15 de diciembre de 2011

0561- EL PUEBLO OTOMANO.

Tras la invasión mongol de Anatolia (Turquía) ésta quedó dividida en varios principados, siendo los Otomanos uno más de aquellos pequeños estados. Su denominación viene dada en honor al fundador del Imperio (Othmán u Osmán I) que puso fin a la cultura bizantina con la toma de Constantinopla en 1.453. Anteriormente, en 1.326, los otomanos ya habían conquistado plazas bizantinas importantes para el comercio entre oriente y occidente, como Nicea y Brusa, instalando en esta última su capital. Además de disponer de un numeroso ejército de infantería y caballería, a partir del año 1.400 los turcos reclutaron artesanos germanos y húngaros especializados en la fundición y construcción de cañones, una novedad en aquellos tiempos que jugó un papel decisivo en sus contiendas posteriores.

La economía del Imperio se basaba principalmente en la organización continuada de caravanas que, desde La Meca, transportaban especias de la India, perlas de Persia, seda y pedrería, así como materias primas con las que elaborar cualquier mercancía demandada por los países occidentales. También la actividad agrícola y pesquera era muy importante, por lo que el Imperio se convirtió en el principal proveedor de Occidente en toda clase de materia prima y de productos elaborados.

El pequeño estado otomano, que surgió de la decadencia selyúcida, fue controlando al resto de los estados turcos y con los años se convertiría en un vasto Imperio. Su máxima expansión llegaría con los gobiernos de Selim I y de Solimán I, el Magnífico. Con ellos el pueblo otomano conquistaría Hungría, Moldavia, Transilvania y Valaquia. Tampoco los límites asiáticos fueron respetados y Selim I atacó a los mamelucos de Egipto y Siria. También los territorios venecianos en Grecia, quedaron en su poder. En 1.535 y bajo el reinado de Solimán el Magnífico, iniciaron amistad con Francia y se unieron contra los Habsburgo, españoles.
Con la muerte de Solimán, se inició la decadencia otomana. La primera derrota importante llegó en 1.571 cuando españoles y venecianos acabaron con la armada de Selim II, en la famosa Batalla de Lepanto.

Aquello no supuso el final del Imperio Otomano puesto que su poder militar se repuso notablemente cuando en 1.628 Murad IV venció a los persas. En 1.683 y bajo el mando del Gran visir Mustafá, los otomanos llegaron hasta Viena, en cuyo auxilio acudió Juan III de Polonia y posteriormente Carlos V de Lorena, Luis de Baden y Eugenio de Saboya que dieron al traste con las pretensiones otomanas y forzaron el Tratado de Karlowicz (169) que costó a los turcos la pérdida de sus territorios en Hungría. Entre los siglos XVIII y XIX los otomanos fueron perdiendo paulatinamente otros territorios y aunque intentaron serias reformas todo fue inútil, el Imperio estaba herido de muerte. Aunque ganaron la Guerra de Crimea, la economía turca estaba destrozada.

Tras la independencia de Rumanía, Serbia y Montenegro en 1.878 y la irrupción de la I Guerra Mundial, las fuerzas aliadas ocuparon Bagdad y Jerusalén.

En 1.918 la resistencia turca quedó colapsada, tanto en Asia como en Europa, produciéndose la definitiva caída y disolución del Imperio Otomano mediante el Tratado de Sevres, firmado el 10 de Agosto de 1.920 y sustituido posteriormente por el Tratado de Lausana (1.923) ante el levantamiento de los nacionalistas turcos, que consideraron abusivas las pretensiones de los aliados y lucharon victoriosamente contra griegos y armenios, manteniendo el control de Anatolia y parte de Tracia Oriental. El tratado logró la expulsión otomana de Europa, que había sido el sueño del cristianismo durante más de cinco siglos...

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