7 de abril de 2013

0975- EL PARAÍSO, ESTÁ EN LA INDIA.

Miles de viajeros visitan cada año el Estado Federal de Kerala, al sur de la India. Nada tiene de extraño que lo que allí les espera no tiene réplica en ningún otro lugar de la Tierra. Es sin duda el estado indio más próspero y el mejor alfabetizado. Sus habitantes, que saben perfectamente el valor que la cordialidad tiene para el visitante extranjero, se prodiga en una constante amabilidad con el viajero. 

Su cara refleja una sonrisa constante y sus actos, siempre solícitos, son siempre agradecidos por el foráneo que quiere vivir una experiencia irrepetible. 
Kerala lo tiene todo porque, al constante afán de sus gentes en hacerte la estancia lo más cómoda y satisfactoria posible, se suman unas infraestructuras hoteleras excelentes y adaptables a todos las economías. 
Naturalmente, para que Kerala sea el paraíso hace falta algo más, pero todo eso también está y no en pequeña cantidad, sino con abundancia.


Tiene poco que ver con el resto de la India. Comparado con el mundanal ruido de las ciudades de esta parte del mundo, Kerala es un remanso de paz. 
Cuando se llega a estos parajes, tras la visita de otras partes de la India, dejas atrás las carreteras bacheadas, la suciedad y la miseria, mientras en el horizonte se dibujan las decenas de canales, la gente educada y el verde exuberante de las palmeras que, junto a las blancas playas se convierten en protagonistas del paisaje. 
Cochín, primer asentamiento europeo, te transporta a la época colonial y punto clave en el comercio de especias. 
Aún persisten algunos almacenes con este comercio ancestral, pero ya queda menos de todo aquello. 

La mayor parte de aquellos almacenes se han convertido en hoteles o tiendas de souvenirs, dirigidos a un público viajero cada día mayor. 
Queda una pequeña parte de aquella antigua vida de sus habitantes, suficiente para que el viajero satisfaga su curiosidad, pero no tanto como para agobiarle. 
Uno de los mayores atractivos de Kerala son sin duda sus canales, que recorren buena parte del paisaje de todo el estado. 
Más aún sus gentes, que viven junto al agua o en el agua misma, ganándose el sustento con el comercio puerta a puerta o barca a barca. 

Allí la mejor carretera son sus canales y por allí circulan sus táxis y autobuses, pequeñas o grandes embarcaciones que, en cientos de ocasiones te muestran casas flotantes, familias que hoy viven aquí y mañana en distinto lugar. 
Las gentes humildes viven y trabajan en el agua y saben que su estilo de vida es un atractivo más para el turista, al que hay que agasajar convirtiendo su estancia en algo inolvidable. 
Tienen claro que, en un mundo globalizado, esa es su mejor baza y la han convertido en dogma de fe. 
Las gentes de Kerala saben de la importancia económica que representa el turismo y han cambiado buena parte de sus costumbres para adaptarlas a lo que el visitante demanda. 

Mientras la gente local y el turista con escasos posibles se desplaza en los buses acuáticos, algunas parejas en viaje de novios pasan con sus turísticas casas flotantes, sentados en sus amplias terrazas al aire libre y viendo la televisión, como si estuvieran en el amplio salón del mejor de los hoteles. Aparte estos impresionantes canales que cruzan todo el territorio, otros ramales más estrechos y sin duda más interesantes, deben visitarse en canoa pues ni la anchura ni el calado permiten la entrada de embarcaciones mayores. Allí, en pequeños poblados o aldeas, ves a sus gentes trabajar las cuerdas con fibra de coco o trenzar las hojas de palma para realizar los más finos capazos y sombreros. 

Por estos parajes más naturales y tranquilos se pueden ver animales autóctonos y paisajes rurales impresionantes, donde la mano del hombre cambia una parte de la selva en arrozal o cualquier otras forma de cultivo. 
Es la paz misma, sin subterfugios de ninguna clase. 
Con 1.900 Km. de extensión, los canales muestran al viajero todo el pasado y el presente de Kerala pero hay más, mucho más. Es la cara más exótica de la India, por su clima, su paisaje y sus comodidades. 
Los lagos interiores, interconectados como los pueblos por esos mismos canales, están custodiados por frondosos palmerales que deleitan la vista de los navegantes. Y allí, como en cualquier parte, todo se puede contratar. Desde la más sencilla embarcación hasta la más sofisticada de esa casas-barco, en las que puede incluirse capitán, guía, cocinero... y mucho más. 


La estancia en estas casas fluviales se puede complementar con estancias en los múltiples resorts que salpican sus exuberantes playas. 
Auténticos hoteles del lujo más exquisito. 
Y entre tanta relajación, una visita a las plantaciones de té, o a los increíbles jardines de especias, nos permite adentrarnos en un mundo que embriaga los sentidos; un mundo sin duda totalmente diferente a lo que es la vida occidental. 
Todo, todo lo mejor, es posible en Kerala...

RAFAEL FABREGAT

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