17 de enero de 2019

2708- ¡QUIEN LO HABÍA DE DECIR...!

Efectivamente, ¡quien lo había de decir...! A pesar de no tener otros estudios más que los primarios, a mi siempre me ha gustado mucho escribir. Eso sin contar que la mayor parte de mi vida ha transcurrido sin otra tecnología que no fuera la máquina de escribir y que, por supuesto, tampoco tuve a mi disposición hasta bien entrados los treinta años. Empecé como empezaron todos los niños de mi época, con un lápiz, una goma de borrar y una pluma de las que se mojaban de vez en cuando en el tintero escolar, aquel que estaba integrado en el pupitre y que de forma parsimoniosa el propio maestro nos rellenaba cada mañana. Después, con el tiempo, llegaron los bolígrafos y mucho más tarde los rotuladores. Llegué a conocer el portaminas, pero ese ya era artilugio más propio de la élite entre la que, siendo pobre de solemnidad, no podía contarme. Hay que añadir a todo lo anterior que treinta años después de yo venir al mundo, las comunicaciones entre familia, amigos y especialmente entre clientes y proveedores seguía siendo epistolar. Aunque hacía mucho tiempo que el teléfono había desplazado al telégrafo, las comunicaciones telefónicas eran poco o nada seguras y caras además. Todo o casi todo se hacía por carta y estas empezaban indefectiblemente con el encabezamiento de lugar y fecha del remitente.


Quizás por la mala salud de mi madre, que murió a los dos años de venir yo al mundo, nací con escasa salud y con esa poca fortaleza se desarrolló mi niñez y toda mi juventud. 
No sería hasta 35 años después cuando se descubrió aquella enfermedad que afectaba a mis huesos y salud general, recibiendo el oportuno tratamiento casi por casualidad. Para entonces yo ya tenía más de cuarenta años. Digo todo esto porque, justamente por aquella escasa salud y mi gusto por la escritura, siempre pensé que era muy difícil que yo pudiera encabezar mis cartas con aquella cifra mágica de tres ceros que tenía el lejano año 2.000. 
Yo hacía cuentas y claro, para llegar al ansiado año 2.000 había de cumplir los 51 años y eso era altamente improbable. Cuando no me dolía un codo, me dolía la rodilla, todo el brazo, las piernas, la cadera, etc. Con cierta frecuencia me dolía la cabeza e incluso llegaba a desmayarme. Había pocas razones para el optimismo y los médicos todo lo achacaban a problemas reumáticos, cuyo tratamiento acabó causándome problemas gástricos y hasta ulcera grastroduodenal. ¿Llegar a los 51 años de edad, para poder fechar mis cartas con el año 2.000?. Difícil. Sin embargo un accidente de tráfico dio con mis huesos (nunca mejor dicho) al hospital a los 41 años de edad. 


No hubo fracturas, pero si un concienzudo examen radiológico que puso al descubierto mi enfermedad, para la que ya había tratamiento. Para mí aquello fue como volver a nacer. Un tratamiento de 25 años de duración permitió incluso, si no darme de alta, sí el poder retirarme el tratamiento y ser una persona normal. Excuso decir que, gracias a ello, no solo llegué al ansiado año 2.000 sino que lo sobrepasé ampliamente, puesto que aquí estoy. Aquel año la tecnología todavía no había hecho los estragos actuales y continuaban recibiéndose los comunicados de forma epistolar, registrando mis escritos con el bonito número de tres ceros. 
Después llegó el Telefax, que venía a ser lo mismo aunque remitido vía telefónica. 
El Fax ya ha pasado a la Historia y actualmente todo se hace vía e-mail, a través del ordenador. 


Ahora ninguna comunicación de familiares, amigos o clientes se recibe por correo. 
Noticias, fotos y vídeos se reciben a través de los teléfonos móviles, al instante y de forma totalmente gratuita, cuando se trata del sistema de WhatsApp. 
Con la llegada del teléfono móvil la gente empezó a caminar por la calle con el teléfono pegado a la oreja. Ahora muchos ya lo hacen por medio de auriculares, dando la impresión de estar hablando solos. 
¡Es el mundo de hoy!.
Un mundo al que no podemos ni debemos escapar. 
Hay que ir con los tiempos, aunque alguna vez tropecemos con las nuevas tecnologías provocando la risa de nuestros hijos...
Compré a mi mujer un móvil con todos esos adelantos, pero yo sigo con un "trasto" de los de antes, que mis hijas me apremian a lanzar a la basura. En fin, a todo esto tengo el placer de comunicarles que hoy, día 17 de Enero del año 2.019 y día de la festividad de San Antonio Abad, he cumplido los 70 años. ¿Quien lo había de decir...?.

RAFAEL FABREGAT

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