Ignorando las atrocidades causadas, los nostálgicos de la figura de Franco emplean cualquier tertulia para destacar el impagable legado que el dictador dejó en una España de hambre y penurias, intentando convencer a las nuevas generaciones de las bondades de su gobierno y la negatividad de todo cuanto aconteció antes de su mandato. Efectivamente durante la II República hubo muchos desmanes en contra del clero y de los terratenientes, pero lo que siguió a la Guerra Civil fue recíproco y, por lo tanto, también difícil de justificar. Está claro que buenos y malos los hay en todos los bandos. Los defensores de Franco aseguran que durante el gobierno del dictador se puso en marcha la Seguridad Social, la Industrialización, las Vacaciones pagadas, el apoyo a las Familias numerosas, la instauración del Capitalismo y la fundación de las compañías de Iberia y la Telefónica...
Importantes sin duda los puntos anteriormente señalados, sí señor, pero no hay que olvidar que una consulta a las hemerotecas nos descubrirá rápidamente que la Seguridad Social se fundó a mediados del siglo XIX con la Comisión de las Reformas Sociales; que los Tribunales Laborales y la Ley de Jurados Mixtos es de 1931, con la II República y Largo Caballero al frente; que lo de las Vacaciones Pagadas fue aprobado en 1918, aunque solo para los militares, maestros y empleados públicos, consolidándose en 1931 para todos los trabajadores asalariados; que la escasa industria nació en el siglo XIX, aunque solo floreciera en el País Vasco y Cataluña; y que la Telefónica nació en 1924 y la Compañía Iberia echó a volar en 1927.
Lo que sí es cierto es el terror sufrido por los perdedores de la Guerra Civil y el empeño de Franco por corregir la "pertinaz sequía" española, con la construcción de pantanos, nunca suficientes. Hasta el más endiablado de los gobernantes hace cosas buenas.
Se dice y con razón, que ninguna persona es tan mala como la pintan sus enemigos ni tan buena como la describen sus semejantes. Descendientes, ó no, de Adán y Eva todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos. Liderar la jefatura de un país de forma dictatorial es simplemente poder aplicar cada uno de ellos sin oposición. Aunque con mandato democrático, también durante la II República hubo no pocos desmanes. En fin...
Las políticas hidráulicas empezaron en España en el siglo XIX con La Restauración, prosiguieron durante la II República y se completaron durante el Gobierno Franquista e incluso en periodo Democrático, después de la Transición. Desgraciadamente llenar España de embalses no evitó la "pertinaz sequía", aunque debemos reconocer que ayudó y no poco a determinadas zonas del país, alguna de ellas en permanente sequía anteriormente a estas megaconstrucciones. En 1902 Rafael Gasset Chinchilla, ministro de Agricultura durante la regencia de María Cristina de Habsburgo y que repetiría mandato con Alfonso XIII, ya puso en marcha el Plan General de Canales de Riego y Pantanos, aunque con escasa utilidad. En 1933 y con la II República las obras continuaron con el Plan Nacional de Obras Hidráulicas y en 1952 el gobierno franquista mejoró este programa con el Plan de Transformación y Colonización, siendo ese el momento cumbre para la construcción de presas.
Queda claro que, acertada ó errática, la política hidráulica en España no fue un "invento" exclusivo de Franco, sino un desarrollo programado a través de diferentes regímenes y gobiernos, monárquicos primero o democráticos y dictatoriales después.
Todos fueron conscientes de la necesidad hídrica de nuestro país y, con mayor o menor suerte, trataron de aportar su grano de arena al desarrollo de los embalses.
El NO-DO y la propaganda franquista supieron sin embargo apuntarse el tanto y meter en nuestras mentes que el gran hacedor del agua y salvador contra la sequía fue el dictador Francisco Franco.
En 1931, con la llegada de la II República y bajo la presidencia Niceto Alacalá-Zamora, el ministro de Hacienda y Obras Públicas Indalecio Prieto dijo que las políticas hidráulicas no debían ser de ningún partido político ni de gobierno alguno, sino de un Estado al margen de los vaivenes electorales.
Es increíble que, siendo tan corto nuestro paso por este mundo, haya gente tan ruin como para destrozar la vida de los demás por unos días de protagonismo. Pues bien, aún así hay imbéciles que, ante su nula capacidad intelectual y de personas de bien, herencia sin duda de la estupidez paterna de lameculos recalcitrante, se jactan de ello y prefieren que se les recuerde por tales atrocidades. Ya lo dice el Refranero Español, al que tantas veces acude un servidor: "Cuando no hay lomo, todo lo como".
RAFAEL FABREGAT
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