20 de febrero de 2012

0611- LA HIPOCRESÍA SINDICAL.

REEDICIÓN.
El invento sindical fue una gran idea (y muy necesaria) para defender los derechos de los trabajadores. 
El problema es que, al estar dirigido por políticos de tercera división, iba a sufrir las mismas hipocresías y abusos que comporta la profesión política, con el agravante de sus mediocres resultados. 
Parecidos perros con diferentes collares, que van a su bola. Que nadie pues, les tenga lástima alguna. 
Viven del cuento (suyo) y de la ignorancia de los demás y viven bien, muy bien. Para que así sea, lo principal es tener medios suficientes, los que ellos disfrutan. 
Como los sacerdotes de las diferentes religiones que inundan el planeta, dicen una cosa, piensan otra y hacen la que a ellos les conviene. Y mientras tanto los inocentes trabajadores, a currar y a recibir porrazos en huelgas y manifestaciones para salvarles a ellos el culo, las espaldas y sus privilegios.
¿Alguien ha visto que Méndez o Toxo recibieran alguno de esos porrazos?.


Su vestimenta (el disfraz que lucen en sus actos públicos) es el que corresponde a quien dice defender los intereses del trabajador y comprado en los mismos almacenes donde se aprovisionan los políticos en fecha previa a las elecciones. El traje de alpaca se deja en casa para mejores ocasiones.

Ellos dicen pensar y hacer, lo que ni piensan ni hacen. 
Lo de predicar con el ejemplo es una más de las tonterías que decimos los imbéciles currantes. 
Mandan los nuestros... ¡a callar!. 
Mandan los otros... ¡a la calle!.
¿Y para qué sirve todo esto?. 
Para nada bueno. Porque cuando el río lleva agua todos bebemos pero, cuando ésta escasea, siempre beben los mismos. 
Nadie, en su sano juicio, emplea gente sin necesitarla y los Sindicatos menos que nadie. 
Porque los Sindicatos (ojo al parche) también son una empresa, de sinvergüenzas y sin producción alguna, pero empresa al fin y al cabo, ¡y de las grandes!. 
Lugar donde se lucha por los privilegios 
(suyos) y donde se reparten tortazos por acceder a los mejores lugares del escalafón. Allí hay jefazos, jefes y jefecillos, todos ellos con sus sueldazos y prebendas.

Y los de siempre, ¡al taller, a la fábrica, a la mina...! Pero no todos, ¡ojo!. 
Los "liberados sindicales" pueden quedarse en casa durmiendo la mona del día anterior. ¡Esos no fichan...! Esos van en cabeza de las manifestaciones ¡eso sí! y nosotros, más atrás pero también. 
Si te dicen que te eches a la calle... ¡hala!, como perritos falderos a obedecer. Porque "esos son los buenos" y su verdad es la verdad. 
Los demás "son los malos" y su verdad es la mentira. ¿Por qué?.
La explicación es muy simple... 
El trabajador no es que sea tonto, ni mucho menos. Lo que ocurre es que, el pobre, no tiene tiempo ni de pensar... La mujer, los hijos, la hipoteca, la letra del coche, la de la lavadora, etc. no le permiten pensar. 
Cuando te queda un minuto libre y si hay algo de calderilla en el bolsillo del pantalón, das un puñetazo en la mesa y tras la consiguiente maldición bajas al bar de la esquina y te tomas una caña con los amigos sacándote de encima, aunque solo sea durante unos minutos, la espina de tu desgraciada existencia.


Mientras el currante se toma esa caña o ese chato de vino, los representantes sindicales y los de la patronal, degustan los mejores caldos y los más deliciosos manjares en los restaurantes más exclusivos, al tiempo que estudian la estrategia a seguir para que el afiliado esté contento... ¡No sea que se nos espabile la plebe y se rompa la cuerda!. 
¿Estaremos ciegos los currantes?.
Ciegos del todo no estamos pero, buena vista no tenemos. Los viejos tienen algún principio de catarata y la lista de espera para operarse es larga. Los más jóvenes tienen la arenilla propia de la inocencia y del trabajo diario al que no se puede faltar para llevar el pan a su casa y la esperanza de que algún día cambien las cosas.

Como los agricultores, miramos al cielo esperando que la cosecha del año siguiente sea mejor.
- No sobra nada, pero vamos aguantando. ¡Que no falte el trabajo! -dice resignado el trabajador. El año próximo Pepito cumple cinco años y María ya toma su primera comunión. A ver si con un poco de suerte, este año podemos ir unos días de vacaciones a la playa...
Y así van pasando los años.
Ese es el día a día del trabajador. Letras y más letras, mientras los representantes sindicales se ríen de todos nosotros, con vacaciones todos los días del año y con viajes y dietas pagados. ¡Que mierda de vida... cojones!.

Ahora, como maloliente vertedero descontrolado, leo en el periódico que UGT y CCOO despiden a muchos de sus trabajadores... ¿Es que se ha perdido la vergüenza, o es que no la tuvieron nunca?. Está claro, no la tuvieron nunca.
 Antes de tomar medidas de flexibilidad interna para repartir el trabajo y el dinero disponible, los amigos siguen cobrando, mientras que otros son echados ¡a la puta calle!. ¿Alguien pensó que era imposible que tales procedimientos ocurrieran en aquellos lugares donde se critican estos procederes?. Pues no amigos, no. En todos los sitios cuecen habas y en los Sindicatos más todavía, pues tienen la lengua más grande y la vergüenza más pequeña. En la profesión política no hay medias tintas... ¡O eres de los míos o estás contra mí!. Así funciona una profesión que los inocentes trabajadores miran como santo, en nicho de iglesia.

Según datos reflejados en el citado diario, entre CCOO y UGT despidieron el pasado año más de 500 trabajadores. 
Esos 20 días de indemnización por año trabajado, que les dicen a sus afiliados que es injusta e improcedente, es la que ellos mismos aplican a sus trabajadores.
Según ABC, solo en Aragón CCOO aplicó un ERE a 123 de sus 138 trabajadores. El 89% de la plantilla, una minucia.
¿Acaso alguien se extraña?.
Milagros no hace nadie y, como he dicho antes, nadie emplea gente a la que no necesita, salvo que paguen otros. Tampoco aquellos que, como los Sindicatos, tienen importantes ingresos (llovidos del cielo) sin necesidad de producción alguna.
Cuantos menos seamos a más saldremos... Esa es su máxima.

RAFAEL FABREGAT

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