Claro que en esta carrera ellos nos llevan mucha ventaja. De nada sirve ser rico si todos lo están. La única forma de ser rico es que los demás sean pobres ya que, si no es así, no sirve de nada. Cuando un pobre, estando sano, se niega a trabajar es porque no es tan pobre como incluso él mismo piensa. Ya no te cuento lo que pensará el rico cuando va a recabar sus servicios y el pobre se le ríe en la cara despreciando el trabajo ofertado. Como es lógico y natural, ante esas actitudes el rico pone en funcionamiento todos los mecanismos para reducir el bienestar de la multitud, a fin de salvar el suyo. Es comprensible que el rico se defienda del pobre, haciendo que éste precise el sueldo que él le ofrece a cambio de sus servicios. A pesar de la robotización actual de la industria, los buenos y fieles empleados siguen siendo imprescindibles. Las máquinas solo obedecen a un programa predeterminado. La ventaja es su incapacidad para pedir aumento de sueldo, pero tienen el defecto de no hacer reverencias y sin esa adoración los ricos no son nada.
Tengamos en cuenta que denegar el aumento de sueldos también forma parte del trabajo del empresario y sin duda una labor de las más satisfactorias.
De todas formas hay que aclarar que, cuando hablo de ricos y de empresarios, no me refiero al desgraciado autónomo que a trancas y barrancas ha conseguido abrir una mierdecilla de negocio que, a poco que se descuide, le ocasionará más disgustos que alegrías y ningún beneficio. No.
Cuando hablo de empresarios me refiero a grandes empresas con un número de empleados de tres cifras . Elementos que solo trabajan a golpe de talonario y calculadora científica en ristre.
Gente que destina buena parte del apartado de gastos a "regalos" a sus amiguetes (políticos de turno) para que les den bajo mano el trabajo que otros harían mucho mejor a menor precio.
Entre esos regalos no está el típico jamón que los desgraciados soñamos cuando hablamos de regalos, no. Esos van a otros niveles bastante más elevados.
Vacaciones en cabaña paradisiaca de isla tropical, con señoritas "de compañía" de alto estanding para que les rasquen la espalda y algo más... Porque es verdad que el cielo existe, pero está en este mundo. Si son empresarios, a su regreso reúnen su consejo de administración para recordarles una vez más que así no se puede seguir, que hay que reducir personal y ampliar producción. Si se trata de "simples" ricos sin más, de los que viven de las rentas de negocios y fincas que sus antecesores crearon Dios sabe como, pues más de lo mismo. Que el servicio cada día está peor, que son unos holgazanes, que habrá que rebajar el sueldo, etc. Porque no olvidemos que esos ricos, empresarios o no, también están en crisis. En crisis de autoridad. Con cientos de soluciones que los pobres no tenemos, pero crisis al fin y al cabo. Tengamos en cuenta que esos, a quienes trabajadores y sindicalistas odian como la peste, tan solo son la punta del iceberg.
Hasta hace bien poco, ricos y pobres, todos íbamos en el mismo barco. Ya sé... ya sé que unos iban en suite de lujo y otros en camarote de cubierta con balcón, mientras otros viajábamos en camarote interior y durmiendo en literas colgadas de la pared. Pero si el barco se hundía, nos hundíamos todos... Aquí el meollo de la cuestión está en los que mueven los hilos del mundo. En los capitanes de esos barcos en los que viajamos todos. En los que siempre se salvan aunque el barco se hunda. En los que manejan periódicos o emisoras de radio y televisión, distrayendo al personal con chorradas, para esconder las realidades contra las que incluso los desgraciados viajeros, que no pintan nada, se podrían rebelar. Porque ellos, con todo su poder, también son humanos y temen la pérdida de nuestro interés y sobre todo de nuestro voto. El simple hecho de ir a depositar la papeleta en la urna, hace que el capitán sea uno u otro. Esa es nuestra única autoridad, que no es poca.
Aunque pueda sorprender a más de cuatro, el mundo está regresando a un momento de feudalismo como jamás imaginamos que se podía retroceder. Sin embargo la culpa es nuestra. Ante la necesidad de consolidar las metas alcanzadas, aceptamos el disfraz de la democracia y el adoctrinamiento de los medios de comunicación que día a día nos bombardean con las diferentes consignas. Pero deberíamos hacer más. Nos hace falta creer en nosotros mismos y en el poder que realmente tenemos. Basta de mítines y de manifestaciones que no sirven para nada. Nuestro poder está en nuestro voto. ¿De qué sirven tantos estudios si somos incapaces de distinguir la verdad de la mentira?. Lo bueno de la democracia es que el rebaño se divide y cada uno pasta allí donde cree más conveniente, pero nos falta saber cual es la dirección correcta. Nos hemos acomodado. En otros tiempos y sin apenas estudios la gente ya se habría sublevado, pero no contra los que mandan, sino contra todos. Para que eso no ocurra el poder de la información nos distrae y dirige nuestro enfado hacia metas menos perjudiciales para los pastores del rebaño.
El pararrayos no evita la caída del rayo, pero impide los posibles daños al dirigir la carga eléctrica hacia un punto de absorción que a nadie perjudica. En política sucede lo mismo. Nos joden si, pero diplomáticamente. Dominan nuestra mente a voluntad. Cuando algo nos saca de nuestras casillas, cargan la culpa al opositor y cuando esto no es posible se alían unos con otros para sacar otros temas que nos hagan olvidar el asunto inicial, pero el resultado siempre es el mismo. Unos crean la crisis para enriquecimiento personal y otros pagan las consecuencias. La diferencia con respecto a los abusos del feudalismo es que en este momento todo está tecnificado. La sirvengüencería ha llegado a tales extremos que incluso se pone en peligro la vida y la salud de las personas, al simple objeto de enriquecerse una determinada fábrica de armamento o incluso la propia industria farmacéutica, porque de ello también se beneficia el político que firma los permisos.
Primero se inventa el avión y después el misil para derribarlo. De la misma manera se inventa una gripe para de inmediato poner a la venta la correspondiente vacuna. ¿Hacia donde vamos?. Nadie lo sabe pero, al final del camino, algunos solo vemos el abismo.
Vacaciones en cabaña paradisiaca de isla tropical, con señoritas "de compañía" de alto estanding para que les rasquen la espalda y algo más... Porque es verdad que el cielo existe, pero está en este mundo. Si son empresarios, a su regreso reúnen su consejo de administración para recordarles una vez más que así no se puede seguir, que hay que reducir personal y ampliar producción. Si se trata de "simples" ricos sin más, de los que viven de las rentas de negocios y fincas que sus antecesores crearon Dios sabe como, pues más de lo mismo. Que el servicio cada día está peor, que son unos holgazanes, que habrá que rebajar el sueldo, etc. Porque no olvidemos que esos ricos, empresarios o no, también están en crisis. En crisis de autoridad. Con cientos de soluciones que los pobres no tenemos, pero crisis al fin y al cabo. Tengamos en cuenta que esos, a quienes trabajadores y sindicalistas odian como la peste, tan solo son la punta del iceberg.
Hasta hace bien poco, ricos y pobres, todos íbamos en el mismo barco. Ya sé... ya sé que unos iban en suite de lujo y otros en camarote de cubierta con balcón, mientras otros viajábamos en camarote interior y durmiendo en literas colgadas de la pared. Pero si el barco se hundía, nos hundíamos todos... Aquí el meollo de la cuestión está en los que mueven los hilos del mundo. En los capitanes de esos barcos en los que viajamos todos. En los que siempre se salvan aunque el barco se hunda. En los que manejan periódicos o emisoras de radio y televisión, distrayendo al personal con chorradas, para esconder las realidades contra las que incluso los desgraciados viajeros, que no pintan nada, se podrían rebelar. Porque ellos, con todo su poder, también son humanos y temen la pérdida de nuestro interés y sobre todo de nuestro voto. El simple hecho de ir a depositar la papeleta en la urna, hace que el capitán sea uno u otro. Esa es nuestra única autoridad, que no es poca.
Aunque pueda sorprender a más de cuatro, el mundo está regresando a un momento de feudalismo como jamás imaginamos que se podía retroceder. Sin embargo la culpa es nuestra. Ante la necesidad de consolidar las metas alcanzadas, aceptamos el disfraz de la democracia y el adoctrinamiento de los medios de comunicación que día a día nos bombardean con las diferentes consignas. Pero deberíamos hacer más. Nos hace falta creer en nosotros mismos y en el poder que realmente tenemos. Basta de mítines y de manifestaciones que no sirven para nada. Nuestro poder está en nuestro voto. ¿De qué sirven tantos estudios si somos incapaces de distinguir la verdad de la mentira?. Lo bueno de la democracia es que el rebaño se divide y cada uno pasta allí donde cree más conveniente, pero nos falta saber cual es la dirección correcta. Nos hemos acomodado. En otros tiempos y sin apenas estudios la gente ya se habría sublevado, pero no contra los que mandan, sino contra todos. Para que eso no ocurra el poder de la información nos distrae y dirige nuestro enfado hacia metas menos perjudiciales para los pastores del rebaño.
El pararrayos no evita la caída del rayo, pero impide los posibles daños al dirigir la carga eléctrica hacia un punto de absorción que a nadie perjudica. En política sucede lo mismo. Nos joden si, pero diplomáticamente. Dominan nuestra mente a voluntad. Cuando algo nos saca de nuestras casillas, cargan la culpa al opositor y cuando esto no es posible se alían unos con otros para sacar otros temas que nos hagan olvidar el asunto inicial, pero el resultado siempre es el mismo. Unos crean la crisis para enriquecimiento personal y otros pagan las consecuencias. La diferencia con respecto a los abusos del feudalismo es que en este momento todo está tecnificado. La sirvengüencería ha llegado a tales extremos que incluso se pone en peligro la vida y la salud de las personas, al simple objeto de enriquecerse una determinada fábrica de armamento o incluso la propia industria farmacéutica, porque de ello también se beneficia el político que firma los permisos.
Primero se inventa el avión y después el misil para derribarlo. De la misma manera se inventa una gripe para de inmediato poner a la venta la correspondiente vacuna. ¿Hacia donde vamos?. Nadie lo sabe pero, al final del camino, algunos solo vemos el abismo.
Sin embargo que nadie se asuste, porque a los directores de escena no les interesa quedarse sin actores. Recuerden: ¡sin pobres, los ricos no pueden serlo!.
Los políticos inventaron aquella frase que dice que "Dios aprieta pero no ahoga". Por lo tanto de esa frase hay que eliminar a Dios, que no tiene culpa alguna y poner al político de turno. ¡Ah y una cosa más!. Que nadie piense que la solución está en cambiar de gobernantes o de partidos, puesto que el objetivo es el mismo para todos ellos, sean cuales sean las siglas que utilicen. El problema que los políticos representan para la ciudadanía, justamente por ser general y archiconocido, ya no es el que nos corroe. Lo que nos asusta es ver que el problema va a más. Cuando los zánganos de la colmena eran cuatro, no era difícil alimentarles y olvidarnos de ellos como si fuéramos tontos. Naturalmente no lo éramos pero, ante lo inevitable, se asumía optando por la tranquilidad.
Sin embargo la actitud un tanto pasota de la ciudadanía está haciéndose insoportable, pues los "listos" son cada día más. Tantos que están acabando con el bienestar general y eso, dudo mucho que la humanidad pueda soportarlo durante mucho tiempo. Los que ya peinamos canas es probable que tengamos la suerte de no ver la "explosión" ciudadana, pero nuestros hijos o nietos sí la verán. En las bajas esferas, la situación actual del mundo es insoportable. Mientras unos encienden sus cigarros con billetes, otros mueren de hambre y de sed en un mundo que tiene comida y agua para todos. ¿Hasta cuando seremos capaces de aguantar?. Los ovejas empiezan a estar hartas y cuando eso sucede, incluso se alían con el lobo al solo objeto de comerse al pastor. El poderoso siempre abusó, pero nunca se supo con tanto detalle. En este momento hay un tufo en el ambiente que lo inunda todo. Huelen los políticos, las multinacionales, la monarquía y hasta la propia Iglesia. Con tanto eslabón débil, ¿cuanto tiempo tardará en romperse la cadena?.
RAFAEL FABREGAT
Sin embargo la actitud un tanto pasota de la ciudadanía está haciéndose insoportable, pues los "listos" son cada día más. Tantos que están acabando con el bienestar general y eso, dudo mucho que la humanidad pueda soportarlo durante mucho tiempo. Los que ya peinamos canas es probable que tengamos la suerte de no ver la "explosión" ciudadana, pero nuestros hijos o nietos sí la verán. En las bajas esferas, la situación actual del mundo es insoportable. Mientras unos encienden sus cigarros con billetes, otros mueren de hambre y de sed en un mundo que tiene comida y agua para todos. ¿Hasta cuando seremos capaces de aguantar?. Los ovejas empiezan a estar hartas y cuando eso sucede, incluso se alían con el lobo al solo objeto de comerse al pastor. El poderoso siempre abusó, pero nunca se supo con tanto detalle. En este momento hay un tufo en el ambiente que lo inunda todo. Huelen los políticos, las multinacionales, la monarquía y hasta la propia Iglesia. Con tanto eslabón débil, ¿cuanto tiempo tardará en romperse la cadena?.
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario