No es nada nuevo. Se ha escrito largo y tendido sobre el "Derecho de Pernada", más o menos utilizado en la Edad Media. Como en todas las cosas de la vida, ni están todos los que son ni son todos los que están. Facinerosos los hay en toda época y lugar, pero no todos usaban de esta prebenda de la que se generaliza seguramente demasiado. Sin duda alguna hay más misticismo que realidad, de la misma manera que dudo mucho existieran los tan renombrados cinturones de castidad. Más bien podría haber sido al contrario y con mayor motivo, si hubieran ido las mujeres a la guerra y fueran los hombres quienes hubieran quedado en sus aldeas o palacios. De todas formas generalizar nunca es buscar la verdad de las cosas.
Escrito está que el "ius primae noctis" ó "Derecho de Pernada" era un privilegio establecido por algunos nobles que, en cada boda y cuando la novia era de su agrado, gustaban de desvirgarla, o sea, pasar la primera noche de bodas con la mujer de sus vasallos. De todas formas con el tiempo son muchas las dudas que han surgido sobre la veracidad o no de este hecho sobre el que, eso sí, han corrido mil ríos de tinta. Más bien se cree que la posibilidad de un hecho fortuito y puntual, quedó plasmado en la literatura como algo generalizado y sin duda incierto. Era un recurso para denigrar a la nobleza, cuyos abusos eran más bien pecuniarios. Si de algo podemos acusar a la nobleza medieval será de vivir como dioses mientras mataban de hambre al pueblo llano, pero no de abusar de sus mujeres cuando otras más bellas las tenían en su propios palacios y al alcance de sus manos.
Ya sabemos que en aquella época todo era del señor de la comarca o reino que se habitaba pero, ¿acaso no sigue siendo así en el siglo XXI?. Seguimos pagando impuestos sobre lo que consideramos nuestro, lo que viene a decirnos que nos permiten disfrutar de lo suyo a cambio de nuestro dinero. En aquellos tiempos los nobles permitían a sus vasallos sembrar sus tierras a cambio de los diezmos, reservándose también para ellos los molinos y las herrerías con las que acabar de robar a los labradores lo poco que quedaba de sus cosechas. Eso sin contar que los vasallos habían de estar siempre dispuestos para la lucha cuando el señor lo consideraba necesario. No hay duda alguna de la veracidad de estos hechos, pero ¿quien cree que el derecho de pernada fuera una realidad?. No la necesitaban...
Bien es verdad que Heródoto escribió sobre una tribu que acostumbraba a presentar al rey a todas las doncellas casaderas y que si alguna le gustaba era el primero en acostarse con ella, pero hablamos del siglo V a.C. y no de la Edad Media, dos milenios posterior a este personaje. También es verdad que en los pueblos germánicos la sangre del desfloramiento era considerada mágica, motivo por el cual era todo un honor que la primera cópula se le ofreciera al señor del lugar y que, en todo caso, ésta podía anularse por un pago en metálico. Este privilegio se perpetuó hasta bien entrada la Edad Media, aunque siempre asociado a impuestos y tributos. Debido a la escasa documentación sobre el particular, los historiadores dan poca credibilidad a la aplicación del "derecho de pernada" si bien la aceptan como hecho puntual en lugares concretos. Sin embargo en algunos lugares era tradicional, a modo de recordatorio de lo que pudo ser este derecho sobre el vasallo, que tras la ceremonia de la boda el señor saltara por encima de la novia como quien salta una hoguera.
La Sentencia Arbitral de Fernando II el Católico (Guadalupe 21 de Abril de 1486) puso fin a los abusos de la nobleza catalana contra sus vasallos diciendo al respecto sobre el tema que nos ocupa:
..."ni tampoco puedan (los señores) la primera noche quel payés prende mujer, dormir con ella en señal de senyoría".
Hacía ya muchos años que los reyes luchaban contra este abuso, aunque el débil poder central no podía erradicarlo.
La creciente autoridad de la Iglesia y la consolidación de los matrimonios eclesiásticos ayudó a proteger a los recién casados del poder de la aristocracia. Dios bendecía la unión de la pareja y sobraba por tanto la intervención de la autoridad terrenal.
Con esta sentencia real el matrimonio se convertía en algo sagrado que los señores feudales no podían mancillar, motivo por el cual el llamado "derecho de pernada" dejaba de ser un derecho y pasaba a ser tan solo el capricho de cuatro locos descontrolados, incapaces de respetar la dignidad de las personas a su cargo.
De todas formas, a partir de aquel momento ya solo en la literatura se volvió a hablar de privilegio tan deleznable.
RAFAEL FABREGAT
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