9 de enero de 2021

3050- UNA MALA EXPERIENCIA.

Verano de 1990 en Marruecos. 
A pesar de lo que voy a contar, fue uno de los mejores viajes de mi vida y lo mismo dice mi mujer a todo aquel que le quien le pregunte sobre nuestras experiencias viajeras. Fue como una película en la que el viajero es siempre el protagonista.
Tras desembarcar en Tánger, tomamos una moderno autocar que nos llevó a visitar Fez, antigua capital de Narruecos y cuna de sus primeros gobernantes. No voy a enumerar todo lo allí visto y vivido en primera persona. Solo el auténtico lujo del hotel-palacio en el que nos alojamos y las múltiples curiosidades jamás imaginadas y que pasaron frente a nuestros ojos, ávidos de aventura. Dos días después el autocar nos llevó a Marrakech. 

Un viaje largo puesto que, además de la larga distancia, hubo una interesante parada en Beni-Melal y comida típica del lugar.
Marrakech es sin lugar a dudas la más frenética y espectacular de las ciudades marroquíes. Quien no ha visto la famosísima plaza Djema el Fna... ¡no ha visto nada!.
Cada noche del año, tras el duro calor africano, esta plaza se convierte en un restaurante-espectáculo donde cualquier cosa tiene cabida. Entre una inmensa nube de humos y olores diversos, todos los viajeros del mundo y también muchos autóctonos del lugar se dan cita para pasar unas horas divertidas, entre las que puedes cenar la comida más extraña, pero también la más exquisita.

Sin embargo esta entrada al Blog no es para retratar todo lo muy pintoresco que allí vivimos, sino justo lo contrario. 
Por la mañana de aquel día ya pasamos por la plaza Djema el Fna, camino del zoco y la visita a mezquitas, escuelas coránicas, talleres artesanales diversos, palacios, etc. A nuestro regreso al Hotel, nuestros guías ya nos advirtieron que no era prudente salir por la noche, salvo que lo hiciéramos en grupo. Muchas cosas quedaron en el tintero y junto a tres o cuatro parejas más fuimos a la plaza Djema el Fna para ver el ambiente pero al poco rato cada cual ya iba a lo suyo, acordando vernos en determinado punto una hora después. Sin apartarnos de la plaza, por lo peligroso de perderte en el laberinto de callejuelas que componen el enorme zoco, vimos una gran tienda de alfombras y quedamos embobados mirando la dificultad de sus dibujos.

En este tipo de tiendas y lugares los vendedores están siempre vigilando a todo aquel que demuestre el más mínimo interés por sus artículos y mucho más si detectan que se trata de turistas a los que poder venderles sus productos. Nosotros no teníamos la más mínima intención de comprar ninguna alfombra pero el vendedor insistía en que entráramos a la tienda para ver sus productos. Por simple curiosidad le preguntamos si tenían allí mismo el taller de confección y nos respondió que sí y que podíamos pasar a verlo... Entramos. Para mal, pero nos dejamos convencer y pasamos al interior. Allí mismo, junto a la puerta de la tienda, una escalera subía al piso superior, donde el vendedor dijo que nos mostraría como se hacían las alfombras, pero no era cierto. Se trataba de una sala donde cientos de alfombras se mostraban al posible cliente.

Era un encerrona, no había taller alguno, pero nos habíamos dado cuenta demasiado tarde. Media docena de hombres aparecieron de pronto y nos invitaron a sentarnos en un pequeño altillo con una mesa y sillas alrededor, mientras una mujer nos servía un té que nosotros, viendo el cariz que tomaba el asunto, rehusamos tomar. Mientras tanto el resto de los presentes empezaron a desplegar alfombras por el suelo. 
Reiteramos, una vez más, que no teníamos interés en comprar sino en ver el taller donde se confeccionaban. No atendían y seguían desplegando alfombras. Le dije a mi mujer que aquello estaba complicándose y levantándonos nos dirigimos hacia la escalera pero nos cortaron el paso rodeándonos. Yo empujé suavemente a uno de ellos diciéndole a mi mujer que bajara y saliera a la calle. No hizo falta. Viendo que no había ninguna posibilidad de venta, después de varios improperios, nos permitieron bajar pero el susto nos lo llevamos puesto.

RAFAEL FABREGAT

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