Fueron muchísimos más los amores de Selene, que no vamos a enumerar aquí, siendo el más famoso de todos ellos el que compartió con Edimión, un pastor de Caria. Una clara noche de verano y tras una larga jornada pastoreando sus rebaños, el joven Edimión se refugió en una gruta de la montaña Latmos para descansar. En noche tan clara y apacible Selene se paseba por los cielos con su carruaje plateado. De repente la luz de la luna penetró en la cueva en la que descansaba Edimión. Descendió Selene del cielo y al verle se enamoró inmediatamente del joven que dormía plácidamente. Loca de pasión despertó al apuesto pastor, al posar sus labios sobre los suyos.
La luz plateada de Selene iluminaba toda la gruta y ante tan brillante diosa también Edimión se enamoró perdidamente de ella. Se desató la pasión entre ambos y no queriendo separarse de su amado, Selene subió posteriormente al Olimpo y rogó a Zeus que le concediera a Edimión un deseo. Aceptó Zeus otorgarlo y, tras meditarlo, el muchacho le pidió el don de la eterna juventud y un sueño perpétuo del que solo despertara para hacer feliz a Selene. A partir de aquel momento la diosa visitó todas las noches la cueva de Edimión, naciendo de este amor cincuenta hijas.
RAFAEL FABREGAT

















































