29 de julio de 2012

0754- EL PODER DE ROMA.

Para hacer un breve resumen de la historia de la civilización romana, es obligado empezar por "los Etruscos". Se baraja la posibilidad de que sus orígenes fueran indo-europeos y que se instalaron en la península itálica allá por el siglo IX a.C., justamente en la región de la Toscana. La religión y la hechicería eran pilar importante de aquella cultura, casi primitiva, pero el pueblo etrusco estaba abierto a la modernidad que los pueblos mediterráneos representaban, 
especialmente griegos y fenicios que ya dominaban entonces las tierras que miraban al Mare Nostrum. Tres son las teorías que hay al respecto de su procedencia. Halicarnaso decía que el pueblo Etrusco era autóctono de la zona; otros aseguraban que eran Los Tursha, uno de los Pueblos del Mar; la tercera opinión era que llegaron del norte de Italia, mezcla de Italos y Raetii que penetraron en la península itálica alrededor del II milenio a.C.

De las tres opciones, la tesis más defendida por los historiadores es la autoctonía, aunque influenciada por Corintio y otros culturas orientales. 
Sea como fuere, aquellas gentes no estaban allí para perder el tiempo. Destacados comerciantes, querían prosperar y prosperaron. Pronto las chozas fueron abolidas y las casas de piedra se abrieron paso. 
Los conflictos iniciales entre las diferentes capas de esta sociedad variopinta dieron paso a la comunicación con las diferentes civilizaciones que dominaban entonces el Mediterráneo. 
Llegaron los intercambios comerciales y de hecho se han encontrado numerosas piezas etruscas, tanto en la colonia de Massalia (Marsella) como incluso en la península Ibérica, controladas entonces por los mercaderes fenicios y griegos. 
Del potencial de este pueblo, casi desconocido para la Historia, da buena fe el hecho de que los tres reyes anteriores a la Roma republicana, fueron etruscos.

La ciudad-estado de Roma fue fundada el 21 de Abril del año 753 a.C. y se achaca al héroe troyano Heneas aunque los datos son más mitológicos que reales. De su hijo Ascanio nacerían en el 752 a.C. los gemelos Rómulo y Remo, achacándose al segundo (Remo) la fundación de Roma como estado. Los autores clásicos nos dicen que, desde su fundación hasta la implantación de la república en el año 409 a.C., siete fueron los reyes de Roma. De la misma forma nos cuentan que los tres últimos fueron de origen etrusco:
(617-579 a.C.) - Lucio Tarquinio Prisco.
(579-535 a.C.) - Servio Tulio.
(535-509 a.C.) - Tarquinio el Soberbio.
Tras la expulsión de Tarquinio, el último rey etrusco, el Senado decidió abolir la monarquía y convirtió a Roma en una república, sistema de gobierno que perduraría hasta la ascensión al poder de César Augusto (27 a.C.) como primer emperador de Roma.


La época republicana no solo se limitó a consolidar el poder romano dentro de la península itálica, sino que lo proyectó fuera de ella. 
A mediados del siglo III, grandes enfrentamientos con Cartagineses y Macedonios llevaron a la derrota de éstos y la anexión de sus territorios por parte de Roma. Después dominaron Grecia, Pérgamo y otros territorios de Oriente Medio, en poder de los Seleúcidas. 
Como sucede en estos casos, los romanos no estaban preparados para mantener el dominio de tan vasto territorio y los problemas acabaron llegando. Entre la aristocracia romana se intensificaron las competencias por las diferentes magistraturas y se produjeron graves fracturas que llevaron a grandes guerras civiles que finalizarían con la destrucción de la República. Ese sería pues el detonante que llevaría a su última etapa, la del Imperio Romano, tras el que ya solo cabría la decadencia y su desaparición.

Con César Augusto comenzaba la nueva etapa del Imperio Romano, una época de esplendor y aún más expansión que dominaría la práctica totalidad de las tierras mediterráneas y aledañas. 
Pero César Augusto hizo más, mucho más. No solo consolidó el presente, sino que incluso dejaría sentadas las bases para la continuidad de este gran pueblo. 
Su figura sería ejemplo de generaciones futuras por lo que, su llegada al poder, trajo una paz que se mantendría durante más de tres siglos, prácticamente hasta el final del Imperio romano.
La historia del poder de la Roma occidental acabó en el año 476 d.C. de la misma forma que se dice empezara casi ocho siglos atrás. Casualidades de la Historia, fue fundada por un Rómulo en el 753 a.C. y desaparecía de la faz de la tierra por otro: Rómulo Augusto, un niño de 15 años que ni siquiera ostentaba poder alguno. 

Fue depuesto por Odoacro, caudillo de la tribu germánica de los Hérulos el cual, envió a Zenón de Constantinopla (emperador oriental romano) la corona de Rómulo y las insignias imperiales de occidente, con una carta en la que le pedía ser confirmado Dux de Italia. En evitación de males mayores, Zenón accedió a su petición y le dio el cargo de Patricio. Sin embargo el emperador oriental romano no olvidó nunca como había logrado el poder Odoacro y sus relaciones nunca fueron buenas. 
Trece años después (en el 489) Zenón apoyó a los ostrogodos de Teodorico el Grande que invadieron el reino de Odoacro forzándolo a rendirse en Rávena. Aquella misma noche, Teodorico organizó un gran banquete para celebrar la victoria y al que, para mayor burla, invitó al depuesto Odoacro. En mitad de la cena se dice que lo atravesó con su propia espada.

RAFAEL FABREGAT

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