PARA ESCRIBIR SOLO HAY DOS REGLAS, TENER ALGO QUE DECIR Y QUE TE DEJEN DECIRLO. (Rafael F. Condill)
3 de febrero de 2010
0036- ¡EL MAYOR ESPECTACULO DEL MUNDO...!
No estoy seguro de la fecha exacta, aunque diré sin temor a equivocarme que fue el año 1.958. Ni un rumor. Nadie sabía nada y de repente a la entrada del cine Benavente, en la sesión de tarde de un domingo cualquiera, nos dieron a los espectadores una cartulina troquelada (un payaso) que con grandes letras anunciaba: "El mayor espectáculo del mundo" - CIRCO AMERICANO - Muy pronto en Cabanes.
El Gran Circo Americano de la empresa Manolo Feijoo y Arturo Castilla, creada en 1.947 y fundadora de este espectacular circo de tres pistas que llevaría la ilusión a chicos y mayores hasta el año 1.980, anunciaba algo impensable para un pequeño pueblo como el nuestro.
Quince días después el mayor circo de España y uno de los más grandes del mundo, recalaba en Cabanes y lo hacía con sus 20 camiones de material, 15 camiones de fieras de todo tipo, 10 grandes vagones-roulott para los artistas y un camión-generador para abastecerse directamente de la electricidad necesaria. Tal despliegue de luz chocaba en una época en que las calles apenas estaban iluminadas con pequeñas bombillas de 40 W. Sin duda con el camión-generador del Gran Circo Americano habría electricidad sobrada para iluminar todo el pueblo de Cabanes, casas incluidas.
Nadie había visto algo tan grandioso hasta entonces en Cabanes, ni creo que se vuelva a ver jamás. Todo el antiguo campo de fútbol, ubicado junto a la Bodega Cooperativa, no podía contenerlo todo y hubieron de improvisarse fincas adyacentes. El circo, de tres pistas y forma casi rectangular, ocupaba todo el campo de fútbol por lo que los diferentes camiones iban marchando en busca de aparcamiento en las inmediaciones a medida que descargaban los diferentes materiales. Tras los terrenos de la citada Bodega se instalaron los camiones de las fieras formando una especie de zoológico que, con una módica entrada, podías visitar. Un túnel enrejado, de más de un metro de altura y casi cien de largo, conectaba la zona de fieras con la jaula que en el centro de una de las pistas permitía la actuación de los domadores. En la parte exterior del campo deportivo, junto a la portería sur, el camión-generador y en la finca adyacente izquierda, en batería, los vagones de los artistas y trabajadores. La espectacular entrada principal del circo, iluminada por cientos de bombillas, miraba hacia la población. Todo quedó preparado en dos o tres días, ante la atenta mirada de todos los niños del pueblo que, con los ojos como platos, no daban crédito a lo que estaban presenciando.
Poca gente llegaría a saber el por qué un circo de ese calibre recaló en un pueblo tan pequeño como el nuestro, pero estoy convencido que económicamente no fracasó. La publicidad de todo tipo llegó a todos los rincones de la comarca, mucho más allá de los pueblos de alrededor.
Con tres días de actuación (viernes noche; más tarde y noche del sábado y domingo siguiente) la gente de todos los pueblos, en un radio de 60/80 Km., se dieron cita en Cabanes para presenciar lo nunca visto en estas tierras. También gente de la capital.
Miles de personas foráneas lo inundaron todo y el lleno fue absoluto en las cinco sesiones celebradas, a pesar del enorme aforo de más de mil asientos de diferentes precios y categorías, según proximidad a la pista y comodidad de la silla ocupada. Todo el perímetro exterior era una grada de tablones de madera de unos diez o doce escalones de altura (general) y delante, hasta la pista de actuación, tres "cinturones" de una, dos y tres filas de sillas (forradas con tela de distintos colores) que con la categoría de primera, segunda y tercera, atendían a los más pudientes. La mitad de las casas de Cabanes acogían a gente venida de fuera. Fue algo... ¡Extraordinario!. Nosotros vivíamos en el número siete de la calle Eras. Una humilde casa de dos habitaciones con entrada, comedor o cocina-naya y corral.
Como todo el mundo mis padres tenían previsto que fuéramos a ver la función, aunque fuertes dolores en las piernas me impedían caminar y cuya enfermedad no se descubrió hasta ya cumplidos yo los cuarenta años. Cuando fuimos el domingo tarde a ver la función, tuvieron que llevarme mis padres en volandas (no recuerdo cómo) a pesar de que ya tenía nueve años. Pero esa no fue la anécdota principal...
Ante la falta de comunicaciones y sin previo aviso al atardecer del sábado, prácticamente con la cena en el fuego, llamaron a la puerta y mi padre bajó a abrir...
- Per l'amor de Deu... Pero, ¿què feu vosaltres per ací a estes hores? -oímos exclamar a mi padre, que apoyado en el dintel de la puerta no daba crédito a lo que veía.
- Però... passeu, passeu. Anàvem a sopar -añadió.
- Pilar, Pilar, mira qui ha vingut! -gritó mi padre.
Mi tía (madrastra) y yo nos asomamos a la escalera desde donde se divisaba la puerta de la calle y unos dentro y otros fuera habían una docena de personas o más, que resultaron ser gente de unas masías del término municipal de Cuevas de Vinromá, que le vendían a mi padre sus cañas para hacer mangos para las escobas.
- ¡Collons!. ¿A on van esta gent? -dijo mi tía entre dientes, mirándome.
- Pugeu, pugeu -rectificó en voz alta.
En la pequeña cocina no cabían más de seis personas en total, por lo que algunos quedaron en la entrada, pensando seguramente que aquello era un "atraco" para gente tan humilde como nosotros. Más que un atraco era un imposible, pero se trataba de una "necesidad imperiosa" y claro... hubo que atenderla.
Mi padre llenó un porrón de vino y, mientras pasaba de mano en mano, atropelladamente contaron que se habían enterado de que había tan gran acontecimiento en Cabanes y entre todos (familiares y vecinos del mismo paraje) pensaron en bajar a la casa de Herminio "el cañero" que sin duda les daría cobijo, como así fue. Cuatro en dos pequeñas "Guzzis" de 65 cc y el resto con "el Totosí" (autobús de Línea que hacía la ruta Tortosa-Castellón) bajaron a ver el circo que, como nosotros, no habían visto jamás. En nuestra casa solo había dos pequeñas habitaciones y estaban ocupadas por nosotros, pero a los pobres siempre les quedan improvisaciones que en circunstancias como esas, en aquellos tiempos, podían ser y fueron válidas...
Mi habitación y cama (de matrimonio por ser herencia de mi difunta madre y que, por pundonor, mi tía no quiso nunca ocupar) la compartí esa noche con mis padres y la suya, de dos camas de 110 cm., sirvió para las cuatro mujeres que habían llegado. Se improvisó un catre en un rincón de la cocina que sirvió para dos personas más y otros dos con un "matalàs de parallofa de panís" en el suelo. El resto...(?)
Para los cuatro o cinco restantes se hizo un mullido montón de paja fresca en el corral y se cubrió con sacos vacíos. Sobre éstos unas sábanas viejas aislaron a los "invitados" de los naturales roces y molestias que los sacos les hubieran producido y el "hotel" quedaba dispuesto.
Se consideró prioritario ver la posibilidad de encontrar entradas para esa noche y marcharon todos hacia el campo de fútbol, donde estaba el circo instalado. Hubo suerte y aunque quedaban dos aquí y cuatro allá consiguieron entradas para todos. Después, ya con las entradas en su poder, fueron todos a cenar a un bar cercano y tras la cena marcharon hacia la espectacular carpa.
El despliegue exterior de luces y sonido era algo nunca visto por estos lares, pero el interior era aún mucho más impactante. Tres pistas, actuando al unísono en muchas ocasiones, sobrepasaba la capacidad de los espectadores que no sabían hacia donde mirar. Todo era novedad para los espectadores pueblerinos y las imágenes, espectaculares, se sucedían de forma vertiginosa. Los artistas, ante una clientela tan entregada, se esforzaban aún más en dar lo mejor de sí mismos. Los aplausos interrumpían de forma continua todas las actuaciones y éstas se alargaban hasta el máximo en agradecimiento a tan generosos espectadores.
No puedo contar más. Sencillamente, es imposible explicar el ambiente que allí se respiraba. Cualquier actuación, sencilla o complicada, era algo jamás visto en estas tierras puesto que la televisión apenas se conocía. Solo una en el "Bar de Xulla", en blanco y negro, y todos, desde el más joven al más viejo, miraban extasiados cada uno de los números que se presentaban. Éxito rotundo e irrepetible, desde todos los puntos de vista.
Muchos han sido los circos que han llegado a nuestro pueblo, desde aquella fecha hasta nuestros días, pero nada comparable en lo más mínimo al Gran Circo Americano. Circos normales, de tamaño y actuaciones normales, con espectadores que ven las diferentes actuaciones como algo normal, ya conocido. Hay cosas que nunca tienen una segunda oportunidad y esta tampoco la tuvo. A la mañana siguiente mi padre encendió la chimenea y bajó al corral donde guardaba el tonel de su propia cosecha, llenando el porrón y varias botellas de vino. Mi tía puso a la brasa tocino y morcillas que compró la noche anterior ante la llegada de los visitantes y las incomodidades nocturnas se convirtieron en una fiesta de despedida de la que, junto a lo visto en el grandioso circo, se convirtió durante años en tema de conversación cada vez que mi padre iba a la casa de estas gentes.
Del Gran Circo Americano se habló, en Cabanes y fuera de Cabanes, durante años.
Era tan grande, ¡y nosotros tan pequeños...!
RAFAEL FABREGAT
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