12 de noviembre de 2012

0842- EL PLACER DE UN BUEN CAFÉ.

Cafetera "Caféolette".
Se diga lo que se diga, la cafetera fue uno de los inventos más prácticos y sociales, en el más amplio sentido de la palabra. 
¿Qué porcentaje de gente tomaba café de forma regular, dos siglos atrás?. Nadie. 
¿Y cincuenta años atrás?. Cuatro ricos de ciudad; porque en los pueblos el café era algo inusual que solo visitaba las mesas particulares en las festividades más notables del año. Sin embargo la cafetera hace ya más de dos siglos que fue inventada... 
Corría el año 1.802 cuando el francés Francois Descosilles, gran aficionado al café y harto ya de que el café se le sirviera mezclado con sus posos, previa ebullición de la molienda en la olla de costumbre y filtro de tela, se le ocurrió la idea de unir dos recipientes diferentes (uno de agua y otro de café) que, comunicados entre sí por medio de un tubo y una chapa agujereada a modo de colador, uniera ambos productos sin que, a la hora de servir, estuvieran mezclados entre si. 
Realizado el invento el hombre puso el cacharro en el fuego y comprobó que el agua en ebullición ascendía por el tubo impregnando el café que, sin embargo, quedaba atrapado por la tapa perforada, con lo cual su deseo se había convertido en realidad. Solo el agua, impregnada por el café y por lo tanto con su aroma y sabor, había alcanzado la parte alta del artilugio. ¡La cafetera había sido inventada!. De inmediato Coscosilles patentó el invento con el nombre de "caféolette". 

Cafetera Luiggi.
Aquella primera idea inicial fue reformándose y en 1.873 ya se patentó (perfeccionada) en Estados Unidos. 
Era ya el conocido cilindro que presionaba el café y evitaba su unión posterior con el agua. 
Así es la Historia, que parte de un invento inicial y su posterior perfeccionamiento. 
Sin embargo el camino de llegada a los domicilios particulares sería largo. 
Quedaba una segunda cuestión (los locales comerciales) que era problema más peliagudo. 
Se trataba de hacer café en cantidad y con la rapidez necesaria para no tener que hacer esperar a la clientela, pero el tiempo todo lo madura...
Habríamos que esperar cien años más pero en 1.901 el empresario italiano Luiggi Bezzera, cansado de la pérdida de horas de trabajo de sus empleados en la preparación del café de media mañana, ideó la máquina industrial de la foto adjunta. 
Como todo en la vida después, poco a poco, iría perfeccionándose hasta llegar a los modelos actuales. 

En nuestra localidad, teníamos unas décadas atrás uno de aquellos esforzados representantes de cafeteras industriales. 
Se llamaba "Danielet el Carreté", un antiguo comprador de desperdicios de toda índole que, por arte de birlibirloque, 
representaba la marca "FAEMA" en exclusiva para la provincia de Castellón. 
Quedó atrás la compra-venta de huesos, hojalata, hierro viejo, casquillos de bolbillas y pieles de conejo... 

Café de los catalanes.
Cuatro años más tarde de inventarse la cafetera industrial (1.905) Luiggi Bezzera vendería la patente al también italiano Desiderio Pavoni que lo fabricó en gran cantidad instalándolo en los "Cafés" y tabernas. 
La demanda fue inmensa en todo el mundo, pero la picaresca propició de inmediato la proliferación de nuevos aparatos que, con esta base pero con distintas marcas y nuevos adelantos permitían su fabricación sin permiso del inventor inicial. 
La cafetera de producción contínua quedaba también inventada. 
En aquellos tiempos, el café -tal como indica la palabra- se tomaba poco y en el local llamado Café y no Bar como lo llamamos actualmente. 

Hasta mediados del siglo XX los nombres de los lugares de esparcimiento giraban alrededor de esta palabra (café) y por consiguiente los había de toda clase y variada clientela. 
Estaba el simple Café, lugar donde iniciaba el día una clientela variopinta de café con leche o chocolateque. A lo largo del día, pasaba por las diferentes etapas de local donde tomar el aperitivo previo a la comida; el café y copa de sobremesa, con o sin partida de cartas, y la clientela que finalizaba la jornada con un vermouth o cerveza previa a la cena. En la década de 1.950 y en los pequeños pueblos como Cabanes (2.401 habitantes, entonces) solo los mejores establecimientos tenían café exprés, pues en las tabernas y en las casas particulares donde se disfrutaba esta infusión, seguía cociéndose y filtrándose en un manguito de algodón.

Cafetín de Recoletos, MADRID
En las ciudades había otro tipo de local, más especializado, denominado Cafetín; sinónimo de lo que actualmente llamamos "cafetería" y lugar donde -además de todos los tipos de café- se expendía el típico chocolate o cualquier tipo de bebidas y combinados, además de aperitivos. No era lugar donde reunirse para hacer una partida de cartas, sino que era un local social, en el que también se realizaban tertulias de gente variopinta que podían alargarse hasta media tarde y más. Lugar de cita para tomar un café, pero también un refresco o un aperitivo. Charlar de cosas concretas entre amigos o compañeros, realizar un negocio o una transacción y también lugar agradable donde tomar una copa tras la jornada laboral. Estos locales, día y noche bien iluminados, más modernos y bien equipados que el antiguo "café", eran sitio más adecuado para tertulia femenina, para la juventud o edades medias que no gustaban del ambiente enrarecido y más oscuro del café tradicional.

Ya no digamos la diversión generada alrededor de los Café-teatro. Este tipo de locales, su nombre los define a la perfección, era y es todavía, un establecimiento donde el espectáculo gira alrededor de las consumiciones propias de un café o lugar de copas. Una fusión entre sala de conciertos y café, un lugar donde un público selecto acude a beber y, de forma simultánea, disfruta de un espectáculo musical o teatral. Durante el primer cuarto del siglo XX, este tipo de locales era -además de sitio donde tomar un buen café o la mejor copa- lugar de esparcimiento en el que se daba cita la copla, el romance, los cuplés y hasta incluso fragmentos de ópera. Inicialmente denominado café-concierto, reunía toda la diversidad de espectáculos artísticos en los que tampoco faltaban los magos y acróbatas. Era una especie de coalición de todo aquello que no era puramente teatro. 

Especie de cabaret o music-hall donde pequeños grupos de artistas ejecutaban música popular, de tipo alegre, atrevida, incluso algo subida de tono. Lugar sin duda propicio para echar unas risas y olvidar los problemas diarios. Hoy todo se ha modernizado, pero el fondo viene a ser parecido. Aunque nacido a finales del siglo XIX el café-teatro no perdió fuelle hasta mediados del XX, cuando la modernidad transformó este tipo de locales de esparcimiento. La primera y segunda guerras mundiales y muy especialmente (en España) todo lo relacionado con la dictadura de Primo de Rivera, II República y posterior Guerra Civil, dieron pie a la sátira y al humor político y social que, entre risas, denunciaba las diferentes situaciones sufridas por el pueblo. 

Ya en el siglo XXI, los escasos locales que quedan, siguen cumpliendo la función que demandan los noctámbulos de hoy, aquellos que tras una cena de negocios, de amigos, o una despedida de soltero, no quieren marcharse tan pronto a dormir. Cuando el llamado cafe-teatro es en realidad un restaurante-espectáculo, la cena se alarga eternamente entre música, copas y risas, pero siempre alrededor de una copa o un buen café. Este tipo de locales ya fue un siglo atrás trampolín de numerosos artistas que se abrieron paso con sus monólogos, con sus recitales o sus espectáculos unipersonales, siempre del agrado del público. No faltaban tampoco los números musicales donde, a modo de cabaret, se presentaban los espectáculos más espectaculares y también los más esperpénticos donde denunciar disimuladamente las atrocidades llevadas a cabo por los gobernantes. Motivo de tales espectáculos era relativamente frecuente el cierre de estos locales que abrían de nuevo 48 horas después, con mayor éxito si cabe. Aunque actualizado, todo aquello sigue y sigue, siempre alrededor del buen café...

RAFAEL FABREGAT

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