo de gimnasio lo que necesita el país; tampoco bombones de pasarela. Necesitamos un gobierno trabajador, sensato y eficaz. ¿Cual es? ¡Ah, eso han de decidirlo Udes. en su momento!.
Lo que si está claro es que unos pueblos avanzan y otros quedan estancados... ¿Por qué?. La contestación no es tan complicada...
Una nación es como una familia. Una familia se gobierna por una o varias personas (normalmente los padres) que, unas veces mejor y otras peor, organizan el trabajo y dirigen la economía de la casa. Exceptuando a aquellos que (por tenerlo todo, o por no tener nada) empiezan la carrera cien metros por delante o por detrás de los demás, el resto salen desde parecida línea de salida.
Como si de una carrera se tratara parten más o menos del mismo sitio y corren, cada uno a su aire, la carrera de la vida. En muy pocos años, empiezan a verse grandes diferencias; unos trabajan mucho, otros poco; unos gastan mucho, otros no; unos van de bar en bar y otros se quedan en casa con la familia, por si vienen "las vacas flacas". Eso mismo ocurre con los gobiernos, con la diferencia de que a los padres no los elegimos, pero a los gobernantes sí.
Está claro que a personas diferentes, gobiernos y resultados diferentes. Nadie es bueno ni malo. Cada uno es como es y el pueblo, que dicen que es tan sabio, tiene que saber elegir.
Sin embargo el pueblo, desencantado con la clase política, muchas veces no acude ni siquiera a votar. Y cuando acude... ¡no siempre acierta...!
RAFAEL FABREGAT
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