10 de febrero de 2012

0605- BUSCANDO EL DORADO.

La leyenda empezó en 1.530, en los Andes de la actual Colombia, cuando el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada contactó con el pueblo de los Muiscas, que habitaban el altiplano Cundiboyacense. 
Los rituales de este pueblo y los rumores que de ellos trascendieron, dieron lugar al mito de la existencia de El Dorado un lugar en el que, se suponía, existían grandes reservas de oro y que los exploradores españoles e ingleses buscaron durante décadas sin resultado alguno. 
Muchos de ellos murieron en el empeño de llegar a esa ciudad, de la que se decía que las calles estaban asfaltadas con el preciado metal, tan abundante que carecía de valor alguno. Dicho territorio se suponía ubicado en el centro de Colombia y se hablaba de él como un reino, en zona amazónica sin determinar, del que El Dorado era ciudad principal. Con los años, la esperanza y los sueños de encontrar semejante bicoca se desvanecieron. 

Aquellos tiempos pasaron, pero la vigilia continúa todavía en las mentes de los holgazanes en aras de conseguir vivir de lo que los viejos llamamos "el cuento Vellete", algo tan antiguo como la humanidad. 
Ahora, "el dorado" ya no es ir a buscar oro en el lecho de los ríos. Demasiado trabajo. 
Este nombre se da hoy a la dorada meta de cobrar sin trabajar, sin estar jubilado y sin estar desahuciado por los médicos. Ese y no otro es el moderno "dorado" que miles de personas siguen y persiguen sin cesar en esta España de cañas y vinos, con tapa y pincho o sin ellos. Yo, siempre tan altruista, voy a dar un ejemplo de como debe procederse para llegar a ese resultado tan ansiado por las gentes de pro. (De progolfos, quiero decir.)

Ya que el sueño actual, repito, es cobrar el sueldo sin acudir al trabajo, que las sanguijuelas-chupasangre pongan atención a lo que sigue:
Según refleja un artículo de ABC, de fecha 9-2-2012 y firmado por Guillermo D. Olmo, la concejal socialista del PSOE en la oposición del pueblo de Fresnedillas de la Oliva (Madrid) María Lourdes Sousa, sobre el papel es administrativa de una empresa a la que no acude a trabajar desde el año 2.004, sin que le falte todos los meses el correspondiente sobre o ingreso en cuenta de su jornal por un trabajo que no realiza durante más de siete años. ¿Como se come eso, dirán ustedes?. Pues, por lo que se ve, la cosa no es tan difícil. 
La buena señora, lo de buena es un decir porque además de vieja no sirve para nada, ha ido encadenando bajas por enfermedad durante todos esos años (y otros tantos si le dejan) a fin de llegar a la edad de jubilarse sin dar palo al agua. 

El historial que telefónicamente refiere la interesada es de pesadilla: seis operaciones realizadas y dos pendientes, así como un rosario de dolencias que salpican su discurso, sin que la Administración reconozca su incapacidad.
Como es natural, con la que está cayendo el dueño de la empresa está que arde, pero de nada le sirven las quejas realizadas al respecto.
La tal María va al médico quejándose de sus dolencias y éste, para quitársela de encima, la manda al especialista que le expide el correspondiente parte de incapacidad temporal. Cuando se agota el plazo de 18 meses la citan al tribunal, que le deniega la incapacidad y ella vuelve al médico iniciando nuevamente el recorrido. 

¡Tres veces ha repetido ya la operación de médico a tribunal!, cada una de las veces agotando los correspondientes 18 meses de incapacidad temporal y siéndole denegada en todas ellas, por improcedente, cualquier pensión al respecto. 
Mientras tanto, la empresa sigue condenada a abonarle la parte proporcional del sueldo correspondiente. El empleador se queja diciendo que el dinero que cobra esta persona impide la contratación de otra que realmente necesitan...
- ¡Que le den la incapacidad o que trabaje! -dice con toda la razón del mundo el empresario, burlado por la trabajadora y por la Seguridad Social. 
El Tribunal alega una y otra vez que no concurre circunstancia alguna que permita otorgarle pensión, pero ella sigue sin acudir a trabajar y pidiendo las bajas temporales una y otra vez. 

El empleador, fuera de sí, ruega que le den la incapacidad ya de una vez para eximirle a él del pago de un sueldo que la empleada no se gana, pero no hay manera de que le escuchen y desesperado ya no sabe qué hacer. La "bendita" (golfa) no hace otra labor que ir a los plenos del Ayuntamiento, de los que dice no cobrar nada y ahí acaban sus obligaciones. 
La empresa, desesperada, ha pensado incoar un expediente de despido, pero sabiendo que sería calificado de improcedente, consideran que pagar a la incompetente sin trabajar es un mal menor ya que, teniendo en cuenta sus 57 años de edad y 34 de antigüedad en la empresa, cabría una indemnización superior a lo que representa seguir pagándole... Antes de ser concejal del PSOE en el Ayuntamiento de su pueblo, esta señora ya era delegada sindical de la empresa pero, ante sus reiteradas ausencias, sus compañeros optaron por elegir a otra persona.

Visto lo visto está claro que hace falta un cambio de condiciones laborales que impida situaciones tan gravosas para unos y de tanta desfachatez permitida a los verdaderos culpables de todo lo que está sucediendo en este país de pandereta, demasiadas veces dirigido por auténticos fabricantes de golfos, que una y otra vez han hundido al estado en la miseria más absoluta.
Lo injusto de esta situación es que las personas honradas y trabajadoras, han de pagar en sus carnes el coste de los holgazanes de turno... El de los trabajadores que no trabajan y el de los políticos que, con sus leyes protectoras, lo permiten.
- Y así estamos -dice el gerente- Con el handicab de que, necesitando cubrir ese puesto de trabajo, no podemos hacerlo puesto que serían dos sueldos a desembolsar.

Las Grandes Superficies se ven obligadas a hinchar sus precios en el mismo porcentaje de los robos sufridos para evitar la merma de su margen comercial, de la misma manera que el empresario fija el sueldo de sus operarios en base a la producción obtenida. 
Por consiguiente, las mermas por improductividad de una parte del personal ya están contempladas en el sueldo asignado. 
Quiere esto decir que, si tales golfos no existieran, el sueldo a cobrar podría ser notablemente superior. 
Los holgazanes creen engañar al empresario que les contrata, pero son sus compañeros los que pagan su incompetencia...

El caso de María Lourdes Sousa, es un claro ejemplo del sinsentido en las relaciones entre empresarios y trabajadores, provocado por normativas establecidas por los políticos. 
Con esta frase finaliza el citado artículo de Guillermo D. Olmo, una realidad que hace patente la relajación de determinados gobiernos ante el descontrol y los abusos de los zánganos que destrozan esta "colmena" llamada España. 
Contra esa lacra hemos de luchar todos, trabajadores y empresarios. 
Debemos hacerlo para que, quienes trabajan con tesón, reciban el sueldo que merecen.

RAFAEL FABREGAT

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